Felipe Cussen es experto en poesía mística. Y flautista dulce. Y fan de Javiera Mena. Una noche de copas nos convenció de que era el entrevistador perfecto para hablar de “Mena“. El nuevo disco de Javiera Mena. Con su ídola. Estos son los hechos. * Por Felipe Cussen • Fotografías: Rod. Ella es mi ídola […]
Felipe Cussen es experto en poesía mística. Y flautista dulce. Y fan de Javiera Mena. Una noche de copas nos convenció de que era el entrevistador perfecto para hablar de “Mena“. El nuevo disco de Javiera Mena. Con su ídola. Estos son los hechos.
* Por Felipe Cussen • Fotografías: Rod.
Ella es mi ídola
Llevaba tres semanas de espera, pero mis primeras gestiones comenzaron muchos meses antes. En una reunión informal con los editores de Pániko, adulé sin pudores las bondades su sitio, y se rindieron fácilmente a mis halagos. De a poco los fui convenciendo de mis dotes como comunicador social, mi preocupación por el futuro de la juventud chilena y mi manejo de las más modernas técnicas del periodismo narrativo. A ello sumé mis credenciales académicas, con una sólida formación doctoral en el extranjero y varios años de enseñanza de la literatura en instituciones de reconocido prestigio, y, aún más importante, una fina sensibilidad musical labrada en las aulas del conservatorio y en la experiencia como eximio intérprete de un instrumento único: la flauta dulce.
Su inocencia les impedía darse cuenta que tramaba una operación de alto vuelo. Desde hace mucho tiempo, la voz romántica de una chica chispeante y atrevida me había obsesionado. Escuchaba sus canciones una y otra vez, intentando develar el secreto de sus pegajosas melodías. Junto a mi devota esposa, igualmente fanática, asistimos a muchas de sus presentaciones públicas, verdaderas explosiones de alegría y glamour contenido. La aparición de su último disco me dio la excusa que me faltaba, e incluso lo bajé desde iTunes (esto puede no ser cierto). No me costó convencerlos de que yo era la persona más idónea para entrevistar a la heroína musical de nuestro Bicentenario: Javiera Mena.
Me apuré en contarle a mis amigos, que me apoyaron comprensivamente. Comencé un proceso de mentalización psicológica y recibí intensos coachings de avezados periodistas. Las gestiones para concretar la cita tomaron tiempo, pues sus numerosos asesores se encontraban ocupados planificando el asalto al mercado mundial. Pero estos obstáculos no doblegaron mi voluntad, y llegó al fin el día en que conocería a mi ídola.
Luego de mi sesión diaria de masajes y tras una última sesión de consulta con mis más estrechos colaboradores, me dirijo al encuentro con Javiera. Repaso los últimos ajustes de mi estrategia. Me he juramentado no cometer el mismo error que Luis Jara ante Robbie Williams: “I’m your fan, but I’m gonna try not to be it“. Yo sí le demostraré que soy su fan. Pero también escucho voces que me llaman a la mesura en este empeño: no hagas el ridículo, Felipe, no hables de más como lo haces siempre, no te pongas ansioso como cada vez que conoces a una persona famosa. Intenta ser cool, por alguna vez en tu vida.
Llego muy cool. Javiera llega con blue jeans y un polerón azul, y la saludo muy cool. Decidimos hacer la entrevista en su sala de ensayos, una pieza pequeña dentro de una casa grande. Me quedo mirando su precioso sintetizador rojo, un Nord Lead. Le advierto que no soy periodista, como si así pudiera conseguir algo de comprensión, pero también considero justo informarle de mi condición de flautista dulce, para evitar malos entendidos. Los flautistas dulces somos unos incomprendidos. Me mira con curiosidad.
La primera vez que te vi fue en un lanzamiento del Caco Labbé y Pablo Torche, en la Feria del Libro de 2004, donde tocó Televisa, y me llamó mucho la atención porque no conocía tu música y aparecieron con una ropa muy especial, con coreografías, era súper fresco. Encontraba interesante esto de aparecer como la joven ingenua y jugar con eso. Y quería preguntarte qué ha pasado con eso, luego de todos estos años, cómo mirai ahora pa atrás esa etapa, y esa imagen que proyectaban en vivo.
—Claro, eso fue hace harto tiempo, igual era más cabra chica, y lo que tú decís que proyectaba era eso, no más. Lo hacíamos con la Pancha (Villela), queríamos hacer canciones y fue como ya, vistámonos igual. Además la Pancha tenía un sentido estético súper especial, ella se preocupaba de que nos vistiéramos parecido, y hacer coreografías, porque nos gustaban las Spice Girls y toda esa onda. Entonces le dimos con eso, sin ninguna ambición de ser un grupo mainstream ni nada, era como nos gustaba.
“¿Y cómo miro pa atrás? Miro como que igual han pasado hartas cosas, he hecho diferentes canciones también, la gente ha comenzado a conocerme de a poco. Ha sido todo súper gradual porque esto pasó hace ene tiempo y siento que el recorrido ha sido de a poquito subiendo. Lo encuentro un camino gradual y tranquilo y seguro”.
Estos orígenes estuvieron ligados a un ambiente de música independiente, de periodismo independiente. ¿Qué ha pasado ahora que tu música se ha masificado mucho, suena en hartos países, tienes agente de prensa, booking, sello propio?
—Ha sido la necesidad natural que se dio, primero, de hacer el sello. Como que significó ponerle una etiqueta a todo este trabajo que veníamos haciendo con Cristián (Heyne), y decir: aquí estamos nosotros, esto es Unión del Sur, y vamos a tener este sello y vamos a trabajar nosotros mismos. Y decir que la autoproducción es más segura, y te deja tener control de todo. Estoy trabajando con Vega Management en México, que ahora voy pa allá, entonces con ellos hay una persona de prensa. En España ha sido todo todo por la buena onda, por blogs y el indie. Y en Japón también estoy con un sello, se llama Art Union. Bueno, y en Estados Unidos ahí estamos empezando a cachar, es como a la par de México.
¿Y cómo te las manejai con todo? Porque es dejar de pensar sólo en componer canciones, y pensar en términos muy prácticos…
—Claro, me ha costado un poco, porque yo soy poco práctica igual, me gusta hacer las canciones, y ahí es donde rindo bien, en el estudio. La parte más ejecutiva me ha costado, pero Cristián también me ha transmitido todos los conocimientos más ejecutivos y miles de cosas que he tenido que aprender, y que yo creo que un artista hoy en día debe saber. Porque ya no erís como antes, que te agarraba un manager y te manejaba la carrera; ahora yo creo que los artistas son muchas cosas en una. Aparte de hacer música también tienen que manejar sus carreras y manejar muchos conceptos que pueden parecer lateros, como de ir a cobrar cosas.
[Traje mis preguntas anotadas en varios papeles que se me desordenan.]
Hace poco fui al concierto de Gepe, y hubo un momento cuando tocaron “Lienza” que estaban tú, Gepe y Alex Anwandter, y depués Pedropiedra, y pa mí, que tengo unos pocos años más, era súper heavy ver toda una generación nueva sobre el escenario. Y pensaba que cuando fui a mis primeros conciertos, de Los Tres, La Ley, etc., la actitud de los músicos era de pararse, ser pesado y medio barsa, y en el caso de todos ustedes veía una parada más suelta, más relajada, muy poca pose. No sé si tú notas ese cambio, pero antes se creía mucho en la “actitud” del rockero y en el caso tuyo y de otra gente lo veo como más relajado.
—Claro, es que todavía siguen habiendo rockeros con actitud de rockeros, pero es diferente a lo que vengo a plantear yo o lo que puede plantear Gepe también, que es más algo de la música, de las canciones, y ser un poco más auténtico. Yo no me siento rockera ni nada, a pesar de que igual me puede gustar, pero sí, es como que compartimos eso de ser más cercanos a la gente. Yo ando en micro, no tengo por qué sentirme como una diva, me siento muy como un trabajador, en este caso de la música.
Ahora lanzaste primero tu disco “Mena” en iTunes y en Amazon, ¿cómo ha funcionado lo de las descargas?
—Sí, principalmente México y Estados Unidos es donde más se ha descargado. La canción “Hasta la verdad” estuvo como la canción de la semana en descarga gratis, y se bajó muchas miles de veces, y eso me ayudó con la difusión. Y nada, estuvimos en el puesto 23 del iTunes latino, y súper bien, porque con Heyne era cómo: hueón, ni siquiera pagamos nada, ha sido todo autoproducido, muy indie, y que estuviéramos en el 23 del mundo en latino, bacán, así es que súper contentos por eso, y nos inyecta de energía para seguir haciendo cosas.
¿Y ahora para la tocata del sábado, con quiénes vas a tocar en vivo?
—Con un baterista, que es Lego Moustache, que toca en Astro y se llama Nicolás Arancibia; con Valentín Trujillo, que es bajista y que es el nieto del Tío Valentín, se llama igual, son como cuatro generaciones de Valentín Trujillo; y en los coros una chica que se llama Mamacita, que también hace música, y otra que se llama Felicia (Morales), que también toca con Gepe, y esos somos no más.
[Nuevamente me demoro en revisar mis notas, se hace una pausa demasiado larga.]
Hablando del disco, se demoró varios años, me imagino que muchas canciones las tenías de antes. ¿Cómo fue eso?
—Había canciones que ya venían terminadas, como una que se llama “Acá entera”, o “El amanecer”, pero otras pasaron por varias etapas, hubo mucho de: no, que tiene que ir por aquí, que no tiene nada que ver con el disco… Pero ahí fuimos agregando sintes análogos, camas, cambiando sonidos que yo había traído de mis baterías que eran como más locos, y llevándolos a un formato más clásico, que era lo que andábamos buscando en este disco, como unificarlo en cuanto a los sonidos de baterías… Entonces todas esas decisiones estéticas ahí las discutimos con Cristián (Heyne, productor del disco) y llegamos siempre a un acuerdo al final.
¿Y la carátula del disco físico va a ser la misma que apareció en internet?
—Una que es con la cara doble, sí.
Me llamaba la atención, porque en el otro disco también aparecía tu cara varias veces, ¿hay alguna idea ahí?
—Sí, en realidad lo empezamos a hablar después. El Alejandro Ros es el diseñador de los dos discos, y con él somos súper amigos y tenemos ya una continuidad. La interpretación que se le puede dar es que Esquemas juveniles es más la juventud, que erís como muchas caras, y éstas son dos, pero tampoco erís una, como que igual es algo doble, confuso, como que tampoco alcanzai la madurez nunca, pero igual tenís tu dualidad. Ya va a venir un disco en que esté yo no más, con una sola cara…
Esto lo veía en relación con tu música, que se ofrece muy directa, de frente, pero parece más simple de lo que es y a la vez tiene mucha complejidad. Y eso hace que sean discos que soportan escucharlos muchas, muchas veces, que es lo que no pasa con otros discos de pop…
—Claro, que los escuchaste todo un día mil veces y de ahí no los querís escuchar más.
A mí al menos no me ha pasado eso con tus discos…
[I’m your fan]
—Qué bueno…
[Sonríe.]
Leí que hablas de la dinámica de las canciones. Que te gusta ir llevando la canción hasta un cierto punto para que explote en el coro, muy consciente de que no sean canciones planas, de no tirarlo todo al tiro. E incluso veo que a nivel del disco ocurre así, porque la secuencia de las primeras canciones está dispuesta para ir subiendo de a poco. ¿Cómo fue lo del orden de las canciones?
—Pa mí el proceso del orden fue tan lento como hacer el disco, yo estuve como un mes haciendo el orden. Lo quería narrar como una película, entonces me demoraba porque ponía el disco en un orden, lo escuchaba entero y entonces mmm, no, le cambiaba una cosa, lo escuchaba de nuevo entero, y después lo escuchaste mucho y había que parar un rato. Entonces me demoré bastante en elegir el orden, y tiene un por qué, una narración también.
¿Y cómo veís tú esa narración global del disco?
—No sé, como que me basé un poco en el camino del héroe, como “La historia sin fin”, cosas así, me imaginé como esas películas que parten así como con un espíritu, después que pasa algo bueno, de repente hay una etapa como más triste, que sería “No te cuesta nada”. Pensé como un héroe que va recorriendo caminos y va pasando por mundos. Puede ser Atreyu, o Mario Bros., también.
Eso me resulta atractivo porque igual yo bajo discos enteros y los escucho enteros, todavía no estoy acostumbrado a poner random, me pongo nervioso… Y creo que este disco funciona muy bien escuchado al hilo. Ponte tú, “Luz de piedra de luna” queda muy bien después de “No te cuesta nada”, hay un contraste que te deja en un estado y te sube al tiro a otro…
[¿Qué habíamos dicho de no hablar tanto…?]
Eso se ve como bastante bien trabajado; no sé si decir mucho sobre tu música si se ve muy “pensado”, pero yo creo que sí, igual hay músicos como que se apestan si les decís que son perfeccionistas, que piensan las cosas…
—No, pa mí todo bien, te entiendo ese punto. Quizás a alguien le moleste que le digan: ah, estudiaste música, como que fuera algo malo, pero pa mí ha sido increíble poder racionalizar mucho todo, pa mí ha sido súper bueno. Y existen músicos como Kurt Cobain, que deben haber sido así, pero, claro, tengo ese lado, pero también otro lado como más académico, de estudiar las cosas, de leer mucho Wikipedia, y me gusta el lado más nerd.
En tus entrevistas se nota que siempre estás al día de música, de escuchar otros músicos, y de escucharlos críticamente, o sea, no sólo decir me gusta, sino fijarte que tiene esto acá, esto allá…
—Sí, si igual me gusta eso…
Y no como hay muchos otros músicos que tratan de borrar sus influencias y decir no, yo, mi inspiración y la volá…
—Claro, es que sobre todo si estai haciendo pop siempre te tiene que sonar como a algo, y es la idea, y además yo siempre estoy analizando cosas, me bajo partituras, también analizo música clásica, la armonía. Max Martin, el compositor de Britney Spears y todos los hits, decía que él había analizado a Abba, y Abba a su vez había analizado a Beethoven, entonces es pura armonía, de lo más estudiado. Sí, a mí me gusta ese lado, más académico de la música.
[Me gusta confirmar que se toma tan en serio la música como imaginaba.]
Quería comentarte un detalle: la primera vez que escuché el disco, la primera canción parte con un fade in, y uno piensa ah, está bajo, y lo subí, y ese pequeño detalle yo lo veía como una invitación a entrar en el disco. Y la primera canción, “Ahondar en ti”, funciona en un tempo medio, ni lento ni rápido, que encuentro que es muy más difícil, porque puede quedar una lata. ¿Cómo lo manejaste, lo fuiste variando hasta encontrarlo?
—No, me vino así. Se me da fácil el medio tempo, igual. Como que mis canciones son así de 110 ó 90, pero ponte tú me cuesta mucho hacer una canción muy rápida, o una muy muy lenta. Fue como algo natural, ese medio tempo de “Ahondar en ti” yo lo tomé mucho del soul, The Supremes, ese tipo de tempo que es como una balada, pero igual energética, dan ganas de caminar…
Esa canción es como para ponerse audífonos y salir a caminar…
—Sí.
Tú decías que tenías gran parte del disco armado en tu computador. ¿Cómo trabajái tú en general, con qué instrumentos, con qué software?
—Este disco todavía estaba con Orion, que era uno de PC, ahí fueron hechas todas las programaciones, el esqueleto del disco estaba ahí. Ahora me cambié a Mac, y estoy con Live, pero todavía no he podido componer mucho en Live, con Orion llevaba miles de años trabajando, entonces, igual adaptarse a otro software es otra cosa. Pero ahora estoy más en la volá de tocar el disco no más, como que ya llevo mucho tiempo con los computadores, empecé a tener problemas a la espalda, entonces estoy “ya, quiero tocar”.
¿Y ahí vai metiendo este sintetizador, y otros sintetizadores virtuales?
[Estoy intentando lucir mis precarios conocimientos de música electrónica.]
—Sobre todo como con “composición con mouse”, que yo le llamo, dibujando las secuencias, las baterías, los bajos, el teclado, todo.
¿Y cómo cambia eso, que está tan exacto, cuando estai tocando en vivo con un baterista o un bajista humano?
—Es que es como decir que voy a hacer covers del disco. Como que no voy a tocar el disco; en el fondo, tenemos esta formación, toquémoslo con nuestra interpretación ahora como banda, porque el disco está super programado y nunca va a sonar igual. Y claro, que también los músicos aporten, y que sea divertido pa todos y que todos nos sintamos comprometidos con las canciones.
Bueno, y luego en el paso del computador al estudio, se nota que hay un sonido menos casero, mucho más redondo, sentí que los bajos y las percusiones graves estaban bien potentes. ¿Eso salió desde el comienzo en el trabajo con el productor?
—Sí, nosotros escuchamos mucha música disco, en que los bajos te dan ganas de bailar. Ésa era la idea, como que lo podai poner en una fiesta y que te den ganas de bailar, y para eso los bajos tienen que ser power.
[No le comento que el sábado pasado, en una fiesta, me apoderé a la fuerza del computador para poner algunas canciones suyas que todos bailaron.]
Respecto a la voz, en este disco hay muchas canciones en las que hay partes en que hablas.
—Es como el momento reflexivo, un poco. Me gustan las canciones en que hablan entremedio, como Diana Ross, que me encanta, y siempre habla entremedio, justo una progresión y habla. Lo encontraba bonito, y súper del pop, y nunca lo había hecho y lo quería probar en este disco igual.
También vi que las canciones están más llenas de detalles, introducciones, los interludios, los puentes están bien trabajados, como que expandiste el registro de canción, la gran tradición del pop que trabaja todos esos detalles.
—Claro, como más el pop de los setenta, que a mí me encanta, viene ahí del soul, como con las intro, y que la intro se repite al final, igual muy pensado, también, pensando mucho en la estructura, y todo viene de la sinfonía, en el fondo.
Y las letras, ¿cómo las fuiste trabajando?
—Fue lo último. Tenía las melodías, tenía todo listo y faltaban las letras. En general me costó terminar las letras. A veces me salen al tiro las letras, pero así me salió en este disco. No quiero dejar nunca más para el final las letras, porque fue como un cacho, porque Cristián me decía: ya, graba la letra, y la grababa pero después: pucha, no quiero que diga eso. No sé, como que no estaba tan inspirada en cuanto a lírica, no estaba leyendo tanto, estaba más como viajando.
¿Y antes te había pasado que a partir de lecturas te fueran saliendo letras?
—Sí, sí.
¿Y de qué autores?
—Es que en realidad no soy muy de leer libros, como que leo más en cualquier lado. No sé, los libros del colegio, Wikipedia o internet. Pero claro, leía más antes, los típicos, Herman Hesse, había unos escritos políticos suyos que me influenciaron harto. Y poetas, la poesía ha sido mi influencia, leo poesía chilena y Gabriela Mistral, un montón. Pero tengo como pocos libros, pero me meto harto y leo mucho en internet.
[Debería contarle que para la última prueba a mis alumnos les coloqué como epígrafe unas líneas de “Al siguiente nivel” para motivarlos.]
En las letras de este disco había mucha preocupación por el fraseo, que rítmicamente calzaban muy bien.
—Es que eso es porque estaba listo el ritmo y la melodía, pensado musicalmente, era por eso, tenía que calzar. En ese sentido soy súper ortodoxa, si se me ocurrió el ritmo así, no voy a cambiarlo, tengo que meter la frase de alguna manera, y tampoco cambiar mucho los acentos.
Bueno, no tengo el disco físico todavía, pero había algunas letras transcritas en internet, por fans…
—¡Pero ponen cualquier cosa!
Sí. Tengo la impresión que en general son muy etéreas, que no son muy concretas. ¿En qué estai pensando?
—Claro, no como “Y nos dieron las diez”, de Joaquín Sabina… Me gusta más como fotografías, ir mezclando. Me gusta eso que yo pueda decir un día que es esto, otro día otra cosa, y si me piden una explicación decir algo, y después al otro día puedo sentir otra cosa y lo digo; más como poesía, también. Me gusta mucho la poesía por eso mismo, y trato de ponerlo en mis letras.
Hablabai también de la influencia del pop de los setenta, pero también pensé mucho en este disco que había cosas de los noventa, muy típicas del tecno de esa época. Y me acordé harto del disco “Corazones” de Los Prisioneros…
—Sí, me lo conozco entero, al revés y al derecho, es el mejor disco del pop nacional, y Jorge González es un maestro, un genio, muy importante. Y estaba muy pegada con ese disco al momento de componer.
Igual es heavy porque igual para muchos de mi generación ese disco fue como una traición de Los Prisioneros, que se vendieron, y después vino la carrera solista de Jorge González que también fue súper extraña, porque la gente tenía otras expectativas.
—Sí, poh, y al Jorge le encantaba toda esa música así de los ochenta, Bananarama, se vacilaba todo eso, y estaba súper apestado de que le dijeran todos que el disco no estaba bueno, porque ese disco es una maravilla.
[Eran bien tontos todos a comienzos de los noventa…]
Quiero hacerte una última pregunta, en representación de todos los flautistas dulces de Chile: tú tocabas flauta dulce, ¿sigues tocando?
—Pucha, no mucho, pero el primer instrumento que toqué fue la flauta dulce, y estaba todo el día, me odiaban en mi casa. Me sacaba todas las canciones de los monitos, me sabía todo, todo. Es que era lo único que había en mi casa, así como que yo pudiera llegar y tocar.
Y en algunas de tus primeras canciones hay flauta dulce, ¿tocabai a veces con flautistas?
—Sí, mi primer recital fue con un computador, onda un computador de verdad, no un laptop, un PC, y tres flautistas dulces, un primo y dos amigos tocando, era muy ridículo.
Muy Mazapán.
—Sí poh, me encantaba la onda Mazapán y flauta dulce; mezclado con electrónica…
¿Y piensas volver a incluir flauta dulce en alguno de tus discos?
—Sí, de todas maneras, me encanta, encuentro súper cálido el formato Mazapán, como de Música Antigua, también. De ahí viene mi gusto por la Música Antigua, cuando después en la Escuela me mostraron más fue como wow… No sé, también soy fanática de un disco de Burt Bacharach, pero hay una versión que se llama Baroque Bacharach, que es un cuarteto de música barroca que hacen puras versiones de Burt Bacharach, y esa cuestión es pan de cada día. Cada vez que me siento un poco bajoneada, lo pongo y como que al tiro salen los pajaritos.
[No sé por qué motivo no me atrevo a decirle que sus discos me provocan lo mismo.]
Justo entonces, cuando nos animamos hablando de nuestra admiración por Burt Bacharach, y estoy a punto de exponerle una compleja teoría en la que explico las más intrincadas vinculaciones entre la música barroca y el pop, llegan sus músicos. Se despide con mucha amabilidad. El ensayo va a comenzar.
Tres días después, de la mano de Marcela, mi bienamada cónyuge, hacemos la fila para el lanzamiento de “Mena” en la sala SCD del mall Plaza Vespucio. Estoy contento, pues ya he iniciado los trámites para fundar la sección adulto mayor de su fans club. Desarrollaremos innumerables actividades de beneficencia, como talleres de autoayuda para adultos con crisis de identidad, como yo. Nos encontramos con Muriel, alumna nuestra y reconocida comentarista musical. Ella es muy cool. Al entrar a la sala compro el disco recién editado (esto puede ser cierto) El disco anterior me lo había regalado Marcela, para una Navidad. Justo cuando estamos comentando lo bien que aparece en las estupendas fotos tomadas por Rod– que acompañan esta entrevista-, Javiera entra con muchísima energía al escenario. Lleva moño, pañuelo rojo y zapatos rojos que combinan con su sintetizador. Como siempre, está muy concentrada en la música. Canta mejor que nunca. Se lanza al público. No deja de sonreír. No necesita simular que lo está pasando bien. No necesita simular que está feliz. Yo también.
El concierto se nos pasa volando, pero luego de que salimos me quedo intranquilo. Quisiera agradecerle y felicitarla personalmente, pero no me atrevo y vuelvo a la sala sin saber qué hacer. Muriel, mientras tanto, ya ha recurrido a sus contactos y va subiendo al camarín. Le pregunto si podemos acompañarla y nos dice que sí. Al llegar, Javiera me recuerda. Le pido que autografíe el disco. Está resplandeciente. Nos vamos. Muriel acaba de ganarse un 7.
* Felipe Cussen es profesor de literatura en la UDP y experto en poesía mística.