La autora de Grandes éxitos en la Zona de Contacto publicó su libro Un lugar en la Tierra luego de vivir una experiencia traumática. De ahí el subtítulo: «viaje desde el maltrato emocional».
—Dime Pepa. A estas alturas ya soy Pepa. Todo el mundo me dice así —aclara, sonriente, tomando camino hacia el café que queda un par de metros más allá. Efectivamente es conocida como Pepa Valenzuela, aunque su nombre, según el carnet, es María Paz Cuevas. El apodo viene del pseudónimo que ocupaba en su columna Grandes Éxitos, que hace algunos años y, semana a semana, se publicó en la Zona de Contacto de El Mercurio: «aprendí a escribir ahí, yo creo. Me acostumbré a todo lo que pasa cuando haces no ficción, igual es duro porque son cosas súper personales y la gente es troll y llega todo tipo de comentarios» recuerda hoy, sobre esa sección que inició cuando tenía 20 años. «Duró dos años y medio, tengo súper bonitos recuerdos, me llegaban ene correos. Tengo lectores de esa época, imagínate».
Desde la Zona de Contacto hasta este café expreso que se sirve sobre la mesa, para Pepa Valenzuela han pasado asuntos diversos: ha escrito reportajes y columnas para las revistas Caras y Paula y para los periódicos Las Últimas Noticias, La Nación y El Mercurio. Ha sido reconocida por su trayectoria periodística y ha lanzado un libro recientemente. Es el motivo de esta entrevista.
Un lugar en la Tierra es el nombre del texto que empezó a escribir en enero de 2012, luego de vivir una experiencia traumática, de ahí el subtítulo que acompaña a su libro: «Viaje desde el maltrato emocional». Porque sí, porque a Pepa Valenzuela, la chica que musicalizaba con columnas sus rollos amorosos, le tocó ser víctima de una compleja relación de pareja a la cual ella misma calificó de una en donde predominaba el maltrato emocional, producido por otro que la llenó de ilusiones al comienzo y de temores al final de la historia. De ahí que el libro, publicado por El Mercurio / Aguilar, se inicie con una bola de fuego que sube y baja desde su estómago, un primer capítulo en donde ella escapa de este sujeto nocivo para empezar a replantearse la vida entera.
—¿Cómo fue ese inicio de escritura?
–El primer capítulo fue una catarsis, no pensé que iba a convertirse en libro. Empecé a escribirlo porque todo lo que había vivido recientemente, con esta relación de pareja, me empezó a hablar un poco, ¿no? Yo estaba en un momento súper bajo, con mucha pena y angustia, con mucho miedo. Y nada: yo escribo, entonces, para sacarlo un poco de mí, escuché estas cosas que se me venían a la cabeza. Después de terminar con él, me fui a un viaje y cuando me acostaba tenía esta imagen de la bola de fuego, eran frases, imágenes. Así que agarré el computador, me lo llevé a la cama y estuve escribiendo hasta como las cuatro de la tarde, sin comer, sin nada, fue un desahogo larguísimo. Ahí no tenía idea de pa’ dónde iba a ir el libro, pero sí que tenía algo que contar que, más allá de la experiencia del maltrato, tenía que ver con las cosas que estaba descubriendo después de haber despertado.
—¿Y al despertar, cómo te viste a ti misma?
–Pa’ mí fue un detonante que me hizo más consciente, me remeció tan fuerte que cuando me volví a poner en pie, caché otra realidad, vi la matrix, esa es un poco la sensación. Y al empezar a ver la matrix, ves la historia, por qué llegaste ahí y asumes tu parte de la culpa, también, y esas son lecciones que yo quiero compartir con más personas. No solo la parte del maltrato, porque pienso que todas las personas hemos vivido alguna vez la experiencia del maltrato, no solo de pareja, en general esta sociedad es bien maltratadora. Mi intención es compartir lo que viene después del capítulo uno, que es esta construcción a partir de la adultez, hacerse responsable y empezar a trabajar. Porque lo mío fue un trabajo de ponerme de pie y armar mi vida de otra manera, más sana, por eso seguí escribiendo: para compartir esas reflexiones.
—Uno tiende a pensar que es un libro de autoayuda…
–Es un libro que pretende ayudar, no tengo ningún reparo al respecto. No es un libro de autoayuda porque no se trata de tips, es una historia personal, dolorosa, también bonita. Siento que la autoayuda es más un manual y yo no pretendo darle un manual a nadie, sino contar una experiencia particular, con honestidad, de cómo pasé ese año, de lo que me costó, de cómo recaía, de asumir mis vulnerabilidades y de cómo aprendí a caminar de nuevo y si esa experiencia se traspasa a otras personas, magnífico. De algún modo, todas las historias ayudan, sobretodo en la no ficción, cuando están bien escritas y con honestidad.
—¿Por qué mantener el pseudónimo en este libro si es una experiencia tan íntima y real?
–Porque tenía la tradición de firmar las columnas más personales y la no ficción cuando hablaba de cosas mías como Pepa Valenzuela, se dio así por mi pega y, en realidad, me cachan más por Pepa Valenzuela y me siento más Pepa que María Paz. Además, en este proceso de reconstruir mi vida tenía que forjarme una identidad y, en realidad, yo ya me la había forjado antes y me había puesto un nombre y es la Pepa.
—Y esa Pepa, ¿es la misma que conocimos en la Zona de Contacto?
–Es la misma Pepa pero más vieja, no más. Las columnas eran no ficción también, tal como pasaban las cosas. Con la inocencia de los 20 años, más atarantadas. Esta es la misma mujer pero con más experiencia.
—En Grande Éxitos, tus columnas partían desde una canción…
–Soy re poco musical, soy re poco ondera, no estoy a la vanguardia de nada. No sé de tecnología, ni de grupos de música de lolos, de hecho soy popera, escucho Rock and Pop, me gustan las solistas femeninas, pero no soy la mina cool, indie, groovy, nada. Quizá de libros puedo saber un poco más…
—¿Pero hay una banda sonora en este libro?
–Sí, el libro tiene banda sonora, como las columnas de Pepa, en donde yo me acordaba de momentos y de personas con ciertas canciones, con letras de canciones que uno ahíla con su vida, y que tienen algún sentido, y que fue una sección que yo pensé que iba a durar diez (publicaciones), con diez personas y diez momentos, pero finalmente terminé escribiendo más de cien. En este caso, en el quiebre él me había regalado 21 de Adele, que es terrible por el dolor y todo, y me había dedicado “Lovesong”, y yo la encontraba súper lenta y no me sonaba muy romántica, nunca la sentí para mí, pero en ese mismo disco está “Set fire to the rain” que es mucho más rabiosa, pero la canción de mi relación, finalmente, terminó siendo “Turning tables”, en la que ella le canta a un tipo que era fuego, que peleaba por cualquier cosa, que daba vuelta las situaciones, que era manipulador y le dice no pongas más tu dedo sobre mí, porque debajo de ti no puedo respirar y eso yo pensaba yo de él, que no me dejaba respirar, me tenía absolutamente ahogada, esa es la canción de mi relación con él. “Mariposas”, también, de la Magdalena Matthey, que es una neofolklorista chilena súper talentosa, y lo cuento en el libro: un ex me invitó a salir y llegamos a una tocata de ella y cantó esa canción y me lloré entera, y habla de eso, de que te traten como una mariposa, que te dejen volar y no te opriman.
–Me hicieron pebre en Zancada, aparecieron todos los amigos de este personaje posteando anónimos y me hicieron pebre. Ahora miré Pániko para ver si me iba a pasar de nuevo y vi que se posteaba con Facebook y así la gente no se atreve –comenta Pepa, ya más burlesca que afectada. Y es que esta conversación se ha vuelto un debate sobre la no ficción, sobre sus posibilidades y sobre sus exigencias. Porque a pesar de que durante esta entrevista se refiera constantemente a un él o a este personaje, en el fondo, las 256 páginas de Un lugar en la Tierra son una diatriba contra el miedo: «Son como las esposas de militares que le gritan asesino a Piñera por cerrar el Penal Cordillera y no cachan que se acostaban con asesinos».
—Me imagino que, tras la publicación del libro, en el entorno cercano hubo un movimiento sísmico.
–Tengo una historia familiar bien quebrada, entonces hubo familiares que se enteraron con el libro. Mi familia más cercana, que es mi hermano, sabía algunas cosas, pero nunca le conté todo, aparte de que el detalle de la escritura es más acucioso. Entonces, a pesar de que sabía, para él fue fuerte porque lo sufrió, le dolió mucho que me pasara esto. En cuanto a mi entorno cercano, mis amigos también sabían y después de leer el libro me llamaban y me decían: no sabía que había sido tan fuerte ni que estabas en un proceso de sanación, a pesar de que estuvieron conmigo en ese año y que aparecen en el libro. En general, yo hablé muy poco, me dediqué más a hacer mi trabajo espiritual, a sanarme y a escribir el libro.
—¿Crees en la escritura como sanación?
–Sí, po. Todo el rato.
—En ese sentido, el libro debe haber sido como sacarse un demonio.
–Sí, po, es un proceso súper catártico. Es sacarlo de ti y ponerlo en otro lugar. Ahora veo el libro y lo veo muy lejano. O sea, sé que es mío y es lo que viví e igual me emociona, pero después de eso han pasado muchas otras cosas, entonces ya no me pertenece esa historia. Es un ente con vida propia, ¿cachai? En ese sentido es sanador total. Yo escribo para entenderme, es increíble cómo la escritura te estructura la cabeza y te da reflexiones que en lo oral no alcanzas a tener. Justo ayer le decía a una amiga, que tiene mucha rabia con su ex marido porque se está portando muy mal, que nunca va a encontrar en él un interlocutor válido para botar esa rabia, entonces, escríbelo le dije, no se lo mostrís nunca, pero bota esa basura.
—¿Darías ese consejo, el de escribir, a todo el mundo?
—Encuentro que, en general, escribir es sanador. Es un acto psicomágico, para la gente que no escribe como oficio, escribir una carta de amor y quemarla, le ayuda. No es un consejo que yo le daría a todo el mundo, pero para mí la escritura es sanadora, me dio un lugar en el mundo, me dio una voz y una casa también.
—Me imagino que escribir esta experiencia, además, fue como desnudarte, ¿te cambió mucho darte cuenta de eso?
—Sabís que sí, es que hay dos cosas: en el libro retrato un proceso personal que efectivamente me estaba cambiando porque fue un trabajo, una terapia, darme cuenta, hacerme responsable, evaluar mis relaciones, mis amistades y eso es doloroso en un mundo en donde la gente suele hacerse la lesa, y funciona y opera como un robot, sin mirarse las yayas propias, sin tomar acciones al respecto para hacer de sus vidas lo que ellos quieren, ese proceso es re potente, es difícil, es el camino largo, pero siento que vale mucho más la pena, que uno viene a esta vida pa’ vivirla con verdad. Por otro lado, después de escribir el libro, tengo una sensación de calma muy grande y me ha dado cierta seguridad también.
—Y has tenido feedback, me imagino. Han pasado cosas…
—Sí, una chica se separó de su marido, sabía que el tipo tenía algo raro y no sabía qué era y leyó el libro y se dio cuenta de que era maltrato sicológico y eso es importante.
—Además que es un tema muy común.
—Es súper común, porque la violencia y el maltrato, como la falta de respeto hacia el otro, está muy naturalizado, especialmente la violencia del hombre hacia la mujer. Todavía hay mucho machismo y los hombres no logran darse cuenta de eso, ni de los residuos que quedan, pero quedan muchos. No digo que no haya violencia hacia el otro lado, pero sí hay ciertas conductas muy naturalizadas como faltarle el respeto a la mujer, descalificarla, subir el tono. Está más aceptado que el hombre tenga mañas, arrebatos o pueda dar un combo, es violento pero se tiende a creer que es normal. Y hay personas que, por aparentar, o tener ciertas cosas se bancan eso, yo estaba en esa parada antes también. Hay gente que, por aparentar el matrimonio feliz, se hace la lesa, mujeres que se hacen las huevonas con que ya no están enamoradas, con que les están poniendo el gorro o que están con un maltratador. Ese fenómeno sigue pasando y ahora a mujeres que tienen otras herramientas, que son profesionales, inteligentes, independientes económicamente, que no tienen la necesidad de hacerse las tontas, pero como buscan la aceptación del entorno, la necesidad de amor, de estar en pareja tantos años, caen en esto de aguantar. ¿Y pa qué si el amor es otra cosa?
—En el libro mencionas que fuiste iluminada por Dios, ¿eres creyente, religiosa, católica…?
—No, o sea, sí: yo creo. Escribí el libro porque me estaban iluminando de muchas partes. En todo sentido. Y una de esas iluminaciones es súper personal, y de pronto a algunos no les va a hacer sentido, pero lo será en otro momento o de otra manera, pero para mí fue Dios. Me di cuenta de que existía y que estaba conmigo ahí siempre. Yo no era católica, me carga la misa, me aburre soberanamente, no me voy a casar por la iglesia, no tengo onda con ninguna religión, de pronto el budismo me hace más sentido. Mi relación con Dios era la misma que tiene todo el mundo, como si fuera el SERNAC, como digo en el libro, pero cuando me pasó esto empecé a rezar y a pedir ayuda y me llegó ayuda directa, concreta y tangible. Aquí alguien me estaba cuidando y fue una revelación gigantesca.
—¿Qué lecturas te ayudaron en este proceso personal o en la escritura del libro?
—Bueno, yo siempre estoy leyendo. La lectura, por osmosis, siempre te ayuda escribir. Cosas puntuales que me ayudaron: Los cinco lenguajes del amor de Gary Chapman, lo leí y entendí que, claro, cada persona habla distintos lenguajes, entendí cuál era el mío y el de este personaje que hablaba uno, y mal, pésimamente, y además con maltrato, entonces era imposible entendernos hablando su propio lenguaje. Come, reza, ama (de Elizabeth Gilbert) me hizo mucho sentido, también, y lo siento más cercano a mi libro, porque ella se pega también una crisis vital, de cachar que no está enamorada, sin vivir una experiencia de maltrato, pero a partir de eso busca su felicidad, su propia identidad y empieza a ver la matrix. Cuando salió el libro todos me preguntaban por el tema del maltrato y me preguntaban cómo descubrir un maltratador, pero sí, eso está en el primer capítulo, pero este es un libro sobre hacerse cargo de la vida. En ese sentido, el Come, reza, ama me acompañó en el imaginario.
—¿Cómo imaginas a tu lector? ¿Para quién está escrito el libro?
—No creo que para cualquier persona, ni solamente para la gente que ha vivido maltrato, sino para los que tienen interés, ganas, un ruido, que le dice que no está viviendo la vida que quiere vivir, que pueden mejorar, que no está en el escenario que esperaban, que quieren vivir la vida más consciente, más feliz, para esas personas es el libro, no para los que viven como robot. No necesariamente le va a hacer eco ahora, puede ser después, cuando sea su momento.