Me carga que se publiquen las listas de lo mejor del año antes de que termine el año. Me carga, además, que en las listas de lo mejor del año uno sólo tenga que poner cosas que aparecieron en ese año. Todos los años, cada vez que preparo mis propias listas de lo mejor del […]
Me carga que se publiquen las listas de lo mejor del año antes de que termine el año. Me carga, además, que en las listas de lo mejor del año uno sólo tenga que poner cosas que aparecieron en ese año. Todos los años, cada vez que preparo mis propias listas de lo mejor del año, termino por confirmar que las mejores cosas que leí, escuché y vi durante ese año eran de otros años. Este año incluso el disco que más me gustó dentro de los que aparecieron este año parecía ser de otros años: Random Access Memories, de Daft Punk. Me gustó no sólo por Daft Punk, sino porque pude escuchar allí a dos músicos que admiro mucho, Giorgio Moroder y Nile Rodgers, y disfruté aún más cuando volví a escuchar sus propios discos que siempre me han gustado tanto.
En agosto, me encontré con una película cuyo título me había sonado varias veces pero nunca había conseguido ver: The last days of disco de Whit Stillman (1998). Se transformó inmediatamente en mi película favorita de este año y de muchos más. Me encantó la banda sonora, con muchos hits a cargo de Nile Rodgers en Chic, Sister Sledge y junto a Diana Ross, y también con canciones de Alicia Bridges, Evelyn “Champagne” King y Andrea True Connection. Me encantaron las escenas en que baila Chlöe Sevigny con una delicadeza que le hace justicia a la sofisticación de esta música. Me encantó el emocionante discurso final de uno de los personajes que, tras la debacle, defiende el valor imperecedero del disco: «Disco will never be over. It’ll always live in our minds and our hearts; something like this, that was this big and this important and this great will never die. . . . Disco was too great, and too much fun, to be gone forever, it’s got to come back some day. I just hope it’ll be in our own lifetimes». Embargado por la emoción, procuré de inmediato que mi adorada Marcela (que cuando me pongo a escribir emo me critica porque dice que me parezco a esos novelistas que escriben sobre la vida en la dictadura), junto a mi amiga Josefina (conocida en las pistas de baile por su chaquetilla dorada), pudieran verla. También convencí a mi amiga Megumi que la viera, argumentándole que era fundamental para la investigación académica en la que trabajamos juntos. Le hablé de esta película a mucha gente más, y casi todos me repitieron que les sonaba pero no la habían visto.
Los últimos meses dediqué muchas horas a seguir conociendo más de aquellos grupos que desarrollaron ese estilo tan elaborado y elegante del disco de los ’80. Me encontré con dos figuras que desconocía, los productores Jacques Fred Petrus y Mauro Malavasi, que marcaron el inicio del italo disco con grupos como The B.B.&Q. Band, Ritchie Family, High Fashion y mi favorito de todos: Change. Change, al igual que otros de sus proyectos, fue un grupo de estudio, con músicos de sesión que grababan en Italia, y a los que sumaban las voces en Nueva York. Comenzaron bastante apegados al estilo de Chic, pero luego fueron evolucionando dándole mayor espacio a los sintetizadores y las baterías eléctricas. Su canción “Paradise“, de 1981, fue la que más disfruté en todo este año. Cuesta mucho encontrar videos de ellos tocando en vivo, pero hay uno de “Change of Heart“, donde aparecen haciendo playback vestidos con overoles en un set de televisión incomprensiblemente decorado con columnas.
Cerré este año de reencuentros buscando las emulaciones de esos sonidos tan cálidos y redondos de los sintetizadores de esa época. Justo por estos días salió una oferta navideña de Arturia, «Welcome to your dreams studio», con plug-ins que reproducen el Minimoog, el Prophet o el Jupiter, y también otra de Korg, con las versiones virtuales de sus propios productos. Se siente un placer muy simple e ingenuo al escuchar esos sonidos tan plásticos, tan artificiales, pero a la vez mucho más verdaderos que la impostada seriedad de los hipsters o la autoridad moral de los indie. Además, suenan como una promesa, pues sé que escucharemos muchos de ellos en el disco que, sin ninguna duda, inaugurará mi lista de lo mejor del próximo año: el nuevo disco de Javiera Mena.