Desde Brooklyn el baterista se confiesa.
Vive el día a día en Brooklyn, Nueva York. Pasea tranquilo y se siente cómodo. Y es que para Francisco «Pancho» Molina (43 años, Concepción), los días en que era el batero de Los Tres parecen realmente haber quedado atrás. Ahora continúa en solitario, aunque rodeado de personajes emblemáticos de la escena jazzística a nivel mundial, en un ambiente de alto profesionalismo y competencia: «acá tienes que llegar listo a grabar. Todos acá tienen ese nivel».
Después de emigrar tuvo que volver a aprender: a escribir música, a bajarse de la nube del éxito, a mirar su ego y a ser un estudiante más. Hace unos años se ganó una beca para estudiar en la prestigiosa Berklee College of Music, en Boston; sacó dos discos como solista: Open for Business (2011) y La Continuación del Sonido (2012); y hace unas semanas nos juntamos a conversar en su propio hábitat, en Brooklyn.
Cuando llegaste a Berklee College of Music, ¿cómo era el nivel de tus compañeros?
—No tenían la experiencia que tenía yo, de partida. Nada de vivir de la música, hacer carrera. Me encontré que era un mundo totalmente distinto y, a la vez, muy interesante. Ellos eran más chicos que yo; 10 años menos aproximadamente. Todos con ganas de tener una carrera, de grabar discos; con ganas de hacer algo en la música. Esa energía fue bonita. Conocerla en primera persona y entender el proceso que yo me salté, un camino que me faltó; de entender el lenguaje de la música. Entonces, fue un shock para mí y para ellos. Ellos me veían como un hueón más viejo, que ya tenía algo que me avalaba. Con el tiempo empezaron a investigar en Internet y me decían «ah, tú ya grabaste». Yo ya había hecho una carrera. Venía más tranquilo y entendía el sentido de la música, pero era increíble ver el amor por la música de los jóvenes.
Open for Business fue tu puntapié como compositor y marca un precedente para La Continuación del Sonido, el trabajo sucesor. ¿Cómo viviste ese aprendizaje?
—Fueron largos años en Berklee, en Boston. Me di cuenta que tenía que escribir música aplicando el do it yourself. Fue un proceso de como 4 ó 5 años de poder aprender ese código; poder escribir, y luego tener la voluntad y fuerza para poder estar con músicos heavys y decirles, «hueón: toquen mi música». Boston fue muy importante para mí porque conocí a todos los músicos que quería conocer. Gente potente del medio jazzístico. Danilo Pérez, George Garzone. Gente súper buena.
En lo musical, ¿hay algo de tu ex banda (Los Titulares) en tu nuevo proyecto?
—Mira, es como la esencia. Hay algunos guiños. No sé, una de las cosas que me llamó la atención de Open for Business, de haberlo grabado acá, y con esta gente que está tan ocupada y con la que solo he tocado un par de veces; fue esa capacidad de haber sonado como banda, justamente. Y una de las críticas era que el sonido era bien sólido en términos de que pareciera una banda; que pareciera que estuviésemos tocando hace rato. Fue cool.
¿Y cómo se llega a esa preparación? Esta es como la Premier League, pero de la música y del jazz.
—Es tocando, netamente. Open for Business, sonaba distinto a La Continuación del Sonido porque, básicamente, estoy tocando con gente mayor y que son personas que tiene un nivel de horas de vuelo que es difícil encontrar en Chile. Esa es la diferencia. Es como la cantidad de tiempo que pasas con el instrumento, que viajas con él, etc. Esa experticia es todo sonido. Entonces, esa proyección se muestra e inevitablemente se traduce en algo. En un sonido más pesado, con más vivencia. Es más personal.
¿Los Tres aún te mueven el piso?, ¿te causan algo?
—Sí, por supuesto. Los Tres son mi banda. Me gusta que les vaya bien, que la gente los aprecie. Me gusta la historia que hay; que las generaciones nuevas se encanten con la banda. No he escuchado su música, no he escuchado lo que han hecho, porque acá llega re poco su música. No he tenido la chance de escucharlos y tampoco los veo. No tengo ninguna relación personal con ellos. No sé en qué están. Uno escucha cosas, pero mientras no las vea, en primera persona, poco te puedo decir.
¿Quedaron heridas después de la separación?
—Yo creo que, al menos en mi caso, no las hubo. Más bien, era la necesidad de terminar. Claramente, cuando paramos con Los Tres en el 2000, la industria de la música tenía otro switch. Había un replanteamiento entero y ya habían sido 15 ó 17 años de eso y yo estaba listo.
¿Existe la posibilidad del retorno de Pancho Molina a Los Tres?
—Wow, no depende de mí. Yo creo que quizás los otros tampoco quieran. A mí me gusta tocar, la verdad. Lo difícil no sería volver a tocar con Los Tres, lo difícil sería tomarme una cerveza con ellos. Va por un tema de cuál es la afinidad que hay ahora. No sé en qué están ellos, creo que ellos tampoco saben en qué estoy yo. Se produce eso cuando las energías son tan disimiles. Estuve 4 meses en Santiago y nunca los vi. Eso ya te dice algo. Las cosas pasan. Y está bien… Los Tres, ¿eh? No había pensado hace rato en ellos.
Una de las razones de las cuales yo quise ser baterista fue porque vi a Los Jaivas cuando tenía 10 años.
¿Algún concierto que hayas dado con Los Tres que sea memorable para ti?
—Uno del Estadio Nacional, el “Hecho en Chile”. Me impresionó. Estaba claro que iban a ser mis últimas tocatas con Los Tres. Me impresionó haber visto el Nacional lleno cantando «Amor Violento» y haber visto todo iluminado por los encendedores, fue como «wow, chucha». Uno no cacha las proporciones. Caía en cuenta que esto realmente significa algo. Y la otra, fue cuando estuvimos en el mismo show con Los Jaivas tocando “Todos Juntos”. Me acuerdo que estaba Illapu con Eric Maluenda, qué buen tipo él. Y esa misma noche cuando terminamos el show, estaba junto al Gato Alquinta y con el resto de los músicos para despedirnos del público. Él llega, me abraza y nos quedamos juntos y yo pensaba «puta, es el Gato Alquinta». Y el estadio estaba encendido. Una de las razones de las cuales yo quise ser baterista fue porque vi a Los Jaivas cuando tenía 10 años.
¿Qué sensación te da haber grabado discos como el Fome, instalado por la crítica como uno de los mejores discos de la década?
—Chucha, no sé, man. He llegado a pensar que el Fome es un buen demo.
¿Un buen demo?
— Sí, siempre he pensado eso. Yo nunca más lo escuche. Podía haber tenido un poco más de exploración, creo yo. Mmm… buenas canciones, pero no sé si es el mejor. Todos los discos son los mejores. Puta, les tengo cariño especial a todos. Si Fome es bueno, ¿qué pasa con el primero? Los Tres era esa banda que tenía un código entre nosotros, con el Álvaro y Titae. Y me siento muy contento porque creo que lo logramos hasta el final, independiente de la falta de ganas y todo lo que involucra estar en una megabanda, en un país tercermundista, pero puta, lo hicimos. Al final estábamos casi tocando en callado, investigando sensaciones de que la cosa no estaba funcionando bien. Muy poca conversación de lo que podía hacer cada uno. Eran solo miradas.
¿Sientes que la biografía no autorizada de Los Tres fue un retrato o inventos de Symns y Vera Land?
—No, man. Symns es un maestro. A mí, Symns me encantó porque yo estaba en la onda de leer a Bukowski a full. El libro lo leía a ratos y como andaba en ese periodo bukowskiano, me parecía interesante. Muy cool. Una época que en Chile ese tipo de cosas no se decían y me parecía entretenido. Claramente, al resto de la banda no le parecía. Yo en esa época tenía una especie de border, ese límite estuvo interesante. En particular, ese proceso lo disfruté. No me gustó mucho lo de la televisión y portadas en los diarios de la biografía y la huevada. Pero era propio de la época eso de andar ventilando las drogas, las grupies, qué se yo. Da lo mismo, es parte del rocanrol.
Me tomó 20 años ver números azules. Lo hago todo yo.
¿Qué sensación te dio volver a Chile presentando tus composiciones?
—Fue bonito, pero por la reacción del público especialmente. La gente me trató muy bien, fue súper cariñosa. Todas esas cosas ayudan a tomarle mucho más cariño a Los Tres. Siempre es bueno abuenarse con todo eso de la separación. El 2000 fue cuando dije que no quería volver a Los Tres. Ya eso no tiene importancia. Es por esto que la gente te tiene respeto y te da cariño y te agradece montones; el apoyo que se necesita para poder escribir. Ahora, el disco se ha vendido bien. Después de 20 años pude hacer las producciones solo y vender los discos yo solo. Autogestión total y me tomó 20 años ver números azules. Lo hago todo yo.
¿Qué pasa contigo cuando tienes la exposición de Los Tres, te metes con las grupies y después partes a estudiar, empiezas otra vez de cero y eres uno más?
—Tienes que hacerlo, si no, no podís aprender. El ego se trabaja, lo miras y te das cuenta que hay gente que no te conoce. Los chicos podían intuir cómo suena y todo, la gente cachaba qué onda, pero a mí me interesaba conectar, hacer amigos. Entonces tenía que ir a fumarme los porros con los chicos, tomar cerveza en los bares, escuchar rock, ir a ver conciertos de rock. Lo pasé súper bien. Y lo otro no te sirve, porque si no tendría que estar en restoranes caros, tratando de conseguir una mina cara y lo estaría pasando pésimo porque nadie te conoce.
¿Cómo lo haces para vivir del Jazz siendo menos remunerado que el rock que hacías con Los Tres?
—Bueno, bajando la expectativa. Básico como eso. Clarísimo en lo que significa tener un sonido, que siempre ha sido así. Es una constante lucha. La plata está ahí, se va. Momentos buenos y malos. Da para vivir, eso sí. Acá en Nueva York es bien duro, hay momentos buenos y otros que obviamente no. Se puede hacer de todo. Pero, honrar el sonido a través de la expectativa. Tenís que honrar eso. Está todo en la energía que le pones a la música. Nueva York es una ciudad interesante. Tenís muchas maneras de pelar un gato, ¿me cachái? Hay mucho por hacer. Te apoyan. Hacís un show y la gente va, van tus amigos. No se vive como rey, pero el sonido me tranquiliza. Podría estar viviendo como rey en Santiago y estar peleándome en la televisión, pero esto me tiene feliz.
Yo creo que la cueca nos rescató a nosotros (Los Tres).
Danilo Pérez (jazzista panameño) posicionó la música latina en Estados Unidos y fue una misión para él hacerlo. ¿Tú sientes lo mismo exportando la música hacia Estados Unidos? Ustedes presentaron hace un par de años la obra de Víctor Jara en versión Big Band.
—Sí, pero no. Me queda grande eso de ser el elemento conductor. Esta la Claudia Acuña, entre otros. Los Jaivas, Víctor Jara, la Violeta no necesitan de nosotros; ellos todavía suenan fuerte, la gente aún está sintonizando con ellos. Yo creo que gozan de buena salud. Si yo conecto con ellos es solamente por lo bueno de sus composiciones y una investigación en cuanto al sonido, no pretendo ni cagando hacer del hueón que va a exportar la música. Por ejemplo, la cueca siempre estuvo allí. En cuanto a lo local, Los Tres hicieron un rescate importante como, por ejemplo, el “Jazz huachaca”. Yo creo que la cueca nos rescató a nosotros (Los Tres) para ser franco. La cueca no se iba a morir si no hacíamos eso. Creo que el aporte real que hicimos con ellos fue la actitud. Alguien me comentaba en Santiago que Los Tres tenían esa desfachatez en ser serios pero asumiendo el webeo. Claro, porque hablamos de la dictadura, pero no con esa hueá del «compañero». Teníamos algo más que no te de dabas cuenta. No nos gustaba el Canto Nuevo; protestábamos, íbamos a tirar piedras. Pero con la onda panfletera, jamás sintonizamos. Ese es el aporte real de Los Tres. No ser tan serios.
[Fotos: Rens Veninga.]