“El primero con mi nombre desde el siglo XX”.
Hace menos de un mes se cumplieron 25 años desde que apareció el segundo álbum de Los Prisioneros, que trae nada menos que el himno “El baile de los que sobran”. El sello de la banda celebró el cumpleaños con el lanzamiento al mercado de la reedición de las 4 primeras producciones del trío en CD y anunciando lo mismo en vinilo más un DVD. Se entrevistaron a variados músicos y críticos para hablar del disco, pero sólo pániko.cl logró conversar con su compositor. Acá se refiere al contexto de la creación de ese álbum, de uno que viene y, por qué no, de nuestra contingencia.
// Por Emiliano Aguayo. Periodista, escritor y docente, autor del libro “Maldito Sudaca” (2005, RIL editores).
Se cumple 25 años del disco “Pateando Piedras” y EMI ha lanzado una colección en CD de las 4 primeras producciones de Los Prisioneros y ya se anuncian los mismos en vinilos y un DVD. En los medios se habla del tema y entrevistan a varias personas, pero a ti no te veo, que eres el compositor.
—Ni me había dado cuenta que ya pasaron 25 años de esa grabación. La verdad, hoy hay tantas cosas en el mundo tan urgentes que es poca la resonancia que el aniversario de un disco de este tipo pueda tener, pero me trae mucha alegría que se recuerde.
Un disco hecho en un tiempo muy diferente, bajo un Santiago gris, peligroso, con días brillantes y energéticos, pero de noches harto oscuras. Era más bien peludo andar por ahí. Los chiquillos que estrujaban la patria no invertían ni en lámparas para las calles. ¿Y quién les iba a llevar la contraria?
Hoy “Pateando Piedras” es un disco fundamental, clásico y hasta lógico, quizás, en tu carrera, pero en su momento, no todos entendieron el cambio musical que le imponías a la banda, que hasta debió haber perdido un par de fans por ponerte más “tecno”, con más programaciones y menos guitarra, por ejemplo. ¿Lo ves así?
—Cuando surgió que grabaríamos un segundo disco, momento definitivo en cualquier banda que se crea buena, había que poner todo lo que se pudiera pillar para que fuera el mejor disco que se había hecho en la historia, que fuera un clásico y al mismo tiempo taquilla, sin discusión, así que no escuché mucho las opiniones externas.
Hay que recordar que en esos días ser “rockero” era ser muy picante, si eras chileno. Te gritaban pesadeces en la calle y veías tu disco tratado despectivamente. No era, en términos disneynianos, “popular”. En todo caso, tampoco teníamos muchos fans.
Ese disco fue muy lindo de hacer. Tengo un recuerdo precioso de esos días, que fueron los últimos que viví en la casa de mis padres, antes de marcharme a la calle Beaucheff, a la casa que fue mi hogar intermitentemente por muchos años y en la que trabajé como 10 álbumes.
Me acuerdo que el disco anterior, “La voz de los ’80”, no había tenido mucha entrada en las radios y eso me tenía medio picado, porque no comprendía cómo ciertas canciones que consideraba mas charchas y menos cautivadoras las pasaran a cada rato y no pasaran, por ejemplo, “Paramar“. Y, a la vez, sentía que podía hacer canciones que sonaran tan atractivas como las que sonaban en las radios, incluso más vibrantes que las que sonaban en discos que en esa época eran de un esplendor que cegaba. Estaba Chaka Khan, Shalamar, Pointer Sisters, el break dance, Prince.
Los shows del primer álbum eran casi siempre en discotecas, como en San Antonio, Concepción, La Serena, donde en un momento los dj’s del lugar paraban de poner música y entrábamos nosotros a tocar en vivo, cosa que era medio complicada al principio, porque teníamos que hacer bailar a la gente que recién venía de escuchar, en un sistema de sonido potente, música llena de funk, ese sonido que llegó luego del “disco”, pero que cumplía la misma función.
¿Lo que pones en este segundo disco que se diferencia del primero, es un cambio que te nace natural o te lo planteas como un experimento?
—Nunca me he puesto a pensarlo de esa forma, si era un cambio natural o no. Ahí, la verdad, buscaba escribir las canciones que en la cabeza me sonaban, nomás.
Tampoco era el quinto álbum de un artista internacional multiplatino, sólo era el segundo de una banda de la Gran Avenida que nadie conocía fuera de un círculo muy pequeño, aunque increíblemente enriquecedor, así que no nos jugábamos gran cosa con agregar diferentes instrumentos. De hecho, era como medio capo mostrar más recursos en esos años.
Una cosa que seguro influyó en “Pateando Piedras”, fueron los artistas plásticos que iban show tras show. Era gente con la que era perfecto ir a comer un churrasco después de guardar las guitarras y conversar de música al comienzo y de todas esas cosas que la gente a los veinte años gusta conversar. O sea, mucha risa. Era gente harto abierta en su rechazo al régimen militar y en sus trabajos siempre estaba claro, cosa que en los músicos era considerada “un tema muy repetido”.
Los viajes en bus o en tren a provincias influyeron un montón en la apertura panorámica frente a la consola, además de conocer a su majestad el sampler, el Emulator 2 y la revolución que en la cabeza te creaba la posibilidad de tocar cualquier instrumento, usar cuerdas súper bien grabadas, el poder poner la mano en la tecnología que quisiste para el primero, pero no alcanzaste era muy, pero muy excitante.
De un año a otro, fue posible producir en serio y en serio se hizo, con la suerte de trabajar con Caco Lyon, que posee una comprensión de la música muy seria, muy bien balanceada. Él grababa los discos de “Mazapán”. Incluso, alternábamos sesiones con ellas y esos discos estaban muy bien hechos, jugados y prendedores. En estas grabaciones, la suerte de trabajar cerca de esa gente hacía muy agradable el ambiente.
¿Sientes que fue resistido el cambio en el medio, entre tus propios compañeros, manager o entorno cercano?
—No entre la banda. A los muchachos les encantaban las canciones nuevas y el hecho que existieran, que llegaran a crearse nuevos temas, siempre daba energía y reafirmaba que no nos estábamos equivocando con jugarnos la vida por la música. Digo la vida porque había que elegir profesión, ya teníamos 20 ó 21 años.
A alguna gente del público no le gustó. Creo que hubo una baja en el nivel en vivo de la banda por lo difícil del material. Nadie tocaba mucho sintetizador y, más encima, tocando y cantando se ponía peludo en los primeros shows. Pero, también, mucha gente conoció a la banda por ese álbum y este disco contenía las canciones que hicieron grandes a Los Prisioneros en Latinoamérica: “Muevan las industrias“, “¿Por qué no se van?” y “El baile de los que sobran“. Sobre todo, “Muevan las industrias“, que nos dio una identidad fuerte en Colombia, Venezuela, Perú y otros lugares, porque sonaba muy, pero muy diferente a todo el rock español o argentino, que eran las dos potencias musicales de esta onda.
Otra cosa que me acuerdo es que todo el mundo estaba feliz con el caset, pero no tanto con la puesta en vivo, cosa que ni se me pasó por la cabeza al grabar. Me daba lo mismo no poder tocar esos temas ante público. De hecho, hay algunos que los llegamos a tocar 3 veces máximo. Entonces, compramos un computador IBM con un programa para secuenciar midi, el Votyetra, que se media en kilobytes. Y usando los bajos programados ahí y los 3 Casio que ya teníamos, podíamos tocar las partes más fáciles y tratar de cantar un poquito más parecido al disco.
Depeche Mode, Heaven 17, The Cure, Sylvester, Ennio Morricone, The Shadows, Dúo Dinámico, La Unión… Cuéntame sobre la música que estabas escuchando esos días en que compones el disco y qué quería hacer, cómo querías que sonara.
—El break dance era lo que sonaba. O bien, “Blue monday” de New Order , “There’s no stopping us” de Ollie & Jerry , “17” de Paul Hardcastle, “Close to me” de The Cure y “Behind the wheel” de Depeche Mode. Un disco del que tomé mucha inspiración era una compilación de temas de películas de James Bond, con Shirley Bassey, Nancy Sinatra; Tom Jones en “Thunderball“, el excelente tema de A-ha para “Living daylights“, donde la influencia musical es la más derechamente no chilena, mientras que para “La voz de los ‘80” la presencia de Miguel Bosé, Cecilia, Nacha Pop o Florcita Motuda, ponían la bandera en alto.
Para los siguientes, el romántico español-argentino-chileno onda Leonardo Favio, Ángeles Negros o Julio Iglesias, le daban el barrio.
Para “Pateando Piedras” escuché principalmente gringerías, muchas partes de canciones, como la programación de tambores de Thomas Dolby, la manera de destinar timbres en un arreglo de Depeche Mode o la sorpresa de las secuencias de acordes de gente como Aztec Camera o The Smiths.
Los 80
El año 1986, cuando se lanza “Pateando Piedras”, también aparecen los primeros discos de Upa!, Valija Diplomática, Aterrizaje Forzoso y Viena, además de los segundos de Cinema, QEP, por ejemplo. Es decir, una generación bien activa y muy ligada con la gente, pues casi todos los grupos gozaron de mucho éxito radial y en vivo. ¿Escuchabas esos discos del llamado pop-rock chileno de los ‘80? ¿Cómo eran esos días en que varios proyectos lograban bastante notoriedad pública y los recintos se llenaban?
—La verdad es que los encontraba a todos harto malos. Algunos eran mis amigos y se portaron la raja como personas conmigo. Todos eran músicos bien jugados e ilusionados, con sentido de la melodía muy marcado por Charly García, una figura definitiva en esa generación de músicos.
Ahora valoro mucho esas canciones, esos discos que suenan tan vivos. Y de llenarse algunos locales, se comienzan a llenar en serio los shows, con mucha gente en todas las ciudades. Ciudades con gente feliz de participar de las canciones coreando y gritando. Esa es la mejor época de la banda en Chile, aunque la mejor época con el trío original se vivió en Colombia, en las giras que no nos dejaban hacer en Chile. Una experiencia fantástica, un regalo que aprecié totalmente.
Si bien todos tomamos a los grupos de los ’80 como un movimiento, me he encontrado con músicos de la época que indican que el movimiento es uno y Los Prisioneros son otra cosa, que corrían en paralelo, que tenían su propio discurso, su propia manera de pararse y hacer las cosas. ¿Estás de acuerdo?
—Todos tenían su propia vida, eran músicos de influencia muy distinta y todos, todos se decidieron por esa profesión en unos años muy difíciles para el arte, para la creación. A nosotros nos ayudaba mucho el que yo, rápidamente, me convertí en un escritor de canciones seco, preciso, prolífico y muy enamorado del pop. Los Upa! eran una súper banda, que armaba muy buenos álbumes, por ejemplo. Aparato Raro hacía algo que en ningún lugar del mundo sonaba igual, eran muchachos que querían pasarlo la raja haciendo tecno pop, pero eran mucho más desarrollados como instrumentistas que lo que el oficio requería y así montaron discos únicos. Parte de los mejores singles de los ‘80 no fueron hits, ni salieron a la venta en su momento, como “En mi tiempo libre” de Los Pinochet Boys, súper amigos míos hasta hoy, o “Edificios” con Javiera Parra, Andrés Bobe y Luciano Rojas; un temazo monumental. La Banda 69 dejó en “Fantasías sexuales” uno de los mejores temas, lástima que mi inexperta producción la frenó. Por eso estaba, además, trabajando con máquinas, porque era más fácil hacerlas sonar bien en el estudio y no me tenía que limitar por las reservas más reducidas de energía musical que en algunos momentos mis compañeros de la época podían tener.
Nuevo disco
Poco y nada se sabe de Jorge González en Chile, mientras has estado tocando y editando discos, Eps o singles en Europa de corte tecno-house, además de volver a Sudamérica cada cierto tiempo para entonar tus clásicos, como en Perú y Colombia recién estas semanas. ¿Cómo eso de ser dj en Europa y un rock star en América?
—Es la papa, me encuentro con la libertad que siempre defendí. Me costó enfocar y ordenar todo para poder hacer las dos cosas. Hubo una época en la que tuve que decidir por lo electrónico y fundé Los Updates en un circuito muy exigente, comenzar de nuevo y darle con todo. Pero, ahora paré la pelota y me puse al día con mi parte Latinoamérica, con la canción, la guitarra, las voces.
A propósito que tus fans no siempre pueden seguir tus pasos a través de los medios, ¿por qué un músico como tú no se maneja con comunicados de prensa, cuando en realidad es parte de la industria, de la difusión o del negocio?
—No se me había ocurrido la verdad. Seguro que algún sello o mánager alguna vez en mi vida mandó uno pero ¿qué gracia tienen?
Si bien no estás en los medios, no es difícil encontrase con temas inéditos tuyos recientes en YouTube, por ejemplo. ¿Cómo llegan ahí?
—He hecho muchos casets, cds, zips y dvds de mis inéditos toda la vida. Es muy poco lo que tiene un nivel más profesional de las cosas que salen. Y, a veces, busco entre tantas grabaciones y algunas dan como para reírse un poco, entonces se las copio a alguien que se las copia a otro que le crea un nombre, etc. No soy muy vergonzoso con eso ni con los temas que no salieron bien, que deben ser la inmensa mayoría.
“Me encuentro con la libertad que siempre defendí”
¿Qué posibilidad hay de escuchar un nuevo disco de Jorge González solista y en español?
—Ya estoy casi listo con un disco nuevo. El primero con mi nombre desde el siglo veinte, de antes de esta Guerra Mundial disfrazada de revueltas árabes por democracia, de cuando me teñía el pelo de negro.
Pensaba hacerlo en varios años más, no esperaba esta inspiración súbita una mañana en la que conocería a la hija recién nacida de un amigo que quiero mucho que vive en Berlín y no tenía regalo para llevar. Entonces, duchándome le compuse una canción, fui al estudio, me conseguí una guitarra acústica con otra amiga de mucho tiempo y la grabé, volándome con overdubs, efectos y todo. Me gustó tanto ese sonido y la reacción que causó la canción, que rescaté un proyecto que tenía desde que vivía en la Roma Norte, en México, un disco de guitarra y voces.
O sea, voz solista, guitarras acústicas y hartas voces de coros en algunos temas. No se parece a nada de lo que he publicado y es la grabación que más me ha sorprendido, por lo fácil, de las que he participado, excluyendo quizá “La voz de los ‘80“, que también fue muy sencilla de hacer. Eso sí, fecha no tengo aún. Ya sabes, hay que imprimir cds con mi caripela al frente y esas cosas. Pero viene y viene en serio. En todo caso, por supuesto que no albergo grandes expectativas comerciales con esto que es sólo música que hago ahora y que está en un nivel de inspiración como para publicarla.
Movilizaciones estudiantiles
“La gente que sale a las calles está en peligro, en un peligro nuevo, onda “dictadura reloaded”. Las leyes se van a endurecer y conducirán a un Estado de control”
A más de 3 meses de un paro estudiantil que pide un cambio de paradigma en la educación chilena, con música de fondo que incluye tu canción “El baile de los que sobran”, ¿cómo ves o qué piensas del movimiento? Has dicho que la batalla entre el bien y el mal hace rato la ganó el mal, pero ante esta petición estudiantil, ¿ves una esperanza?
—Es muy difícil que el poder económico renuncie a esta fuente de ganancias tan provechosa. Y con la ley de su lado, además, como en este caso, porque la escribieron ellos mismos hace no tantos años, sin consultar a nadie más que a ciertos economistas que estudiaron en USA y a generales que empleaban la tortura todos los días en muchos lugares de Chile. Además, todos los medios masivos de comunicación son controlados por los mismos que controlan el poder judicial, el poder militar y el poder en todas las formas negativas posibles, en todos los espacios que parezcan necesarios.
El país está planeado para funcionar de la manera que está funcionando. No es la derrota del libre mercado, es el triunfo absoluto de esta difusa cuasi-religión.
Los dueños legales del país no tienen cómo ser obligados a cambiar nada. Chile es un reino en el que los condes y duques obtienen generosos tributos de sus temerosos súbditos. ¿Son capaces de un milagro los estudiantes? ¿Son capaces los mayores de sumarse? La gente que sale a las calles está en peligro, en un peligro nuevo, onda “dictadura reloaded”. Las leyes se van a endurecer y conducirán a un Estado de control.
O sea, eso que se supone que habría pasado de ganar “el comunismo”: todos pobres, todos trabajando por nada, poniéndose la misma ropa y unos pocos mafiosos robándose todo. Un militarismo invisible, pero presente en cada camarada.
¿La organización estudiantil te ha pedido venir a tocar o tú les has ofrecido hacerlo?
—No he tenido contacto directo con nadie, pero la verdad, tengo muchas ganas de tocar para apoyar el movimiento, lo antes posible. La última vez que estuve en Chile fue un puro día y más encima lunes, justo en un alto entre unos shows de Perú y Colombia.
Yo creo que ahora que voy a tocar a Chile, seguro me invitan.
// Fotografías: Pier Bucci, Loreto Otero, Marco González.