Estas son las ideas en conflicto con la Ley del 20%, que buscar fomentar la música chilena con cuotas de radiodifusión.
Estas son las ideas en conflicto con la Ley del 20%, que busca fomentar la música chilena con cuotas de radiodifusión.
Carlos Fonseca, el responsable del sello Fusión y parte importante de carreras como Los Prisioneros, La Ley, Teleradio Donoso, Ana Tijoux y Manuel García, tenía una idea sobre por qué es más difícil que los músicos chilenos suenen en las radios chilenas, respecto de los extranjeros.«Cuando las radios reciben un disco de Argentina, España, Estados Unidos, o de donde sea, están recibiendo un producto que ya viene con información alrededor. Pueden saber si el disco pega o no pega en su país, cuál es el single y qué tipo de público lo está avalando», decía Fonseca en un reportaje escrito por Sergio Fortuño (actual director de Radio Zero) para la revista Rock and Pop, en 1995.
«En cambio, cuando reciben un disco chileno, viene del horno y prácticamente sin precedentes. Cuando lo analizan, tienen menos datos, menos avales que lo puedan sostener», aclaraba el mánager hace 19 años.
Hoy el debate sigue buscando motivos, argumentos y también soluciones para esta asimetría. Por ejemplo, en la modificación al artículo 15 de la Ley 19.928, sobre el Fomento de la Música Nacional, más conocida por estos días como la Ley del 20%, que de aprobarse exigiría a las radios chilenas emitir ese porcentaje de música nacional en su programación, y un cuarto destinado a música de raíz folklórica y tradición oral.
En 2010, el proyecto se tramitó, siendo aprobado en la Cámara de Diputados pero eliminando el ítem de programación de raíz folklórica. Finalmente, en enero pasado, fue rechazado por la Comisión de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología del Senado. Fue a partir de este hecho que públicamente comenzó el debate y diversos actores de la industria tomaron posiciones.
Los que están a favor del proyecto (Sociedad chilena del Derecho de autor, SCD; y músicos como Don Rorro de Sinergia, Cote Foncea de Lucybell o Joe Vasconcellos), argumentan la importancia que aún posee la radio como medio de difusión, además de que una ley como esta podría ayudar a mantener presente la identidad en la música local, en desmedro de los intereses de los sellos multinacionales y el viejo cáncer de la payola (como se conoce a los sobornos para programar más a un artista).
En contra, el sector opositor (Asociación de Radiodifusores de Chile, Archi; directores de radio como Sergio Fortuño, de Radio Zero, o Sergio Cancino, de Radio Uno; y locutores. como El Rumpy) sustenta sus ideas en la falta de mecanismos de control para supervisar la ley y además supone que la lógica de un proyecto de este tipo atenta gravemente contra la libertad editorial y económica de las radios.
«La música chilena no debe imponerse»
La Archi es el sector que más se ha opuesto a esta iniciativa y lo ha hecho de forma pública, lanzando una campaña radial que rota en la programación de sus emisoras asociadas, cada media hora. En el spot —que muchos, incluso la actual Ministra de Cultura, han calificado como agresivo— se pretende dar a entender que «la música chilena debe fomentarse y difundirse, no imponerse».
«La idea es informar que este es un proyecto mal hecho. Primero, obliga a alterar la programación de muchas radios, incluidas las que solo tocan música anglo. Luego, cambia los hábitos de escucha de los auditores y afecta la competitividad de las emisoras versus otros formatos. Vamos a seguir renovando esta campaña con nuevas piezas y con un mensaje más fuerte», dijo Luis Pardo, presidente de Archi, en La Tercera.
Por otra parte, en el panel de discusión sobre la ley realizado en la última versión de la feria industrial Amplifica, Pardo dijo que esta «imposición de un porcentaje no respeta la libertad creativa de los programadores de las radios». Para él, «significa meter en la cabeza, tanto del programador como del auditor, una categoría que no existe».
Durante el mismo espacio de conversación, Sergio Cancino, director de Radio Uno, explicó que «las industrias jóvenes requieren otro tipo de apoyo». Según él, «las leyes de cuotas se crearon para otra época, en una industria discocéntrica (…) y que la cadena de fomento debiera partir en la creación».
Otro director de radio en contra de este proyecto es Sergio Fortuño, de Radio Zero. Para él, con esta iniciativa se olvida lo importante que es la elección de la audiencia. En un debate transmitido en CNN Chile, el periodista afirmó que «el público que escucha formatos radiales que tocan menos música chilena, es porque está buscando eso y, a lo mejor, dentro del catálogo chileno no hay suficiente material como para programar y ponerlo en una parrilla radial. Para mí, como director de radio, la procedencia de la música es completamente irrelevante». Un argumento que se contrapone al dato objetivo de que en Chile «se editan dos discos de música chilena al día, es decir, un promedio de 700 álbumes anuales», según Alejandro Guarello, Presidente de la SCD.Otro de los argumentos en contra de la ley, y que fue el utilizado en el Senado para rechazar la propuesta, es que no existen los organismos necesarios para la supervisión de una ley de cuotas.
Durante el panel realizado en Amplifica, Guarello aseguró que las radios entregan en forma de planilla su programación, por lo que es posible mantener un control. Declaró también que hace más de un año la SCD utiliza un software que reconoce el contenido que se transmite en las 100 radios que actualmente están en cadena y, que esta cifra se triplicará en dos años.
Protección a la industria local
La periodista Marisol García cree que «es completamente legítimo regular y proteger a competidores en desventaja cuando se trata del uso de un bien público que ha sido privatizado, como lo es el espectro radioeléctrico. Y más aún, cuando ese negocio guarda relación con bienes culturales que se rozan con otras áreas, como la educación y el patrimonio».
Según la autora de Canción Valiente 1960-1989 Tres décadas de Canto Social y Político en Chile (2013, Ediciones B) «una ley de cuotas activaría varios engranajes adyacentes. No me parece que sea la más importante ni única medida para que la música chilena se desarrolle como nos gustaría, pero sí es un impulso que tendrá muchos más efectos beneficiosos que perjudiciales».
En cuanto a la postura de la Archi, la periodista cree que se malentiende la idea de libertad editorial. «Veo una suerte de porfía por hacer las cosas a su manera, incluso cuando esa manera se topa con intereses superiores y ha probado estar siendo trabajada con negligencia en algunos puntos», asegura.
«La campaña (de la Archi) es falaz, agresiva, despectiva. Incluso alguien que esté en desacuerdo con la aprobación de esta modificación de ley, debe aceptar que, desde un punto de vista lógico, la idea que esa campaña transmite no se sostiene. ¿No podría verse, también, como una imposición la parrilla conservadora y limitada de las radios chilenas en estas últimas tres décadas?».
Varios músicos nacionales se han plegado a favor de esta ley. Uno de los que más ha debatido públicamente es Rodrigo Osorio, vocalista de Sinergia. «Habría que preguntarle a la Archi por qué no apoya algo que nos pertenece. Las radios nos pertenecen, son del Estado. Habría una revolución cultural en Chile si se subiera a 20%», dijo a La Tercera.
Otros que han apoyado que se legisle en esta dirección, como el músico Beto Cuevas, se han sumado a la actual asesora de Sebastián Dávalos, Denisse Malebrán, la baterista Juanita Parra, el músico Carlos Cabezas y el cantautor Nano Stern, por nombrar a algunos de los rostros conocidos.
Según Stern, «la música no se puede medir solo por su valor comercial, puesto que en lo intangible radica, por definición, lo que la hace ser. Cuando se des-regulariza por completo la difusión de la música, entonces se es negligente frente a una realidad en la cual una industria como la chilena no tiene ninguna chance de hacerle frente a la de mercados inmensamente mayores. Si dejamos que primen solo los intereses comerciales de quienes controlan los medios, entonces, indudablemente terminaremos por ver cómo gradualmente iremos perdiendo nuestros sonidos».En cuanto a la férrea oposición de la Archi, el cantautor supone que se enmarca dentro de la defensa de intereses mayores. «Se escudan bajo una defensa de la libertad, pero honestamente, creo que subestiman la capacidad crítica del país al aplicar una falacia tan burda como esa. ¿De qué libertades hablan? ¿De la libertad de la gente para escuchar lo que ellos definen? Simplemente no es creíble. Me parece que la campaña de la Archi es tremendamente ofensiva para todos los que dedicamos nuestra vida a la música en el país. Además, al ser tan engañosa, lleva a un nivel de discusión muy superficial un tema que es muy profundo: la defensa de nuestra identidad cultural».
Al igual que Stern, Fernando Milagros cree que existen intereses que se están cuidando en silencio. «Es raro que inviertan tanto tiempo y tanta plata en todo esto. Siento que tienen algo muy valioso que perder con la ley, pero no son honestos como para transparentarlo. Es muy ingenuo pensar que en este momento no te imponen lo que quieres escuchar, es cosa de mirar el ranking y darse cuenta que los primeros cinco puestos siempre son de las tres multinacionales discográficas más grandes del mundo. Y en ese sentido, una ley de cuota lo único que hace es abrir una muy pequeña ventana que garantice un espacio para la producción nacional (David), versus un 80% (Goliat) de producción foránea que, mayormente, viene de estos sellos multinacionales».
Para Stern, que viene de publicar su disco La cosecha (2013), «esta discusión no debe convertirse en una guerra entre músicos y radios. Debemos ser capaces de colaborar en pos de potenciarnos mutuamente. Yo estoy convencido que a las radios les conviene contar con artistas exitosos en el nivel local, que puedan generar relación directa con los medios», asegura.
En palabras de Milagros, «garantizando este 20% se estaría generando un fomento en toda la cadena de la pequeña industria de nuestro país. Habría más gente escuchando, por lo tanto, más gente informada de nuestro artistas, más discos, los estudios tendrían más trabajo, etc. Necesitamos que la gente conozca nuestro trabajo y sin una regulación nuestro arte corre el peligro de desaparecer».
El pianista Valentín Trujillo es otro de los músicos que se ha sumado a las filas de artistas a favor de esta ley y en contra de la campaña de la Archi. «Necesitamos espacios, promoción, cariño y sobre todo, lo que necesitamos es que dejen de insultar a los artistas chilenos con esto de tanta campaña odiosa», declaró para Radio Bío Bío.
Australia: puesta en marcha e impacto
Las leyes de cuotas no son algo nuevo en otras industrias. Países como Francia, Ecuador, Argentina y Australia son algunos que cuentan con una ley de fomento de música local que incluye un porcentaje.
Revisando diversas propuestas (que puedes consultar en este link), es posible notar que la experiencia australiana es la más atractiva. En primer lugar, los porcentajes de rotación radial se encuentran distribuidos por género:
Un estudio de impacto del programa de cuota australiano arroja resultados interesantes. La primera ley de este tipo se aplicó en 1942, con un mínimo de emisiones de 2,5% de música local. Tras poner en marcha la medida, la multinacional Columbia aumentó el nivel de producción de títulos por año. Las cifras son claras: entre 1927 y 1941, se editaban 20 discos por año. En 1942 pasó a 80 y en 1943, a 85.
La investigación también sostuvo que escuchar más música local fomenta la creación y el desarrollo de la misma. Eso sí, reconoce que existen otros factores fundamentales para el crecimiento de la industria, como por ejemplo, la educación musical en los colegios, la cantidad de espectáculos en vivo y el acceso que existe a salas y estudios de grabación.
Además, se concluyó que «la difusión radial tiene un claro efecto sobre la producción y el consumo de música local, por lo que los requisitos para la difusión de música se pueden utilizar como un medio eficaz para estimular y mantener la práctica». Eso sí, se remarca que debe existir una supervisión sobre el cumplimiento de la ley, además de un mejoramiento de los otros factores, como la educación musical, el acceso a las salas y la cantidad de espectáculos.
Si miramos la realidad chilena a modo de mapa conceptual, es posible ver que estos puntos tampoco están cerca de cumplirse. En primer lugar, los programas de educación musical en los colegios —públicos o privados— son deficientes, porque se ve como una materia secundaria y casi de descanso para los alumnos. Además, la cantidad de espectáculos en vivo que se realizan en el país, a pesar de ser cada vez más, no son de fácil acceso debido al alto valor de las entradas y a que la mayoría se concentran solo en Santiago.
Por último, el acceso a estudios de grabación y salas profesionales tampoco es fácil. Actualmente, es posible grabar un disco de forma casera si se tiene un software para hacerlo, pero no existe un real fomento a la profesionalización, porque no hay acceso a estudios profesionales si no es por montos abismales.
Nano Stern piensa que «no basta con esta ley» y que «para que nuestra música tenga el espacio que merece, tienen que suceder muchas cosas más. Este es un primer paso, y, de no ser aprobado, sería un enorme retroceso y una muy mala señal. Por último, a quienes argumentan que no existe música de calidad para acomodar las líneas editoriales de ciertas radios como Beethoven o Futuro (por citar las más nombradas), les diría que hablan sin conocer la fecunda realidad actual de nuestra escena musical. Pero, no los culpo ¿cómo la van a conocer si no existen los espacios de difusión necesarios?».
Junto con una ley de cuotas, ¿No sería un real avance discutir el fomento a la música nacional a partir de la educación, desde cómo un niño se relaciona con la música a una edad temprana, hasta de qué forma puede desarrollarse en ese ámbito?
Puede ser que la aplicación de un porcentaje sirva para que más personas conozcan la música chilena pero, si se va a modificar una ley de fomento, ¿no sería mejor pensarlo de manera integral? Hace 20 años se escribía sobre esto en una revista desaparecida, ¿qué debe cambiar para avanzar?