Sobre su nuevo libro Opinología y la editorial Cumshot
Felipe Cussen es académico y poeta experimental. Pero no un poeta académico, como insiste. Lo conocí en 2010 mientras publicaba —en compañía de Marcela Labraña— 1000 versos chilenos (Ediciones B), un gran remix literario o Frankenstein de la tradición poética chilena, «aquellos versos que ganan por knock out al primer asalto».
Entonces comenzó una sensible carrera como reportero de paniko.cl, que incluyó el seguimiento de las extenuantes pero siempre iluminadoras conferencias de prensa de Marcelo Bielsa, algunas reseñas y entrevistas a su gran ídola Javiera Mena, y conversaciones con el musicólogo Juan Pablo Ábalo, los músicos Gregorio Fontén, Pablo Giadach y Álex Anwandter, la animadora Carolina de Moras o una recordada crónica de la primera teletón sin Camiroaga.
En medio de todo eso íbamos fraguando la idea de una editorial en línea donde se pudieran descargar textos, novelas gráficas y experimentos sonoros. El proyecto que apareció durante la semana pasada bajo el nombre de Cumshot, cerró filas con el aporte de la diseñadora Camila González Benöhr.
Pero esta entrevista no es solo sobre Cumshot. Es más bien sobre Opinología (2012), la recopilación de columnas, entrevistas y cartas al director que Cussen reunió entre medio de panegíricos que no matan y disparos a intelectuales y poetas, a quienes les recomienda ver más tele.
¿Cuál es tu definición de la poesía experimental?
—Me tomó bastantes años escribir un ensayo en el que pude ordenar más o menos mis ideas sobre poesía experimental, y llegué a una definición bastante general: sería aquella poesía «que asume como estrategia principal la manipulación mediante distintos procedimientos (combinatoria, fragmentación, superposición, etc.) de las distintas dimensiones del lenguaje (su materialidad y sus soportes)».
Es una estrategia que, a mi juicio, debería estar presente en cualquier arte que no quiera limitarse simplemente a comunicar obviedades, sino a hacerse cargo de todas las posibilidades y resistencias que le ofrece el soporte que está utilizando. Para alguien puede parecer que mi interés por defender y difundir este tipo de obras es excesivo o innecesario, pero en gran medida nace del intento por permitir que estas obras puedan ser mejor comprendidas, sin prejuicios ni tampoco entusiasmos ingenuos.
Cristián Warnken decía en una columna que «estos no son tiempos propicios para la gratuidad en cualquiera de sus formas». Desde ahí la pregunta: ¿qué es Cumshot y por qué regalar esas obras?
—Cumshot es una iniciativa nacida a partir de dos intenciones: por una parte, poder difundir algunos trabajos verbales, sonoros y visuales que usualmente caerían en la categoría de “lados b” o miscelánea, y que suelen quedar en un lugar más oculto respecto a las “grandes obras”. Considerando que serían obras de más difícil difusión, nos interesó pensarlas siempre como descargas digitales, para facilitar su difusión. Por otra parte, también nos preocupó mantener el carácter simplemente gratuito de esta editorial, algo que fuera solo por gusto, que no nos implicara ni ganar ni perder plata a nosotros ni a los autores.
En países como Estados Unidos, es muy frecuente que a un escritor lo inviten y le paguen por hacer recitales de poesía
En la vida real trabajo como investigador y profesor en una Universidad, y en los últimos años se nos ha intentado presionar con una serie de medidas para que seamos “productivos” (sic), que nuestras publicaciones tengan “impacto”, etc. Se espera, en definitiva, que nos convirtamos en una máquina de hacer salchichas o, como señala mi colega José Santos en un ensayo, que seamos como una “mini pyme”. Por eso ha sido muy liberador desarrollar este proyecto sin objetivos, sin expectativas, sin plan de negocios ni nada. Siento que lo que más tiene sentido hoy es derrochar energía, dejar de aprender las cosas aprendidas, hacer cosas sin saber por qué: que lo que se supone que uno ha “invertido” dé resultados imprevistos. Esa es mi política, y, como siempre, estoy de acuerdo con Warnken.
En la artesanía que es la música chilena algunos artistas regalan su música y consiguen masividad para llenar sus conciertos. ¿Qué gana un escritor que reparte sus textos por Internet? Te propongo algunas alternativas:
a) Acabar impreso en una antología titulada como libro de autoayuda.
b) En algún estado emo publicado en el Facebook de fanáticos que creen explicar la vida propia a través de una frase.
c) Prensa.
d) Un cargo académico.
e) «Escribir es resistir».
—En países como Estados Unidos, es muy frecuente que a un escritor lo inviten y le paguen por hacer recitales de poesía, como quien hace una conferencia. Hace unos meses, en el Bowery Poetry Club, fui a una lectura y había que pagar entrada, y lo encontré alucinante. En Chile eso no es existe, y en alguna medida es injusto, porque no se considera que una lectura puede tener ese valor. Pero gran parte de la culpa la tienen los mismos poetas, quienes hacen pésimas lecturas, en actos que son muy pobres desde un punto de vista performativo. Es difícil, entonces, que un escritor vaya a ganar algo publicando gratuitamente, aunque quizás le toque una que otra invitación más a leer gratis en un bar. Sí creo que es posible obtener mejor difusión y prensa, pero no tengo claro, por ejemplo, si actualmente algún crítico de un diario consideraría reseñar un libro publicado solamente en formato digital. Para un cargo académico, este tipo de publicaciones tienen cero valor, pues solo importan los artículos publicados en revistas académicas indexadas, que sí suelen estar disponibles en Internet, pero que nadie lee. Lo que sí se gana, en definitiva, es que el proceso de edición es más sencillo, y puedes dedicar ese tiempo a otros asuntos más entretenidos. También la distribución es más azarosa, porque permite que el libro llegue a personas que no te conocen para nada. Puede, incluso, que lo llegue a leer alguien que no sea tu mamá.
¿Qué te gustaría que pasara luego de publicar Opinología gratuitamente?
—Que me entreviste Tomás Cox en “Cara a cara” y me pregunte: ¿Quién es Felipe Cussen?
Opinología manosea la idea «Chile: país de poetas». ¿De dónde viene esa frase casi mitológica y por qué la desacreditas?
—No tengo idea a quién se le ocurrió, pero la desacredito porque es simplemente un cliché. Es como ahora que le dieron el Premio Nacional a Óscar Hahn, y decían que sus grandes temas son el amor y la muerte, que es lo mismo que decían cuando se murió Gonzalo Rojas, y es la misma idiotez que repiten siempre acerca de todos los poetas. El gran problema con los clichés es que son siempre muy poderosos.
¿Es la poesía la mejor manera de quedarse callado?
—Esa frase la dije hace 10 años en una lectura en París, en la que participamos varios poetas que entonces vivían en Europa, y se me ocurrió más que nada como una frase que sonaba bien, una frase para el bronce. Más encima, en esa lectura habló después Jodorowsky, para quien la poesía pareciera ser la mejor manera de hablar sin parar. Pero luego rescaté la frase para un ensayo pensando también en lo que decía más arriba: ocupar las palabras no para decir algo, sino para no decir nada.
Los escritores deberían ver más tele para tomar real conciencia de su nula importancia en la sociedad
Otra idea de Opinología es la importancia de la televisión para escribir. ¿Por qué los escritores deben ver más tele?
—En una entrevista que me hizo Vadim Vidal, le contesté: «para que se den cuenta que hay gente que sufre más que ellos, como Roxana Muñoz». Ampliándolo, creo que los escritores deberían ver más tele para tomar real conciencia de su nula importancia en la sociedad. A veces creen que sus pequeñas peleas son lo más relevante que está ocurriendo en el mundo, y la tele ayuda a quitarle importancia a cualquier cosa que a uno se le ocurra. Eso ayuda, en definitiva, a dejar de pensar que lo que uno escriba o deje de escribir vaya a cambiar la historia de la humanidad, y creo que tomar conciencia de eso es un paso necesario para poder escribir en serio.
¿Quién es el mayor poeta de la televisión abierta sin proponérselo?
—Desde un punto de visto retórico, admiro profundamente al cura Hasbún, quien me parece capaz de desarrollar las ideas más delirantes con una argumentación impecable y seductora. Considerando, en cambio, la capacidad de provocar, me parece que Felipe Avello es por lejos el más talentoso: sus performances en SQP son completamente amorales y anuladoras. Cuando están todos opinando de manera aparentemente razonable sobre, por ejemplo, la aparición de un pezón en un programa de baile, una intervención de Felipe puede convertirse en una especie de sopapo mágico que chupa todo el universo farandulero. Se produce una suspensión radical del sentido.
¿Cuál es el mejor verso libre que has oído en televisión o el acto poético más memorable?
—Me fascina el lenguaje con que hablan los carabineros en la tele, cuando explican los motivos de un accidente o un crimen, por ejemplo. Es un lenguaje muy codificado, impostado y sobreexplicativo. Hay un verso de esos muy absurdos que ocupé para un libro: «La muerte fue irreversible». Me encantaría escribir muchos poemas como carabinero.
¿Qué es peor: un “intelectual” que mira televisión como un placer culpable o uno que critica los programas sin verlos?
—Creo que no hay nada peor que alguien que critica algo sin conocerlo, ya sea una novela de mil páginas o un infomercial.
He notado últimamente que para muchos poetas jóvenes la poesía es una especie de actividad social, como un carrete constante. Parece que es como ser skater
¿Es la poesía chilena parte de esa ensoñación trendy de usar bicicleta como medio de transporte, apilar libros de la editorial Anagrama y escuchar brit pop?
—Sí, pero en versión degradada. Respecto a otras áreas, en la poesía es todo menos taquilla, más chico, y más fome.
¿Es el principal atributo del poeta chileno ser sobre todo emo?
—Creo que sí. Aún existe un modelo de poeta maldito o romántico que resulta atractivo para muchos. Es como si existiera una relación directa entre la cantidad de sufrimiento y la calidad de la poesía que escriba. Pero además he notado últimamente que para muchos poetas jóvenes la poesía es una especie de actividad social, como un carrete constante. Parece que es como ser skater.
Los dos escritores más transgresores en la literatura chilena han sido Juan Emar y Juan Luis Martínez
El lugar común de la poesía chilena podría estar en la rabia de la Mistral, las pausas de Neruda, lo dandy de Huidobro, lo visceral de De Rokha, en una performance de las Yeguas del Apocalipsis o Zurita haciéndose una paja. ¿Qué es realmente lo más transgresor de la poesía chilena?
—Creo que los dos escritores más transgresores en la literatura chilena han sido Juan Emar y Juan Luis Martínez. Ambos me parecen un excelente ejemplo de subversión, rigor, provocación, excentricidad y mucho sentido del humor. Creo que la literatura chilena sería muy diferente si se leyeran en serio.
¿A qué autor chileno convencerías de publicar un texto inédito en Cumshot?
—Al secreto mejor guardado de la narrativa chilena: Roka Valbuena.
¿A quién por ningún motivo publicarías?
—No me gustaría pensar en nadie a quien a priori no publicaría. Muchas veces me ha pasado que escritores que creía que no me gustaban para nada tienen también otras obras que me interesan.
¿Qué es lo peor que han dicho de ti?
—No sé si han dicho muchas cosas de mí, pero me imagino que para varios soy alguien que se las da de chistosito con la tele o que está muy engrupido con las cuestiones experimentales, y me da lo mismo porque es bastante cierto. Lo que me apesta es cuando creen que, por el hecho de hacer clases, soy un “poeta académico”, porque precisamente lo que trato de hacer como académico es alejarme del canon y desarmar lecturas conservadoras. Es más, creo que estudiar e investigar me ha ayudado a ser mucho menos mamón que varios de los que hacen esas críticas. Más encima, pareciera que la expectativa que tienen los poetas chilenos de un académico es que lo único que debería interesarle es la poesía chilena, que es un eufemismo para decir que sólo deberíamos dedicarnos a reseñar sus libros de manera favorable.
Sí me gustaría rescatar lo mejor que alguien ha dicho de mí. Mateo Aguilera, el hijo de una amiga, estaba en clases de literatura en el colegio y su profesor dijo que la poesía era un género literario caracterizado por la expresión de sentimientos. Él levantó la mano y dijo que su mamá era amiga de un poeta sin sentimientos. Cuando me lo contaron, lloré de emoción.
¿Y qué es lo peor de ti que todavía no se dice?
—Respecto al ámbito de lo que discuto en Opinología, tengo tres autocríticas muy marcadas que perfectamente alguien las podría recoger. Primero, que soy muy categórico para criticar a otros, pero en el fondo soy un cobarde y si me encontrara directamente con ellos igual trataría de hacerme el simpático. Segundo, que aunque me las doy de relajado y desapegado, soy tanto o más egocéntrico y narcisista que los demás escritores. Y tercero, que soy muy culposo. Siento culpa hasta de sentir culpa.
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