Revisamos Artifact, el documental de Jared Leto que retrata la relación entre la industria musical y los autores, desde su experiencia con Thirty Seconds to Mars y EMI. Disponible en Netflix.
En 2009, el trío 30 Seconds to Mars publicó su disco This is war, el tercero de una meteórica carrera levantada a punta de giras llenas de secuencias, videos con producción de cine y discos tan producidos como saturados de gritos. Discos que se vendieron como pan caliente, cuando nadie los compraba, hace solo unos años. Eso los llevó a girar por el mundo, incluyendo dos visitas a Chile en menos de tres años.
En 2012, Jared Leto —el líder del grupo— estrenó Artifact, un documental que muestra cómo se registró ese disco, pero con una particularidad en el proceso. Desde 2008 que la discográfica EMI presentó una demanda contra la banda —irónicamente— por US$30 millones.
El problema fue el contrato que firmaron. Según la discográfica, duraba cinco discos. Según la banda, el modelo de negocios de los sellos está armado para abusar de los artistas. «La mayoría de la gente puede pedir un aumento de salario, y si no se lo dan, simplemente cambiar de trabajo. Los músicos no tenemos esa libertad», dice Leto, que aprovecha los 105 minutos de Artifact para profundizar en la relación entre la industria musical y los autores.
¿Cómo funcionan los contratos con los grandes sellos? Según Leto, la discográficas entregan un avance de US$250 mil para editar 500 mil copias de un disco. Esas copias se venden a US$10 cada una, lo que da un total de US$5 millones, el que es dividido en un 85% para el sello y US$750 mil para la banda. De ese último número, el sello descuenta el total del primer avance (US$250 mil), los gastos de grabación (US$300 mil), promoción (US$75 mil), videos (US$300 mil) y tour support (US$250 mil). Lo que da un saldo negativo de menos US$425 mil para la banda.
Esa deuda pasa al siguiente disco. Y luego al siguiente y después al siguiente, en un círculo vicioso y mal regulado. Por lo que 30STM buscó zafar y volverse independiente. Precisamente el caldo de cultivo para la demanda de EMI y la historia de este documental, registrado por cuatro cineastas, y que muestra el trabajo de la banda con el productor Flood (Nick Cave, Depeche Mode, U2, Smashing Pumpkins y NIN, entre otros) en una casona en la parte alta de Los Ángeles, pero también a sus integrantes en medio de las grabaciones, breves biografías individuales, sus vacaciones, giras, en un pantano de Florida, en las calles de Nueva York y en una premiación en Ciudad de México.
En algún momento, el cantante Chester Bennington (Linkin Park, Stone Temple Pilots) dice que, después de todo lo que trabajan los autores, es muy duro ver cómo sus canciones cuestan menos que una taza de café. Así avanza gran parte del documental, entre testimonios de gente de Incubus, System of a Down, Amanda Palmer, el periodista Neil Strauss o el neurofísico Daniel Levitin, que ayudan a entender el negocio de la música desde la óptica de los autores fichados por los grandes sellos. Y entregar un par de datos a los músicos interesados en vivir de su trabajo.
Artifact (2012) está disponible en Netflix.