Este martes aparece Nefertiti, el disco donde Protistas dibuja la enfermedad y la muerte entre pasajes de La Montaña Mágica y la foto familiar de su carátula.
El disco aún no tenía nombre. Habían algunas ideas: Florecimiento o Camino Real, en honor a un hotel de Ciudad de México. Ninguna convencía del todo. Pero luego de la última sesión de grabación del sucesor de Las Cruces (2012, Cazador), camino a Santiago, a Álvaro Solar una foto se le vino a la cabeza: una de junio de 1980, en la que se ve a su hermana en una cama jugando con un gato llamado Nefertiti. Había dado con el nombre: el nuevo disco de Protistas —el primero bajo el alero de Quemasucabeza— se llamaría Nefertiti.
La foto la sacó el padre de Solar antes de que él naciera. Que esa foto sea también la tapa del nuevo disco de Protistas es una especie de acto de rescate: en 2005 embargaron la casa de la madre de Solar y desaparecieron todas las fotografías familiares. Entre las pocas que quedaron, estaba la de su hermana y ese gato. Las otras no tenían ningún significado, eran más bien aleatorias.
—Es interesante que la portada de Nefertiti sea mi prehistoria, a pesar de ser una foto familiar. Esa dualidad, me hace sentido: poder ver a mi familia desde fuera.
Álvaro Solar, guitarrista y vocalista de Protistas, reflexiona en medio de un resfrío primaveral en su departamento en la calle Condell. Mientras de fondo suena “Dress Rehearsal Rag” de Leonard Cohen y su gata Tapita pide algo atención.
—Nortinas War (2010, Cazador) era melancólico, con el norte como un escenario de desolación emocional y Las Cruces hablaba del paso de la niñez a la adolescencia en un pueblo chico, ¿qué relato recorre las doce canciones del nuevo disco?
—Tiene que ver con la pérdida de seres queridos. Está ligado a la pérdida en general. Es un proceso de limpieza, de rendir tributo a la gente que ha partido. La familia es un tema súper presente. También, la herencia y cómo hacerse cargo de los recuerdos. Yo perdí a dos familiares el año pasado y, como músico, la mejor manera que tengo de comprenderlo es a través de la música. Es una forma de sentirme en paz.
—¿Es una manera de cerrar etapas también?
—Se podría ver así, pero no lo tengo claro. En ese sentido, Nefertiti tiene más urgencia. Hay una urgencia de hacer esta música más que una intención clara.
—¿El trabajo de Protistas siempre ha sido puro instinto?
—Sí, siempre. Nortinas War hablaba del norte, pero nunca hubo un plan previo, fue tomando forma a medida que se iban haciendo las canciones. De alguna manera, lo que le queda a uno es ir traduciendo esas canciones en una idea común para crear un disco.
—¿A qué te suena Nefertiti? ¿Cómo lo definirías?
—Puta, hay canciones muy luminosas y otras de lo más oscuro que hemos hecho. Me suena como un tránsito desde la luz a un terreno nocturno y ensoñado. Un espacio fantasioso.
—La canción «En mis genes» engloba muy bien esa idea.
—Claro, pero en Nefertiti incluso hay canciones que son en el espacio, otras en paisajes oníricos o tétricos. En general, es hacerse cargo del día y la noche de una persona. Hay algo más surreal del entorno con situaciones que tienen que ver con el insomnio, tal vez. Nefertiti va a sonar mucho más profundo que Las Cruces en términos de sonido y eso ayuda a que el mensaje estético sea más profundo.
—Siempre me dio la impresión de que en Las Cruces había un interés por entregar un relato súper literario, con muchos personajes y haciendo ficción de experiencias personales, ¿Nefertiti va en una dirección similar? ¿Qué lecturas te han influenciado para escribir?
—Va por el mismo camino. Son relatos fracturados, no es una historia pura. Siempre hay una intención de darle a la canción un sentido de cuento, es la forma que me resulta para hacer canciones. Hay libros que sí me sirven como referencia para este disco, como La Montaña Mágica (1924) de Thomas Mann. Me reconforta hasta el día de hoy saber que lo leí, haberme impregnado de él. Lo más probable es que todo lo que haga tenga mucho de eso todavía.
La enfermedad y la muerte. Personajes que sufren distintos grados de tuberculosis. La enfermedad, de cierta manera, domina el ritmo cotidiano, las conversaciones, los pensamientos. Suicidios y la Primera Guerra Mundial como telón de fondo, como una fiesta final y retorcida de la muerte. Si para muchos La Montaña Mágica es un libro oscuro y deprimente, Solar lo ve como un análisis clínico de la enfermedad y la muerte, dos temas que recorren Nefertiti.
—Yo trato de acercarme de esa forma a las cosas que me pasan. Las cuestiones que se pueden sentir muy tristes de las letras, yo lo veo más como un objeto de análisis.
—Tu estudiaste cine, ¿eso provoca que te acerques desde otro lugar a la música?
—De cierta manera, igual sigo haciendo cine sin hacerlo. Mi forma de acercarme a la música no es tanto como músico sino como creador audiovisual. No porque haga videoclips. Tiene que ver con mi forma de aproximarme no sólo a las letras, sino al objeto de la canción.
—Volviendo a Las Cruces, ¿sientes que le faltó movimiento? ¿Se perdieron muchas canciones?
—Sí, obvio. Parte del karma de Protistas es eso. Hasta el momento estamos en el nicho de banda de culto mas que de otra cosa. Lo cual tiene el lado positivo de que es un grupo que mantiene el respeto y se conserva limpia en términos de manoseo. Y lo malo, es que no se puede vivir de la música. Pero sí, Las Cruces se podría haber movido un poco más.
—¿Por qué crees que sucedió?
—Atribuyo parte de eso a que cuando salió el disco se acabó el sello Cazador. Llegamos a Quemasucabeza sin disco nuevo y tampoco ellos se podían hacer cargo de Las Cruces. Si bien, trabajamos juntos en tocatas, quedó en tierra de nadie. Siempre nos ha pasado lo mismo en todo caso. Veamos si con este disco no pasa. Igual están todas las fichas puestas en que la relación entre Protistas y Quemasucabeza va a ir muy bien. Nos han apoyado en todo. Y se nota que no se van a acabar.
—Dieron señales extrañas en ese tiempo, como lanzar el videoclip de «Videocámara» —que era de Nortinas War— cuando estaban promocionando el nuevo disco…
—Claro, era del disco anterior pero era una versión nueva que iba a estar en Las Cruces. Finalmente no cupo en el vinilo por tiempo. Puta, no sé si son malas decisiones, pero sí crean una confusión.
—¿Nefertiti marca un quiebre? ¿Qué esperan de él?
—Hay ciertos aspectos que tienen que ver con la plataforma de difusión que tendrá el disco y, en ese sentido, hay una confianza en el sello. Ya hay contactos hechos fuera de Chile. Nuestras expectativas están basadas en que somos una banda más sólida. Cada vez somos más profesionales en lo que hacemos y la confianza está en que eso se note.
—Igual, Protistas va un poco contra de la corriente en relación a lo que vende o no.
—Somos una banda especial. Y eso nunca va a dejar de ser así. No depende de mi, los integrantes de la banda son quisquillosos. En ese sentido, la apuesta siempre es a que las cosas funcionen desde nuestro lado. Que nuestra música nunca deje de ser nuestra música.
—O sea, nunca van a dar un paso forzado hacia la masividad.
—Exactamente. Igual, en este disco hay secuenciadores, lo cual me parece entretenido. Nos hemos metido en los sintetizadores, estamos investigando. Es divertido, pero no es una fórmula. Sigue siendo el mismo proceso de siempre.
Aunque se escondan de ese concepto del «nuevo paraíso del pop» detrás de otro concepto como «pop salvaje», más guitarrero y oscuro, Protistas comparten la misma sensibilidad con sus contemporáneos. Sólo parecen estar mirando el fenómeno desde una posición más periférica, sin ningún atisbo de superioridad. La lejanía provoca que la resonancia de Protistas sea precaria, pero también que su trabajo sea inmune, más limpio. «En algún momento eso de ‘nuevo paraíso del pop’ se va a convertir en algo negativo», dice Solar.
—A mí me encanta el pop, hueón. Todo bien. Me molesta el manoseo del concepto. Nosotros hacemos pop, pero con otros matices. Es música melódica, amena. Sería tonto no hacerme cargo de eso. Pero lo que está pasando en Chile es mucho más grande. Esa etiqueta es odiosa.
—Fue muy raro verlos en esa nota de La Tercera que hablaba de una supuesta «segunda generación del nuevo pop chileno». En primer lugar, porque son parte de la escena hace muchos más años y porque suenan distinto.
—Lo bueno es que al menos Protistas sigue generando expectativas. O sea, estoy poniéndome en el lugar de los diarios. Básicamente, los locos aún no se enteran muy bien cuanto tiempo tiene la banda o dijeron «metámoslos igual acá». Si vamos al fondo del asunto, no sé si me siento reconocido con esa generación porque nosotros venimos tocando hace harto tiempo. Igual no me hago tanta mala leche.
—Otra cosa que me pareció rara fue esta frase: «Sólo en 2012 lanzaron su primer título en términos profesionales: Las Cruces». ¿Qué queda entonces para Nortinas War?
—Nortinas War no es muy reconocido por esa categoría de medios y no era una hueá amateur compositivamente. En cuanto a la producción, tal vez. Pero ahí, depende de dónde pongas la atención, dónde está la poesía de las cosas. Es un disco súper poético. Punto. Independientemente de que suene bajo la norma. Pero filo, hueón. Yo no me puedo hacer cargo de eso. Igual, la prensa, sobre todo la que es más oficialista, necesita ordenar el mapa.
—Cada fruta en su cajón.
—Claro y que nosotros estuviéramos en ese compilado de bandas es parte de esa necesidad. Por eso digo que no es malo. Al menos, hay una intención de meternos en algún lugar.
—¿Cuál sería la generación de Protistas?
—Es la generación de Astro, que es una banda que ha hecho mucho ruido y, en ese sentido, para un medio poner a Protistas y a Astro dentro del mismo «reportaje» es como incongruente. Protistas es una banda under.
—¿Sirven de algo estos mapas generacionales?
—Es importante para los medios y los tíos que te preguntan qué haces con tu vida, pero creo que vale más tener claro qué contenido poético estás instalando. Siempre lo que tiene que ver con lo emergente y el éxito va ligado a pegarle el palo al gato, pero pocas veces se relaciona con estar en un espacio más analítico. Obviamente, esto lo deben sentir muchos músicos con respecto a sus proyectos y la resonancia que han tenido en los medios. Protistas es una banda que sí ha tenido resonancia en los medios. Hay bandas que han tenido mucho menos y, tal vez, merecen mucho más. Por eso cuando uno lee cosas sobre bandas en los diarios son tan fomes, hueón. Onda: «La banda X se va de gira a México, siguiendo con el éxito de su disco».
—¿Hay proyectos que han logrado provocar que los medios se cabeceen un poco más?
—Cristóbal Briceño de Ases Falsos ha sido capaz de eso en términos de análisis. Al compadre lo toman en serio, lo cual es bastante merecido. La música que hace tiene un mérito poético.
—¿Qué te pasa con que el sonido de las producciones de Cristián Heyne se haya convertido en algo casi estándar para el pop chileno?
—Es un gran logro de ese compadre. El tipo como que se transformó en un Rey Midas de la música. Eso es notable, todo mi respeto. Pero claro, obviamente no todo puede ir hacia el mismo lado. Hay que generar otros paradigmas musicales para que hayan más matices. En general, Heyne podría ser mucho más variado en su paleta musical. El loco es un capo, pero ha ido investigando en una fórmula que ha provocado que se lo identifique con un sonido específico. Igual, la otra vez escuché a Marineros y lo encontré bacán. Bajo el alero de Heyne salen cosas buenas, es innegable, hueón.
—¿Qué hace falta entonces? ¿Cómo generas esos matices?
—Faltan productores que tengan su propia investigación para explotar otros campos. A mi el sonido que más me gusta es el indie gringo de finales de los ochenta. Un sonido que en Chile tal vez tuvo más repercusión en los noventa, pero hoy en día tampoco es muy explotado. Y es un sonido súper natural, que nace de la sala de ensayo. Para llegar a producir bien esa música se necesita una visión específica. Aunque sea under la puedes llevar a otros espacios.
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