Demian Rodríguez, perdido entre puertos

por · Abril de 2012

Entrevista al cantautor sanantonino a raíz de su disco Santos Inéditos

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Nacido en San Antonio pero radicado en Valparaíso, Demian Rodríguez tocó en cuanto bar se le cruzó por delante. Hoy nos presenta su disco debut: Santos Inéditos. Conversamos con él en el puerto sobre música, sobre su disco y sobre personas anónimas.

Es probable que a la mitad de los artistas porteños se les haya entrevistado en la Plaza Aníbal Pinto, ese corazón luminoso y frenético de Valparaíso. Es probable que decir “la mitad” nos quede corto y que en realidad todo porteño debería ser entrevistado algún día en esa zona. Es probable que muchos de ellos, los artistas, los músicos, los grafiteros, los escritores, vean en esa placita pequeña, rodeada de estatuas, librerías, edificios, negocios y paraderos de micro, la posibilidad de vivir, aunque sea a medias, de su producción artística, en medio de las borracheras, los vendedores de artesanías y hamburguesas de soya, y la tropa de Fuerzas Especiales que se instalan en las noches.

Es por eso que cuando Demian Rodríguez dice que caminemos, que nos sentemos en uno de los ventanales –cerrados– del mítico Restaurant Cinzano, no parece raro. Como tampoco parece raro que un tipo le ponga una grabadora en frente y le haga preguntas, en medio de los curiosos que pasan, dan una mirada y siguen caminando.

Demian Rodríguez es Demian por el libro de Herman Hesse y Rodríguez por Manuel, el guerrillero. Según su carnet es Pedro Silva González, un sanantonino perdido en otro puerto. Hay más con los libros: “Últimamente he estado bien flojo para leer pero, aparte de de Hesse, me gustan harto Vicente Huidobro y Rimbaud” confiesa. Y hay más con San Antonio: “Me fui de allá con mi familia, porque había muy poca pega en San Antonio. Nos fuimos a Rancagua, y armé una banda de rock fusión que se llamaba Samsara y con la que llegamos a tocar en Santiago con bandas como Teleradio Donoso y Sol y Lluvia” declara. Evidenciando que eso fue un comienzo de algo, de su historia con la música y con el tránsito. “Nos fue bien, pero fue piola. La banda se diluyó y yo me vine a Valparaíso“.

De eso, ya han pasado tres años. Al llegar, Demian siguió la ruta que lo emparenta con otros sanantoninos que llegaron un poco antes: tocar en bares y en las calles del puerto.

¿Qué tal el paso de los escenarios, con una banda, a enfrentarse a la gente en las calles?
—Fue difícil, pero venía con ganas de tocar, no me importaba si me escuchaban o no. De ahí de a poco empiezan a sumarse ciertas aspiraciones. En esa época tampoco me interesaba si lo estaba haciendo bien o mal, quería tocar. Estaba cagao de hambre, de un hambre artístico. Aparte me enamoré de Valparaíso, de la arquitectura y de los amigos.

Conviviste con el auge del folk, ¿no? Con Chinoy, con Kaskivano…
—Sí, pero yo no tocaba con los chiquillos al principio, nos juntábamos a hacer cualquier cosa menos a tocar.

¿Pero los conocías de San Antonio?
—Sí, po. Nos conocemos de hace rato, al menos con Marcelo, el Kaskivano. Con Chinoy nos conocimos más acá. Pero fue bonito porque hicimos amistad más allá del escenario y de a poco me fueron invitando a tocatas y se fueron entrelazando cosas.

Santos Inéditos

Yo no quería tocar a guitarra pelá” confiesa. “Empecé a hacerlo porque no tenía otra alternativa, no conocía a gente y no tenía banda“. Dice esto porque ahora hablamos de Santos Inéditos, su primer disco (escuchable allá arriba, descargable acá). En el cual, Rodríguez se hace acompañar con una banda tradicional: bajo, guitarras, teclados, baterías, disco que grabó gracias a un fondart y editó bajo el porteño sello Música del Sur, compartiendo catálogo con músicos como Chinoy y Pascuala Ilabaca. Producido por Lautaro Rodríguez (otro seudónimo, nada de parentescos), la placa es una revisión del melodrama de la música popular, devenido a crónica sobre ciudadanos mínimos, en donde su sentida y privilegiada voz se funde con auras tipo Ángeles Negros o Álvaro Henríquez. Que no le molestan las comparaciones dirá al terminar la entrevista.

Te conocimos tocando con guitarra de palo, sobre las rodillas, ¿por qué optaste por grabar el disco con una banda?
—Porque las canciones se habían pensado así, desde que estaba trabajándolas en el papel. Así las escuchaba y no podía ser de otra manera. Todas las canciones son como tenían que ser. Quizá pude ser un poco más prolijo en el disco, pero respeté la idea original. Lautaro Rodríguez, además fue un buen traductor de mi música, fue un muy buen productor. Se dio muy buena onda en la grabación. A veces, habían músicos que no conocía mucho y el disco salió así, con algunas canciones que fueron ensayadas tres o cuatro veces, no más. Me gusta que haya sido así.

Hablabas de escribir canciones en papel. ¿Qué pensabas frente a ese papel, cuando armabas este disco?
—Me inspiré en una película de El Greco, el pintor (El Greco de Yannis Smaragdis), vi que buscaba gente mundana y como que la santificaba, ¿no?. De ahí viene Santos Inéditos, de bendecir a la gente normal en una canción, gente del campo, gente de la ciudad.

Escuchando las letras, además, uno se mete en cierta tragedia cotidiana, en personajes medios tristes a los que tu llamas a rebelarse y revelarse.
—Claro, es como estar en el patio de los leprosos pero con todos bailando, así no estái triste. Ese es el santo inédito, es algo que les sucede a todos, que en cada minuto estamos mirando pal lado y te sentís reflejado.

En el disco hay baladas, algo de música cabaret, folk, rock… en el fondo es música popular ¿Cómo ha sido tu relación con la música?
—En mi casa siempre hubo música, acordeón, por ejemplo, o guitarra de 12 cuerdas. En casa se hacía canto a lo humano y lo divino. Mi mamá viajó con su grupo folkórico. Todo fue tan natural y tan hermoso porque los primeros cantantes que escuché fue a mis abuelos y a mis tíos. Después, uno que me gustó mucho fue Vicente Fernández, por ejemplo, en ese sentido, siempre fue súper popular mi relación con la música, después escuché a los Beatles y rayé la papa con Los Ángeles Negros, pero no sé qué quiere conmigo esta energía. No sé pa dónde va la micro de un disco a otro. Las canciones me salen y no sé cómo las hice. No soy mucho de pensar ya, vamos pa allá, porque allá está la música popular.

Tocas harto en bares, como amenizando el ambiente, ¿qué tal esa experiencia?
—Es incómodo porque cuando estái cantando en un bar, la gente no te escucha mucho, sobretodo cuando no paga una entrada. No hay una cultura de respeto hacia el hombre que está cantando. Lo cómodo es que estái como bailando con la muerte. Porque cuando uno se siente podrido, muerto, uno se aferra a algo y salís como volando. En un bar es lo mismo, no te escuchan, pero estái cantando con tu guitarra y pasándolo bien.

¿Y, después del disco, tocarás con banda o seguirás tocando solo?
—Me gusta tocar solo ahora, pero también me gusta cambiarme de guitarra acústica a eléctrica. Incluso cantar a capella, como en un tema en el disco (“Ojos de Miel”). Me gusta abrirme a todo lo que sea posible.

Demian Rodríguez, perdido entre puertos

Sobre el autor:

Daniel Hidalgo (@dan_hidalgo). Publicó los libros Barrio Miseria 221 (2009) y Canciones punk para señoritas autodestructivas (2011).

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