Carolina de Moras: la fugacidad de la transparencia

por · Diciembre de 2011

Carolina de Moras: la fugacidad de la transparencia

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Felipe Cussen, el poeta de las cosas profundas, nos envía su reporte urgente, en caliente, sobre la renuncia de la bella Carolina de Moras al matinal de Chile.

Carolina de Moras: la fugacidad de la transparencia

En marzo de este año un periodista me pidió una opinión sobre el escenario al que se enfrentaba el programa “Buenos días a todosfrente a la competencia de “Bienvenidos”. En ese momento le respondí con una metáfora no por tétrica menos profética: “Más de alguna vez escuché hablar de “Buenos días a todos” como un transatlántico. Pero ya sabemos qué pasa con los transatlánticos“. Junto con criticar sin compasión al malogrado Felipe Camiroaga, cifraba mis únicas esperanzas de supervivencia del matinal en su co-animadora: “Sólo la frescura digital de la sonrisa de Carolina de Moras podrá devolverle la vida. Que ella se salve. Que ella nos regale una nueva mañana“.

Ya no habrá más mañanas. En horas de esta tarde he recibido en mis oficinas un confuso comunicado en el que se me informa que Carolina ha dejado la conducción del programa. Nada hacía presagiar el curso de estos inciertos acontecimientos. Hoy (ayer) se había mostrado particularmente locuaz en twitter y su último tweet rezaba simplemente “Buenos dias a todos…..!!! Que sea para todos un gran día…. Saludos y besos“.

Podríamos perder muchas horas elucubrando oscuras teorías conspirativas sobre su salida. No me cabe duda que desde su llegada se comenzaron a tejer redes de envidia y maldad. Más de alguno, incapaz de tolerar su singular simpatía, pronunció con sorna la versión francesa de su apellido. Muchos resintieron su decidido liderazgo en los momentos más álgidos de la tragedia que nos arrebató al halcón. Ahora mismo una arpía debe estar sobándose las manos: “que parezca un accidente“, habrá sugerido, “que parezca una renuncia“.

No quiero, sin embargo, seguir internándome por esos vericuetos en los que sólo se acentuará el desamparo, y prefiero aparcar momentáneamente estos malos pensamientos. En este instante, cuando se me hace más difícil que nunca plasmar mis sentimientos sobre la página en blanco, preferiría quedarme con ese puñado de momentos mágicos que he podido atesorar.

Hurgando en el cajón de mi memoria catódica, lo primero que encuentro es la imagen imborrable de la sonrisa de Carolina en el primer instante en que conseguí conectar la antena de televisión digital. Llevaba varias horas tratando de captar la señal, con el objetivo de sintonizar los partidos del mundial que estaba a punto de partir, cuando emergió un rostro feliz que le otorgó un sentido a mi ardua labor. La simpleza con que nos transmitía una rara pureza interior (que contrastaba con la turbiedad espiritual de sus acompañantes) me marcó sutilmente.

Hace apenas unos pocos días tuve la oportunidad de conocerla en persona, en los preámbulos de la Teletón. Como indiqué en mi reporte, me llamó la atención su amabilidad. A pesar de su evidente apuro, pude retratarme con ella y grabar un saludo para el podcast “Somos Millones“, un espacio de investigación transdiciplinar hipermedial que regentamos con el escritor de ciencia ficción Álvaro Bisama. A continuación comparto estos sensibles documentos inéditos con los lectores de mi gran familia Pániko.

Al finalizar esa maratónica primera jornada, me dirigí a una reunión de intelectuales y bohemios en la que se encontraban el mismo Bisama y un desgarbado escritor llamado Francisco Ortega. El primero me mostró en su celular los resultados de su excavación arqueológica en los microfilmes de la Biblioteca Nacional. Uno de ellos era la entrevista del mismo Ortega a una jovencísima Carolina de Moras en un suplemento juvenil del Decano publicado en la década de los ’90: la sobrevalorada “Zona de Contacto“, de la cual emergieron unas pocas honrosas excepciones (que por diversos azares del destino terminaron convirtiéndose en muy buenos amigos míos) de entre una camada de próceres entre los que podemos destacar un extinto editor literario de Norma, un rostro de multitiendas y un conductor de Teletrece.

En dicho reportaje, titulado “Lo que hay que tener“, la emergente modelo responde con inusitada soltura las punzantes preguntas del precoz Ortega. Se declara una asidua lectora, señala que Claudia Schiffer se parecía a Barbie y especula sobre la existencia del monstruo del Lago Llanquihue. Ahora pienso que quizás no haya un monstruo en el Lago Llanquihue, pero sí lo hay en los oscuros pasillos de TVN. Esas oscuras mentes ejecutivas, manipuladas por fuerzas extrañas, nos han privado de una belleza nueva.

Según fuentes del canal, la animadora explicaría mañana (hoy) su decisión al aire. Tendremos que soportar a los comentaristas solazándose como buitres. No quiero asistir a ese carnaval de recriminaciones, maledicencias y falsedades. Por eso he escrito este testimonio apenas conocí la noticia, para no dejarme influenciar y mantenerme fiel a su recuerdo.

Quizás nunca conozcamos el verdadero origen de este daño que se nos ha inflingido. Pero todavía prefiero reconfortarme con los destellos de la belleza que Carolina emitía a través de la pantalla de cristal líquido, una belleza hecha de transparencia. Me viene a la mente un verso de Mallarmé que cifraba en la transparencia la clave de su poética: “Que el cristal sea el arte, que sea el misticismo”. El canal de todos ha sido paradójicamente ciego a esa transparencia. Y los chilenos hemos sido privados de aquella experiencia única de trascendencia en la materia que Octavio Paz celebró en el propio Mallarmé: “una claridad mineral: nos refleja y nos abisma”.

// Felipe Cussen es investigador del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile.

Carolina de Moras: la fugacidad de la transparencia

Sobre el autor:

Felipe Cussen (@felipecussen) es investigador del Instituto de Estudios Avanzados de la USACH y co-autor de Mil versos chilenos y Opinología, entre otras publicaciones.

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