Ayer Johansson se quitó la ropa y todo lo que soñé por años estaba ahí, perfecto, como tenía que ser.
Querida Scarlett. Primero que nada, gracias por hacer del día de ayer el día más importante del siglo. Corta. Verte en pelotas, con un magnífico primer plano frontal fue el regalo que tantos (y tantas) habíamos esperado desde que te descubrimos a inicios de la década pasada, el mismo año en que se cayeron las torres.
Ok, soy viejo, en dos meses cumplo 40; crecí con pelos en las palmas gracias a Samantha Fox, Sabrina y Kim Basinger, pero te juro que nadie había provocado en mi allá-abajo lo que tu gatillaste ayer con esa maravillosa instantánea. Todo era cierto, todo era acogedor, todo era cremoso. Gracias Scarlett por entrar de una a mi disco duro privado, junto a fotos y cortos de Ursula Andress, Brigitte Bardot, Sofía Loren, Mónica Bellucci y tantas otras que han sabido ondear con orgullo ese arte bello de tener tetas. Porque hay que ser artista para saber llevar bien un par de tetas, sin temor a la gravedad y sin el truco de esos sostenes que levantan lo que no necesita ser levantado; porque la teta tiene que caer, tiene que llevar peso, porque el peso es historia y cuanta historia manual me diste con tu foto. En serio, te quiero loca linda.
¿Machista? No sean lateros, esto no es machismo, es romanticismo.
Conocí a Scarlett en Ghost World, cuando no era famosa y en los créditos aparecía como la compañera desconocida de Thora Birch. Rebecca, la rubia nerd, la fome, la que debía de ser el soporte moral a Enid, la protagonista de la película basada en el cómic de Daniel Clowes. Media gansa, latera incluso, prototipo de la camarera gringa sacada de malas series, novelas de Stephen King o canciones de Springsteen. La lolita con la que pernos y chicos populares soñaban en sus días de escuela, la curvilínea generosa diseñada para jugar en el asiento trasero del VW. El pajeo mental da lo mismo. ¿Quién era esa chica? Buscar entonces en el debutante google y encontrar que había salido en algunas series y un par de películas. Filo. Lo que importaba era como se levantaba esa polera, así que le dediqué el Chica Sobras número 8, esa columna acerca de minas ricas y artes masturbatorias que durante cinco años escribí en Sobras.com, cuando Sobras era un antro nerd y no una productora de comedias románticas y proyectos multinacionales. La primera columna fue en el 2001, la última el 2004, diez años después aquí estoy de nuevo escribiendo una Chica Sobras. Cuanta agua ha pasado bajo el agua. Entre medio me casé, Scarlett hizo Perdidos en Tokio y todo el mundo se enamoró de su culo y sus tetas; me divorcié y Scarlett convirtió sus curvas de estaño en la acogedora nueva obsesión de Woody Allen; entró Piñera y Scarlett ganó tres años seguidos el trono de la mujer que amamos de revista Esquire; volví a enamorarme y Scarlett se enfundó en el traje de cuero ajustado de Black Widow, la más calentona y peligrosa de las superheroínas del universo Marvel; se fue Piñera y Scarlett se empelotó como un regalo para la humanidad. Filo. Un regalo para mí, que fui el primer chileno que escribió de ella; que estoy seguro se pajeó con ella. Scarlett es mía, yo me la compré con una columna onanista y admiradora, ustedes no han hecho nada por ella salvo ver su foto. Ustedes se pajean y listo, yo me esforcé, eso me da una ventaja.
Ayer Scarlett se quitó la ropa y todo lo que soñé por años estaba ahí, perfecto, como tenía que ser. Ni flaca ni con kilos de más, ni ultra torneada ni definida en su vientre, rica porque es de verdad, porque es de crema, porque se le forma un rollito en la cintura, porque las tetas se le caen, porque no tiene nada que ver con esas modelos huesudas de piernas eternas, fomes como fome es esa dictadura de diseñadores y fotógrafos que han impuesto un modelo de belleza que no tiene nada que ver con lo que nos gusta a quienes en verdad amamos a las mujeres. Y claro, no faltan los que saltaron sorprendidos porque en pelotas, Scarlett no era igual que en las fotos. Que las tetas no eran tan grandes, que no tenía tanta cintura, que está gorda, que tiene el poto caído, que la cacha de la espada, boludeces que no merecen más atención. Nerds que con suerte han estado con otra mujer aparte de su madre y hermanas; minas que quieren ser esqueléticas no para gustarle a alguien (ni siquiera a ellas mismas) sino para lucir mejor sus vestidos caros de retail. Váyanse a la cresta. Los que pelan a Scarlett, los que la tratan de gorda, de tetas caídas, de poto flácido que incluso tiene celulitis… ¡¡¡Viva la celulitis, Dios bendiga la celulitis!!! Repito, váyanse a la cresta los que pelan a Scarlett, esos y esas, son hombres y mujeres que en el fondo odian a las mujeres. Y acá en esta columna las queremos. Mucho, más que la chucha.