«True detective es profundamente literaria». Apuntes de la serie de Nic Pizzolatto, ahora que aparece en DVD y Blu-ray, y hay pistas de su segunda temporada.
En definitiva no hay más que libros de viajes o historias policiales. Se narra un viaje o se narra un crimen. ¿Qué otra cosa se puede narrar? Ricardo Piglia
1.
El hombre corta con su navaja una de las tantas latas de cerveza que acaba de beberse. Está sentado en una sala de interrogatorio, y frente a él dos policías, entre anonadados e incrédulos, escuchan las palabras que salen de la boca del sujeto. Está a maltraer, y fuma un cigarro y otro y a continuación otro más. Su dejadez física (delgado en extremo, pelo largo anudado en una cola, ojos rojos y barba descuidada) no es una condición momentánea, sino adquirida durante años. El cuerpo no se encuentra bien, pero la cabeza está en su mejor forma. Las reflexiones del hombre están por sobre sus interlocutores y de casi cualquier otro interlocutor posible en ese universo ficticio que se ha construido en los ocho capítulos que conforman la serie True detective, transmitida por la HBO a comienzos de este año, y escrita por Nic Pizzolatto y dirigida por Cary Joji Fukunaga. Ese hombre que habla, complicándoles la vida a ese par de policías de color, es el ex detective Rust Cohle, interpretado por Matthew McConaughey. Los policías quieren reconstruir el caso de un asesino en serie que en 1995 asoló Louisiana y que Rust, junto a su compañero el detective Marty Hart, interpretado por Woody Harrelson, lograron desentrañar y resolver. Los detectives argumentan que deben reconstruir el caso porque ha pasado un huracán, llevándose gran parte de los archivos policiales. Y ahí están, Rust y Marty en 2012, ambos con las consecuencias físicas y morales del paso temporal encima, hablándole a una cámara que registra por separado sus recuerdos del caso. Por supuesto, y como en toda trama policial, algo más ha ocurrido y los policías no quieren solamente volver a archivar el caso, sino buscar nuevas pistas para otra cosa. Y entonces tenemos a ese hombre flaco y fumador, un hermoso y enorme pesimista, reflexionando sobre la existencia humana y por ende sobre la maldad (condición inherente a la humana) y también de la esperanza. Porque True detective es, como dice Piglia en la cita que inaugura este texto, la narración de un crimen y a la vez la narración de un viaje. Un viaje por partida doble. El de Rust Cohle hacia la fe y el de Marty Hart hacia el descubrimiento de su condición humana. El resto, que son los personajes que pululan por la trama de la serie y nosotros como espectadores, estamos en una posición similar a la de los policías que entrevistan a ambos ex detectives: de alguna manera intentan e intentamos comprender de qué va la serie y qué ocurre con el caso de Dora Lange, cuando la serie no quiere narrar sino los tránsitos internos que realizan Rust y Marty.
2.
Uno de los triunfos más significativos de la biografía que Romain Rolland le dedica al conde Lev Nikoláievich en Vida de Tolstói, radica en que el autor supo desentrañar y poner la lupa en el mayor conflicto del escritor ruso: la búsqueda de la fe. Es algo que, para cualquier lector medianamente conocedor de la obra de Tolstói, está ahí, presente desde siempre. No solo en sus obras de ficción y ensayos; también en sus registros privados, como los Diarios y Correspondencia (ambos en notables ediciones de Acantilado, al igual que la biografía de Rolland). Sin embargo, el biógrafo sabe elegir los puntos clave donde se manifiesta esta búsqueda, y desde ahí diseñar algo así como un mapa espiritual en la vida de Tolstói. La suya fue una existencia en permanente conflicto, guiada por una personalidad tormentosa y en constante culpa. La fe misma, para Tolstói, nunca está resuelta. La humanidad, en su conjunto e individualmente, pone pruebas a su conciencia, lo que lo obliga a buscar constantemente un nuevo sentido a lo que él entiende por fe. Pienso en esa interminable búsqueda al ver en pantalla a Rust Cohle. Tempranamente el detective se define a sí mismo como un realista, pero en términos filosóficos como un pesimista. Es alguien que está en constante pugna con la humanidad y los individuos. Vive solo, en un departamento con escasos muebles y donde el mayor baluarte que existe es una colección de libros amontonados en una caja de cartón. Es lo que Fukunaga destaca notoriamente la primera vez que el espectador entra al lugar donde Rust habita. No es gratis que esa primera vez también sea la de Marty, a pocas semanas de conocer a Rust, que en 1995 es designado como su compañero. En 2012, Marty recuerda vívidamente aquella primera visita que realiza al departamento de Rust. Reflexiona, frente a los policías, que un hombre sin familia es una mala cosa. A medida que ambos detectives se van conociendo en mayor profundidad, se van demarcando cuán lejos están el uno del otro. Las agudas y profundas reflexiones de Rust incomodan primero y enojan después a Marty, hasta el punto que exige mantener silencio durante los viajes en auto. La inteligencia y conocimientos de Rust, su nihilismo, desapego y áspera crítica a la sociedad y el mundo, funcionan como un balde de agua fría para Marty. Al comienzo del tercer capítulo, ambos visitan la ceremonia que se lleva a cabo en una iglesia ambulante. El pastor pronuncia la típica monserga de salvación cristiana a unos oyentes embrutecidos. Parapetados al final de la carpa, ambos detectives son testigos del espectáculo, a la vez que Rust pronuncia ácidas palabras con respecto a la situación. «Veo obesidad, veo ignorancia», dice Rust, frente a un cada vez más hastiado Marty, hombre de familia, creyente y un tipo que dice definirse por tener un par de huevos. Esas dos visiones contrapuestas, van complementándose y retroalimentándose. Vuelvo al comienzo de este punto, la aventura espiritual de Tolstói, porque considero que lo que subyace en True detective es en origen intentar exponer la búsqueda de la fe y el sentido de creer en algo. He ahí el valor de la construcción de personajes que Pizzolatto realiza. El autor enfrenta dos matrices humanas en puntos opuestos: una en la confortable posición de la certeza, la otra en la terrible desventura de dudar de todo. ¿Qué los une? La fe y una amistad atípica que les permitirá experimentar arcos narrativos inversos.
3.
Encontrar el motivo por el cual True detective ha generado tanta devoción es inútil. Solo las formas publicitarias y de marketing responden a una pura causa. Las verdaderas obras de arte son infinitamente más complejas e inclasificables. Considero que entre los muchos méritos que tiene la serie, está el de aunar dos expresiones que tienen un mismo origen pero que utilizan distintos mecanismos para narrar. Se ha reflexionado mucho con respecto al nexo que existe entre la literatura y las series de TV. Norman Mailer dijo que The Sopranos era la nueva gran novela americana. Y no cabe duda que lo es (o por lo menos es una de las grandes nuevas novelas americanas), por su aliento y la dimensión de sus personajes, sobre todo Tony Soprano, fiel y profundo reflejo del americano medio de los nuevos tiempos. Otros se han aventurado en decir que The Wire es una novela rusa por lo torrencial y coral de su narración y personajes. Y sí; al pensar en la manera en que están construidas sus cinco temporadas, y en cómo David Simon (creador de la serie) le impone un carácter moral a lo que ocurre, dotando a sus personajes de mundos internos densos y contradictorios, uno puede concluir que esa gran ficción está emparentada con las novelas centrales de la tradición rusa. Bajo esta premisa, ¿entonces qué tipo de novela es True detective? ¿A qué tradición literaria podría emparentarse esta ficción? La obviedad nos haría decir que a la novela negra. Pero sin duda la serie toca muchos más tópicos y aborda otros matices. Si tuviera que elegir, de entre las innumerables series de televisión que abordan el género, me quedaría sin duda con The Killing (serie donde además Pizzolatto hizo sus primeras armas en el mundo del guión televisivo, colaborando en dos episodios de la primera temporada). Su valor radica en abordar limpiamente y sin culpa las características más clásicas del policial. Y lo hace triunfante, con elegancia y con personajes entrañables y llenos de ambigüedades. No, yo pienso que True detective es otra cosa. Es más y también es distinta. True detective evoca algo profundamente literario, pero no abandona el molde de la televisión de calidad. La arquitectura de los raccontos, y cómo se complementa la información que allí aparece con la de los personajes en el presente, está realizada magistralmente. Por supuesto, aún no he podido encontrar una respuesta sólida, aunque sí sé que True detective es profundamente literaria. La oscuridad de la serie, exponiendo ese sur ignorante y violento, me hace pensar en Faulkner. El rito satánico para el que sirve el cuerpo de Dora Lange, y su puesta en escena, es algo desconcertante y que funciona como un punto de arranque violento y aterrador. Es una imagen que se escapa de casi todo lo visto anteriormente en televisión. Hace un par de días, un amigo escritor (y gran lector) me confesaba que, en lo que va del año, ningún libro había evocado en él lo que True detective. Concuerdo. La emoción y el desafío intelectual que provoca es similar a lo que, personalmente, me hicieron experimentar libros como El grito silencioso, o Los detectives salvajes, por poner dos ejemplos casi censurables por lo recurrente. Tampoco hay que olvidar que Pizzolatto viene de la literatura. Es autor de un libro de cuentos llamado Between Here and The Yellow Sea (2006) y de la novela Galveston (2010). La clave, o una de ellas, radica probablemente en ese origen. La densidad en la construcción completa de True detective tiene una capa de significantes y elementos que se emparentan más con la literatura que con el simple diseño de guión. Por algo el mismo Pizzolatto considera a True detective como su tercera obra literaria. Al final del tercer capítulo hay una imagen perturbadora y memorable, y que me parece absolutamente elocuente de la altura literaria que la serie alcanza. Rust está narrando el momento cuando se enteraron con Marty quién fue el autor del crimen de Dora Lange. Los policías de color lo escuchan atentamente. Y Rust reflexiona lo siguiente: «Y como siempre ocurre, al final del sueño está el monstruo». Las palabras son acompañadas por la imagen de un sujeto enorme, en calzoncillos y lleno de tatuajes, que lleva en su rostro una máscara para gas. El tipo camina por un lugar lleno de vegetación y en apariencia de total armonía. Para mí, esa conjunción de imagen y palabra lo vale todo, y es elocuente para explicar la dimensión y altura de True detective.