La actriz y ex Maniquí detalla su disco solista y posa para el lente de paniko.cl.
La actriz y ex distinguido cuerpo de baile Maniquí lleva diez años en el electropop; protagonizó la película “Las niñas” junto a Antonia Santa María, y es DJ e ícono gay. En este nuevo Make-up rock, Sofía Oportot detalla su primer disco solista que lleva por nombre “Vacía”, el mismo que se lanzará por el sello discográfico Metavarón y que también tendrá descarga online gratuita.
// Por Camila Cruz Bustamante • Fotografías: Carlos Ortega.
¿Quién puede entender a una mujer mejor que otra mujer?
La primera vez que vi a Sofía Oportot fue en la tele. Era un programa que tenía Sergio Lagos en Chilevisión, Panoramix, y yo pensaba: ¿qué onda sus bailes? Eran pasos bien raros los que hacía en “Maniquí”, coreografías sin compás, pero que resultaban entretenidas de imitar, con movimientos sexualones y harto “toma toma toma”.
Más o menos en 2002, cuando bailaba en una fiesta gay con mis amigos, por los parlantes sonaba: “Bombombéame tu amor/ bombombéame el corazón” y en el video vi nuevamente una cara que me parecía conocida: era Sofía Oportot. En ese entonces yo tenía 15 años, y no me perdía Mekano, así que caché de inmediato que su acompañante era Pía Ciccero, bailarina de ese programa, y un japonés llamado Takaomi Saito, que le agregaba el ingrediente exótico al trío.
No recuerdo otro acercamiento hasta que la conocí en persona: pequeña, delgada, amable, de rostro y voz distintos, y ojos muy expresivos, lo que me hizo imaginar inmediatamente su maquillaje. Fuimos a la casa de su abuela a hacer las primeras fotos y llegó de improviso una actriz conocida: “Les presento a Antonia, mi prima”, Antonia Zegers, y debo reconocer que me emocioné (admiraba tanto a la María Jacobé).
Esta nueva sección de Make-up Rock fue en un lugar mágico, el parque japonés del cerro San Cristóbal, el pulmón capitalino, y las imágenes fueron captadas por el fotógrafo Carlos Ortega.
Sofía, ¿desde cuándo tu acercamiento con la música?
—De chica veía Música Libre y veía a las niñas bailando, interpretando las canciones. Veía videoclips y jugaba que estaba en alguno, que era una cantante como Madonna o Rafaela Carrá. Siempre con ese sueño loco de la fantasía que interpretan las artistas, creo que nació por ahí.
¿Cómo recuerdas la experiencia con Lulú Jam, el trío pop con el que te iniciaste en 2002?
—Creo que la vida es un tejido y que una cosa enlaza a la otra. En la universidad formé un grupo de performance donde cantábamos a capella, pero no en formato canción y empecé a inventar letras con mis amigos, igual nos iba bien, nos invitaban a varios lados, pero al final ese grupo se deshizo. Quedé con el bichito de tener un grupo y siempre estuve interesada, entonces, después ensayaba una obra de teatro y, si en la sala del lado tocaba una banda, iba a curiosear. Me quedé con la bala pasada de hacer canciones. Y cuando empecé a trabajar en Panoramix, por cosas del medio conocí a Pía Ciccero y al músico Gabriel Vigliensoni (ex Lucybell, Electrodomésticos) y ahí nació la idea de hacer Lulú Jam, que tiene un formato más estructurado de canción pop.
Luego vino QuieroStar, que fue tu segunda banda más mediática.
—Esta banda era un grupo de amigos con intereses en común: estéticos, en el cine, y ellos ya estaban haciendo música electrónica y de alguna manera son mentores míos, porque me mostraron otro tipo de música, gracias a Arturo Saray que es Dj xtralarge, comencé a ser DJ también, soy como la discípula de él. Nos retribuíamos muy bien, yo les entregaba una letra, ellos me entregaban una base y era como un diálogo constante con ellos.
¿Y como es eso de que ahora vas de solista?
—Mi disco solista es un diario de vida, un espacio donde puedo volcar un montón de letras más sentimentales, sin pudor ni tapujos, incluso pasando por lo cursi, no le tengo miedo a las emociones más profundas. Lulú Jam nació como un proyecto de ir a las fiestas, más bailables y pícaras, pero igual tenía mucho de mí, porque era la letrista. Tampoco hago una distinción muy grande entre Lulú Jam y mi proyecto solista. Ahora con el de QuieroStar sí es distinto porque no hablan en sus temas del amor, hablan de la ambición, amistades pasajeras, una prostituta, entonces busca desenmarcarse de esas letras. El proyecto solista fue irme al chancho al mostrar mis emociones, algo más personal. En Lulú Jam siempre pensábamos en los fans, como teníamos ese nicho ganado, iba por una línea definida, pero son bien parecidos a nivel de letra.
¿Quiénes son tus referentes?
—En las baladas me inspiré en la Britney, las escuchaba y a través de las melodías que enunciaba yo iba sacando otras melodías, pero generalmente no ocupo tantos referentes, voy más por lo que yo siento. Igual de repente con Ignacio Redard, que es el productor con el que trabajo, nos fijamos en una base de una canción. Por ejemplo, hicimos una parecida a Chromeo. Siempre vemos harto YouTube, viendo las cosas que se hacían, sacando ideas, nada muy particular.
Dijiste que tus canciones eran como un diario de vida: el tema “Entender” trata de dos amigas que se gustan y dice: ¿Quién puede entender a una mujer mejor que otra mujer?
—¡Esa canción! Fue muy especial la historia, porque éramos un grupo de amigas y una me dice: “oye, ayer nos juntamos con las niñas y había un piano y estábamos leyendo la revista de historias sexuales de La Cuarta y hablaban el tema del lesbianismo y el artículo terminaba con la frase: ¿Quién puede entender a una mujer mejor que otra mujer?”. Y me contó eso y nosotros empezamos a cantar y me quedó dando vuelta la melodía, la letra, y yo siempre hacía música con esta amiga y le dije: “le inventé una letra a ese coro” y así nació, como un juego de ellas.
Bueno, pero igual eres un ícono gay, siempre estás en la marchas.
—Siempre estoy. Con Lulú Jam cuando empezamos el grupo no sabíamos muy bien dónde iba lo nuestro, queríamos tener fans como toda banda que nace, estábamos en MTV, pero no teníamos un nicho y de repente aparecieron esos chicos que nos admiraban y eran una camada de gente mucho más abierta de mente, en lo sexual, gente de la Blondie, gente pre pokemona, entonces hubo una identificación mutua y ese público siempre ha entendido nuestra música: un público más abierto, cercano al pop, a no tenerlo miedo a lo que se enmarca como “rosa”. Porque lo que pasaba en el país era que estaba el rock como única música válida o el hip hop que tenía un mensaje muy social, entonces no había cabida para la mujer y para lo que puede ser más liviano o más humorístico, incluso, diría yo.
Recuerdo que una vez fui a una marcha gay, antes de ir a cantar, y estaban tocando “Chocolate Boom” (de Lulú Jam) y era como que todo tenía mucho sentido. Faltan artistas que vayan a las marchas que no van a estar en las noticias, pero que vayan a estar con la gente. Ser un referente gay es un orgullo para mí, además es un ambiente que me hace sentir muy cómoda y protegida.
Tus videos son estéticamente arriesgados, ¿cómo llegas a trabajar con Niño-Niña (productora de Roberto Doveris y Nicolás Guzmán)?
—Fue una cosa de la vida, porque a Roberto lo conocí cuando me llamó para actuar en un cortometraje, entonces nos conocimos trabajando. Después ellos engancharon con mi música y ellos me dijeron: “Nosotros queremos hacer una canción del video ‘Entender’” y genial, me encantó. Ellos pusieron la idea de que fuera un cumpleaños mío que se celebraba, enganché heavy y nos hicimos amigos, incluso de algunas niñas que salen en el video, se formó una conexión súper buena y decidimos hacer otro, que es “Cuarto Oscuro” que también fue arriesgado, porque era todo lo contrario a “Entender”, mucha luz, mucha naturaleza y sólo mujeres; este era oscuro y sólo salían chicos. Me encanta como trabajan ellos, la sensibilidad, el profesionalismo y yo con esa gente me quedo, con una lealtad grande, cuando confío en la gente me entrego a cualquier idea que ellos pueden tener.
En el escenario trabajas con perfomances y bailarines. ¿Cómo preparas tus shows?
—Trabajo con dos bailarines que siempre me han apañado, el “cuerpo G” les digo (son Germán y Gustavo). Mi ideal sería una puesta en escena mucho más completa, en que pudieran estar mis músicos y mis bailarines, pero para eso necesito un escenario muy grande.
¿Podría ser el baile lo que te diferencia de otras chicas del pop, como Javiera Mena o Francisca Valenzuela?
—De todas maneras, es que igual no hay que olvidar que yo vengo de la escuela de la actuación y para mí es muy importante un buen montaje de show más teatral o de baile. Si los referentes más grandes del pop mundial, que son Britney Spears, Lady GaGa o Rihanna, trabajan con niños que bailan atrás, yo también quiero hacer eso. Mi propuesta tiene un dejo de ironía, porque no tengo la infraestructura de ellos y tengo a dos niños bailando y no a diez, eso como que puede dar un toque muy auténtico y personal. El mismo coreógrafo que monta mis bailes era el de Lulú Jam.
Para ir cerrando, ¿Tienes proyectos en actuación?
—Voy a empezar a grabar una serie para Vía X y estoy feliz con eso. No me gusta encasillarme en una cosa o en otra, lo de cantar me llena por la autoría, porque hay mucho de mí, quizás más que cuando actúo lo que un director me dice y con un texto que no escribí yo. En cambio cantando soy mi propio personaje, pero proyectado.