En regiones remotas circulan niños y adultos con poleras de equipos que solo en la fantasía alguna vez fueron campeones.
Soy fan de los Steelers.
El uno de febrero de 2009, luego de haber conseguido un par de años antes su quinto SuperTazón, los acereros se enfrentaron en las finales a los Cardenales de Arizona y ganaron apretadamente 27 a 23.
Vimos el partido con mi hermano en el sportsbar “Basic” que quedaba en Irrrázabal con Condell y que posteriormente desapareció para ser reemplazado por un “Rincón del Chef” y trasladar su FUÁ a Providencia cambiando su nombre por “California”.
En el partido, la fanaticada gringa del sucucho batía las famosas Terrible Towels, una pichiruche toalla de mano amarilla que es uno de los emblemas de la franquicia de Pittsburgh.
Dos meses más tarde, mi herma llegó con el mejor regalo de la vida. Una Toalla Terrible conmemorativa del encuentro, en la que se hallaba grabada la leyenda: “CampIones!”.
Y qué dijo el otro
Ahí me cayó el tejazo. El lunes que sigue del superdomingo del Super Bowl, a lo largo y ancho de los Estados Unidos, miles de personas compran merchandising conmemorativo de la gesta: poleras, polerones, gorros, jockeys, banderas. ¿Qué pasa con las del equipo que pierde? Claro, es una buena pregunta. Resulta imposible que las marcas que tienen los derechos sobre el vestuario de la NFL (como Reebok, Sports Authority, Dick’s o Modell’s) puedan en solo una noche facturar las centenares de prendas que se empezarán a vender como pan caliente al día siguiente.
Entonces ocurre algo digno de la Dimensión Desconocida o del Doctor Misterio: la mitad de las prendas corresponden al equipo que finalmente perdió el SuperTazón. Prendas que no tienen ninguna utilidad de ahí en adelante. Durante décadas los fabricantes de ropa deportiva debían botar a la basura estos signos de un mundo paralelo, o incinerarlo, o hacerlo guaipe (que de hecho es uno de los modos de seguir utilizando tejidos en el mundo actual).
Hasta que llegó “World Vision”, los mismos de la campaña viral por Internet “Apadrina a un niño”, y les pidieron a los fabricantes que les pasaran estas prendas de significado nulo. Ellos se encargarían de llevarlas a lugares en que se necesitaban sin que importara tanto el significado. Ese 2009 en que mis Steelers dieron cuenta de los Cardinals, fueron enviadas a zonas de extrema pobreza de El Salvador, en 2010 se hizo el envío a la zona del terremoto en Haití; y en 2011 los containers se encaminaron a través del océano a Zambia, Armenia, Nicaragua y Rumania.
Así que, en regiones remotas y abandonadas circulan niños y adultos con poleras y sombreros de equipos que solo en la fantasía alguna vez fueron campeones: los Cardenales de Arizona en 2009 o los Patriotas de Nueva Inglaterra en 2011. Resultados imaginarios, sobre equipos desconocidos, de un deporte que solo se entiende allá a lo lejos, en el país del norte.