Cinco recomendados de la Feria Internacional del Libro de Santiago, que termina el próximo 9 de noviembre: de Bertoni a Falco y de Luiselli a Kobayashi y Costamagna.
Los libros como un oráculo. Los libros como dos espejos enfrentados a ambos lados de un pasillo por donde caminamos hasta encontrarnos. Porque los libros nos encuentran. Nos encuentran y nos pierden.
Los libros como la intersección de autores y lectores que escriben/leen buscando vivir otras vidas, o que escriben/leen la propia vida en la voz de otro: Un secreto familiar, la oralidad chilena, un enfrentamiento con la muerte, la fundación de un nuevo planeta. «Se narra un viaje o se narra un crimen. ¿Qué otra cosa se puede narrar?», decía Piglia. Al final, los libros no son sino marcas que el tiempo deja en las personas, en los lugares donde uno roba, compra o lee, y en otros libros.
Uno aprende mucho hablando de libros. Para bien y para mal, la opinión aguanta de todo. El que odia a Isabel Allende pero que nunca la ha leído, el que se declara seguidor de Carla Guelfenbein a pesar de haberla leído, el que no termina los libros, el que los apila por montones pero nunca los empieza. Generalidades para decir que la experiencia se completa con las personas que hablan de los libros, como un ejercicio de memoria histórica, emotiva, biográfica. Se agudiza el oído, se calibran mejor un par de sentidos. Si escribir es un encierro, leer es todo lo contrario.
Metro Cal y Canto, media tarde, FILSA. Hasta el nueve de noviembre la Estación Mapocho es el lugar de los libros. Este año, y solo entre las editoriales independientes, hay cincuenta y ocho chilenas y diecinueve latinoamericanas, con saldos desde los mil pesos y tantos potenciales libreros como insípidos comerciantes.
Antes de las recomendaciones, dos o tres datos rápidos para debutantes: a) lleva efectivo, los mejores descuentos solo aceptan dinero real y un coqueto regateo. b) ¿Enoclofobia? Para ti antisocial o jugador de dos bandas, de lunes a viernes hay muy pero muy poca gente y el mar de libros y actividades habituales. c) FILSA abre a las dos de la tarde los días de semana, a las once de la mañana los fines de semana, y cierra puntual a las diez de la noche. d) Al comprar tu entrada general te dan un cupón donde recuperas esos dos mil pesos de la entrada en compras superiores a quince mil pesos. La letra chica dice que solo algunos puestos están adheridos.
Papeles falsos, de Valeria Luiselli. Son diez ensayos breves de temas diversos y ciudadanos, con el punto de vista de una lectora en bicicleta o con la altura de miras que dan los aviones. «El ciclista es suficientemente invisible como para lograr lo que el peatón no puede: pasear en soledad y abandonarse al curso de sus meditaciones», anota entre digresiones notables. Ahí están las ciudades y sus movimientos narrados por una voz en primera persona y el desfile de su intimidad, donde reverbera la voz de Joseph Brodsky y Sergio Pitol, o el placer que da una buena lectura subterránea. Hace pocos meses algunas anotaciones de este libro fueron plagiadas por el ex VJ Alfredo Lewin. Trece mil pesos. (2010, Sexto Piso)
Kanikosen. El pesquero, de Takiji Kobayashi. Esta novela japonesa, publicada originalmente en 1929, vendió millones de ejemplares en 2008, cuando una contracción de la economía mundial puso a los empleadores nipones encima de sus trabajadores más jóvenes, los que se identificaron con los modestos pescadores del relato, castigados brutalmente y forzados a trabajar hasta el desmayo. El pesquero Kanikosen está en altamar, en el gélido océano ruso, y la ansiedad y la precariedad laboral cuecen a fuego medio una rebelión anunciada de estudiantes en deuda con el Estado, campesinos pobres y marineros arruinados por las putas y el trago. La revuelta se extiende como un escalofrío, forjando una moral trabajadora, hasta que el inevitable motín estalla. Diez mil pesos. (2014, Ático de los libros. Traducción de Jordi Juste y Shizuko Ono)
Flores nuevas, de Federico Falco. Hay mucho de obsesivo y maníaco en la materialidad de los libros. Acá uno acabado: Flores nuevas es pretencioso en la medida en que es cómodo de leer y está editado con el rigor que debieran tener todas las editoriales locales. Son seis cuentos impecablemente escritos y hasta delicados, con personajes excéntricos, memoria familiar y la provincia argentina como paisaje de fondo. Una velocidad ajena a las grandes ciudades, que contagia al ritmo de este narrador que se funde con la siesta y el sol pegando en la cara de personajes que se mueven —o no— sobre caminos de tierra y buses que no pasan. A veces huyen, a veces pierden, siempre siguen adelante. Ocho mil pesos. (2014, Montacerdos)
Harakiri, de Claudio Bertoni. Podríamos pensar que la poesía no se vende, pero según el librero y poeta Sergio Parra, de Metales pesados, se vende bastante. En todas sus variantes: chilena, latinoamericana y universal. En su noveno libro de poesía —la novena de Bertoni—, el también artista visual reflexiona sobre el suicidio, la angustia y la muerte, bromea sobre la enfermedad, las mujeres desconocidas y el cotidiano de lo civil: «No estoy en el poder / estoy en el paradero». Titulado con la voz japonesa que nombra al suicidio, el chacal del jumper dialoga a pie de página con un interesante mapa de lecturas: Pavese, Wittgenstein o Pessoa, entre recortes de Publimetro y sus despedidas a gente como Roberto Matta, Bolaño y el Gato Alquinta. Siete mil pesos. (2005, Cuarto Propio)
Había una vez un pájaro, de Alejandra Costamagna. El libro más vendido entre las editoriales independientes de FILSA, según la Cámara chilena del libro, es también un buen resumen y el acercamiento ideal a la obra de la escritora chilena. Se trata de tres cuentos, pero nos vamos a centrar en uno, en “Había una vez un pájaro”, el que nombra al libro y profundiza en la literatura de los hijos. Por ahí Costamagna hace una poda lateral de su primera novela, En voz baja, publicada en 1996, y la vuelve una miniatura para hablar de una adolescente, los 70s chilenos y la violencia como paisaje de fondo. La vida puertas adentro como un mapa de la literatura chilena, que podría materializarse en la antología Volver a los 17, pero que se despunta en accidentes geográficos como Ruido de Álvaro Bisama, Fuenzalida de Nona Fernández y Formas de volver a casa de Alejandro Zambra. Cinco mil pesos. (2013, Editorial Cuneta).