Kindred: reseña del nuevo disco de Burial, estrella del dubstep
Kindred el recién editado epé de Burial —el inglés William Bevan— continúa algunas líneas trazadas en Untrue (2007), disco con el que fue nominado al Mercury Music Prize. Se trata de un nuevo paseo fantasmal entre la ribera que conecta al drum’n’bass con el dubstep. Escalofriante como un personaje de Lynch, fugaz como el sudor tras un espanto, el disco, en 30 minutos, sorprende y se desarrolla sobre una suerte de angustia esperanzadora.
Intentando desenredar cualquier patrón de depresión, en Kindred (Hyperdub, 2012) Burial coloca rutas en caminos invadidos de trampas. Son sentimientos extraños los que surgen ahí, en medio de algo así como gritos de fantasmas y muertos vivos. Personajes que parecen deambular buscando una suerte de limbo, de muro de los lamentos, de salida de quizá que infierno.
En Loner, por ejemplo, un ritmo cercano al tech-house invita a imaginar una persecución en medio de una carretera desolada —muy de David Lynch, muy de Fringe— localizada justo al borde de la locura. Burial desenvuelve algo así como pisarle los talones al chispazo de un Ovni, algo así como darle vueltas en círculo a un casa en llamas, algo así como intentar desentenderse de un trauma irremediable.
Al igual que en Untrue (2007) y Street Halo (2011) —su anterior epé— son ritmos sincopados, a “doble velocidad”, en medio de ruido blanco, los que sirven de plataforma. Pero más que buscar resetear todo tipo de precogniciones, más que ambicionar con anular la sombra gigante que lo cubre, el inglés intenta seguir iluminando y completando los surcos de sus propias taras y sus propias rajaduras mentales. Y así lo hace en Ashtray Wasp, encargada de cerrar, que a primera escucha parece tan cercana a Etched Headplate (Untrue) o NYC (Street Halo).
Una linterna de ectoplasma es lo que Burial pretendió construirse en este epé. El músico —nombrado a disco del año por The Wire el 2006, y que mantuvo su identidad anónima hasta mediados de 2008— nuevamente ha elaborado un dispositivo gigante que encuentra su hacedero en zonas tanto fantásticas como tenebrosas.
Un disco que parece decirnos que el olvido —de la angustia, de la esperanza— a veces, sólo a veces, no puede con la memoria.