Lo que una ama pone de manifiesto qué es lo que quería Salvador Young al escribirla: crear el argumento de un culebrón.
Una primera lectura de Lo que una ama (Chancacazo, 2013), de Salvador Young Araya, puede inducir a conclusiones categóricas. Por ejemplo, que el mundo que construye para sus personajes es superfluo y vano. O que la estructura de la novela es débil, antojadiza y que no tiene una consciencia narrativa sólida. También, se puede argumentar que la sintaxis carece de trabajo, que las frases están dispuestas casi al azar, evidenciando que el autor volvió rara vez a pulir la construcción de sus palabras. Todas estas observaciones saltan a la vista tras leer la novela, y esos juicios no son gratuitos, porque la obra tiene errores considerables, como los expuestos anteriormente. Pero al momento de comentar un libro, también hay que inferir cuál fue el espíritu que guío la concepción y posterior redacción de dicha obra narrativa. Porque, obviamente, un autor puede tener diversos objetivos en su proyecto literario. Para enfrentarse a la lectura de un texto, hay que reflexionar sobre las intensiones del autor. Y Lo que una ama pone de manifiesto qué es lo que quería Salvador Young al escribirla: crear el argumento de una teleserie; o en palabras populares, un culebrón. Incluso el título del libro en cuestión remite a una telenovela.
La historia narra el romance entre Solana, una chica indie de clase alta, y Madeleine, una joven francesa, estudiante de literatura, sensible y profunda. Las situaciones que ocurren, con el mismo recurso de una telenovela, se suceden con rapidez y la mayoría de las veces sin mayor coherencia. Todo nace de los impulsos de los personajes, y al igual que en un culebrón, el autor direcciona los actos de las chicas con el sencillo objetivo de alargar la historia, como si de capítulos diarios se tratara, y la alta sintonía necesitara más material, a costa, claro está, de la solidez dramática.
El mundo en el cual se ambienta la novela es glamoroso en el sentido más básico. Todas las chicas son hermosas y visten con ropas llamativas. Aquí todos están desesperados por estar en onda (las cursivas son de Young Araya), por ser los más cool, los más bellos, los más distintos y los más exclusivos en una noche santiaguina de cartón. Esta histeria por estar en todas partes y vivir las mejores juergas, atraviesa todo el libro, y recuerda a ratos ese clásico de los noventa, Adrenalina.
Una variación con respecto al género del culebrón, son los roles antagónicos. No hay un personaje que encarne con claridad al villano, pero es posible identificar a algunos que por desidia, estupidez o liviandad, actúan contra el romance. Son, en su mayoría, heterosexuales, y aquí sí puede haber, más que un rol antagónico encarnado, una temática con la cual el autor identifica cuán retrógrado y poco apropiado es el mundo para sus personajes. Por ejemplo Carlos, el ex novio de Madeleine, un torpe estudiante de literatura, sin pasión alguna por los libros, y que deja ir sin mayor dificultad a “la francesita”, encerrándose en su habitación a llorar las penas. O los novios que son abandonados por las chicas que en el pasado conquistó Solana; todos hombres mamones, nulos en cuanto a atractivo sexual, o carreteros empedernidos, infieles adictos a la coca. El mundo de Solana no solo es oscurecido por heterosexuales vacíos, sino también por gente fea. Los estilosos, los dueños de la noche santiaguina ondera, deben ser por definición bellos. Las lesbianas que se arrancan de los códigos de belleza impuestos por Salvador Young representan también una amenaza para Solana y sus amigas. Cito las palabras de una de las pololas de Solana: «Isabel miraba a la cajera del Amapola, una camiona bien pesada y prepotente atendiendo, que le daba cariño a un gato. ¿Si se metía con Solana iría directo a ser como esa guatona ahombrada?». En este mundo lleno de luces y glamour, no hay espacio para los fomes ni los que han descuidado su aspecto.
No hay que engañarse: Lo que una ama es un drama televisivo ágil, entretenido, con cuotas de humor precisas y las tragedias románticas propias del género. ¿Por qué fue publicada en formato libro? Quién sabe. Por lo pronto, el autor está en excelente pie para vender el argumento a cualquier casa televisiva. Sería una excelente teleserie nocturna, qué duda cabe.
Lo que una ama
Salvador Young Araya
Chancacazo Editores
272 páginas
Precio referencial: $9000