Gogol Bordello: filosofía del inmigrante

por · Abril de 2012

Filosofía del inmigrante

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Algo pasa con la cultura zíngara que golpea fuerte en la juventud de occidente y en particular de Chile. Se prenden velitas a las películas en que se problematizan sus vidas, incluso se las llama cine arte y las pasan en ciclos en la universidad; se hacen teleseries y docu realities en donde los gitanos son un pueblo extraño que habla con un acento imposible de rastrear; bandas chilenas roban su música descaradamente y hacen fiestas en algún galpón del centro. Cosa rara: se ama la cultura gitana, porque es entretenida y bailable, pero se odia que se acerquen en la calle a pedir dinero y a ofrecer leer la suerte, así como cuando levantan algún campamento cerca de algún sector residencial.

Tomando en cuenta lo anterior, no era raro que con los dos primeros acordes en su pasada por Lollapalooza Chile, Gogol Bordello ya tuviera a todos saltando e imitando el baile casi ruso de patear arrodillándose con los puños en la cintura. En el quizá momento más ardiente de la tarde, con un sol que parecía venirse encima como en la peor pesadilla de Salfate.

En esta segunda visita (tocaron en Industria Cultural el 2009), la banda confirmó varias sospechas:

1) Hicieron del punk una fiesta, porque de eso se trata el gypsy punk, de un baile furioso y frenético. De relecturas veloces, de pervertir la música de los abuelos.

2) Lo radiante de su vocalista Eugene Hütz, su particular voz, la preocupación por su bigote, su personalidad, su teatralidad, la que hace pensar que siempre está borracho en ginebra y sin bañarse hace días, un compilador de ese loser contemporáneo, extraviado y nostálgico.

3) Cuánto aman a The Clash.

4) Cuánto superan a los shows de The No Smoking Orchetra.

5) Que fueron de las primeras bandas que conocimos exclusivamente gracias a Internet. Que no necesitan que las radios pasen su música para que la gente coree sus canciones.

Seguramente, ya para esta fecha, se habrán enterado por algún diario, que al iniciar “Inmigraniada”, el hombre del raggamuffin y percusionista, Pedro Erazo dedicó la canción al chico recientemente asesinado por supuestos neonazis, Daniel Zamudio. Pero lo que seguramente no dijeron esas publicaciones, es que antes de eso, la canción fue dedicada también a quienes se ven forzados a vivir fuera de su país, y justo cuando se podía pensar que se refería a los exiliados por la dictadura, Erazo agregó: en busca de mejores oportunidades.

Es quizá, la razón de por qué nos gusta bailar ritmos gitanos: porque tal como lo evidencian “Not a crime”, “Inmigrant Punk”, “When universes collide”, “Start wearing purple” y todas las demás canciones que Gogol Bordello interpretó en su show, vemos en los gitanos –a pesar de amar el dinero– una figura de resistencia al capitalismo, a dejarse moldear, a respetar normas, fronteras. Algo que solo podemos imaginarnos someramente, mediante la ficción de conciertos como este, aunque el escenario tenga nombre de la bebida más simbólica de los EEUU.

// Fotos: Daniel Olivares.

Gogol Bordello: filosofía del inmigrante

Sobre el autor:

Daniel Hidalgo (@dan_hidalgo). Publicó los libros Barrio Miseria 221 (2009) y Canciones punk para señoritas autodestructivas (2011).

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