Conocido el cartel oficial del festival, le preguntamos a críticos musicales y entendidos, ¿qué ver en la edición 2015 de Lollapalooza Chile? Estas son sus apuestas.
Conocido el cartel oficial de Lollapalooza Chile, le preguntamos a críticos musicales y entendidos, ¿qué ver en la edición 2015 del festival? Estas son sus apuestas.
Andrés Panes, crítico musical de El Mercurio:
—Tinariwen: La música de los hombres azules del Sahara es el verdadero rock desértico. Y, además, una de las mejores cosas que le han pasado a mis orejas, así que considero obligatorio ir. Aunque, la verdad, preferiría ver a Bombino o Mdou Moctar. Ojalá los traigan después. St. Vincent: De los nombres relativamente desconocidos y nuevos del cartel, tiene la discografía más sólida. Cuatro discos fantásticos en solitario y uno con David Byrne que ayudó un montón a darle notoriedad. Hace cinco años, jamás se me hubiese cruzado por la cabeza que vendría. ¡Hay que aprovechar! Robert Plant: Quedé con la boca abierta escuchando su último disco. Me da lo mismo si ya no aulla como antes; es más, tampoco me importa si hace temas de Led Zeppelin (bueno, eso es mentira). Lo que más ansío es que toque “Somebody there”, una de sus hermosísimas canciones nuevas. Algo que, por lo visto, no suele ocurrir. The Specials: Quiero verlos porque se llega sí o sí a ellos. Son ineludibles. Si te gusta Amy Winehouse, ahí están. Si lees recuentos de grandes canciones inglesas de todos los tiempos, ahí está “Ghost town”. Si entraste al mundo de Madness, aunque sea mediante “Our house”, ahí aparecen. Y si rastreas a los colaboradores de Elvis Costello, igual. ¿Cómo no ir?
Marisol García, crítica musical de Qué Pasa:
—Ya es hora de permitirle a Robert Plant legitimarse en Chile como algo mucho más interesante que el eterno candidato a reunir a Led Zeppelin. Sus discos solistas justifican de sobra la atención por sí mismos, y que venga a pocos meses de haber publicado Lullaby and… The Ceaseless Roar refuerza la expectativa. Es un disco profundo, exigente, lleno de detalles, que de seguro sostendrá un muy rico arreglo en vivo (ya imagino un alto nivel en la banda que lo acompañe). Plant interesa como músico vigente, no como cita nostálgica, y nadie tendría por qué decepcionarse si no canta “Stairway to heaven”. Entre lo chileno, me produce curiosidad qué será lo que levanten RVSB y DJ Caso, dos nombres —más bien tres— asociados en uno de los márgenes más vivos de la autogestión de los últimos años en el país, como lo ha sido el de la producción electrónica y simpatías hip-hop. Suelen ser músicos que no se contentan con la reproducción de sus grabaciones, que preparan sorpresas y que están tan conectados con el sonido global que es probable parezcan más vivos que varios extranjeros en plan remedo-retro.
Claudio Vergara, periodista y crítico musical de La Tercera:
—Hay que partir por lo lógico: Robert Plant. Pero aquí no sólo funciona el simple peso del nombre y la leyenda, sino que también aspectos de absoluta actualidad: el ex Led Zeppelin, que desde los 80 es la gran piedra de tope que se ha resistido a la reunión de la banda, viene en un estado de madurez plena, con un nuevo álbum que funciona como una travesía por los mejores ángulos de su arquitectura musical, los que van desde el rock más tradicional hasta las variantes estilísticas de Medio Oriente y África del Norte. Todo sustentado por una banda de excepción, The Sensational Space Shifters, hábiles y dúctiles en el despliegue de arreglos que transitan la sensibilidad acústica y también las guitarras con volumen a tope. Además, Plant, consciente que ya no alcanza los timbres vocales de antaño, ha ido acomodando parte de su registro a rítmicas de menor frecuencia, a ensambles que finalmente no sobre exijan su garganta, convirtiendo clásicos como “Going to California” o “What is and what should never be” en piezas para la contemplación más placentera. Así al menos lo demostró en 2012 en su paso por Movistar Arena y de seguro lo repetirá en su debut en Lollapalooza Chile: en un festival donde resaltan las modas y algunas expresiones musicales absolutamente pasajeras, bien vale la pena disfrutar de una figura esencial. En la misma línea, Jack White ha mostrado que sus espectáculos despuntan incluso más fiereza que muchos de sus discos. Por lo demás, llega conLazaretto, trabajo que escala entre lo mejor de su trayectoria y donde hermana los ingredientes más efectivos de gran parte de su obra, como los órganos Hammond en intensa batalla con los baterías machacantes, y ese country blues algo siniestro que ha patentado como marca de fábrica. Para los neonostálgicos, no hay que olvidar que también ofrece mucho de su vida en The White Stripes, como “Icky Thump”, “We’re going to be friends” y “Seven nation army”. Si Lollapalooza ha concentrado sus esfuerzos en el rock, White encarna la meta superada. Mención más que honrosa también merecen The Specials: aunque sin un éxito particularmente masivo en el país, se trata de la orquesta que popularizó para el gran público la cadencia, los bronces juguetones y la elegancia pachanguera del ska, esencial en la apuesta de tantas crías posteriores, partiendo por Los Fabulosos Cadillacs o Santo Barrio; Rudimental, nombre de absoluta actualidad en el circuito electrónico inglés, gracias a un drum and bass salpicado de soul y que en vivo adquiere mayor espesor gracias a la docena de músicos que salta a escena. Y St. Vincent, la figura omnipresente de Annie Clark, propietaria de uno de los álbumes más estimulantes de la temporada, armado bajo cierta oscuridad melódica y lleno de quiebres de guitarras y detalles fascinantes. En contraparte, The Smashing Pumpkins asoma como el show más prescindible de la primera línea del cartel, entendido como una banda que ha convertido sus espectáculos en simples despliegues de egomanía y desvaríos de toda índole —como lo demostraron en 2010 en Santiago— y que sólo ha alcanzado chispazos del brillo artístico logrado en un período acotado de los 90. Es el gran pronóstico incierto de Lolla 2015. También creo que la línea chilena podría haber sido más sólida con créditos de indiscutible actualidad, como Ases Falsos o Javiera Mena (ambos deberían presentarse sin problemas en un escenario central), y Javier Barría, Protistas, Cóndor Jet y Ángelo Pierattini.
Mauricio Jürgensen, periodista y crítico musical de La Tercera, Cooperativa y Radio Universo:
Iría a ver a Plant, porque encarna lo que supuestamente encarna Lollapalooza: modernidad. Cero afán de aferrarse al pasado. Los que van a escuchar los “hits” de Led Zeppelin, mejor se quedan en la casa, porque lo que muestra Plant en vivo es puro eclecticismo. Tampoco me perderé a Interpol, porque encuentro muy bueno su último disco El Pintor. The Specials, por la veteranía y el talento de los padres del “2 Tone”, aunque sin Jerry Dammers pierden harto. Molotov, porque nunca faltan a la promesa incendiaria de su nombre y porque encajan perfecto en la lógica festivalera. Y a St. Vincent, porque tiene uno de los mejores discos del año. Ahora, puedo morir tranquilo si me “pierdo” a Smashing Pumpkins, Kasabian, Kings of Leon y Foster the People, headliners con muy poco peso, según creo. A Smashing Pumpkins por la insistencia en una tecla agotada (la de la nostalgia del rock de los noventas) y por su pésima última presentación en Chile, el 2010, en Movistar Arena. Además, porque Corgan mantiene solo el negocio y soy de los que cree que con formación original sí había una química y un valor instrumental que se perdió para siempre. Kings of Leon ha crecido en relación a su debut de 2004, como teloneros de Strokes, pero me sigue pareciendo un grupo con poca vocación escénica. Estáticos y con poco carisma. Banda importante del rock de la última década, aunque en otra época no habrían sido ni segundos teloneros de Zeppelin, por decirlo de un modo categórico. Y Foster the People, porque vinieron hace muy poco y porque creo que no ha pasado nada, salvo un disco muy inadvertido como Supermodel, como para justificar su retorno y en el demandante rol de headliner.
Sergio Fortuño, director de Radio Zero:
Le pongo fichas a SBTRKT y St. Vincent. Sé que hay mucha atención centrada en la parte internacional del cartel, pero a mí me gusta la amplitud y la pertinencia del cartel local, con una buena mezcla de novedad y experiencia. Es un buen estado del arte del rock y del pop nacional. Queda por saber el cartel de Kidzapalooza. Me parece importante, porque creo que no hemos asimilado adecuadamente que, en gran parte, Lollapalooza es un evento familiar.
Marcelo Contreras, periodista y crítico musical de La Tercera y Radio Bío Bío:
—Recomiendo, en primer término, Robert Plant: viene en un gran momento, tiene un muy buen grupo, y viene con uno de los mejores discos del año: Lullaby and… The Ceaseless Roar. Es el momento para mucha gente que quizás no lo conoce en su carrera como Led Zeppelin, y menos aún como solista, de poder ver a un artista que ha tenido la cualidad de deshacerse de la nostalgia. Él podría haber vivido tranquilamente todos estos años reviviendo una y otra vez sus éxitos como solista, o juntándose cada cierto tiempo con los ex integrantes de Led Zeppelin, sin embargo, se ha negado a eso y ha desarrollado una carrera como solista que tiene momentos muy interesantes. Puede ser un poco irregular, pero en los últimos años ha sacado discos realmente muy buenos. Lullaby and… The Ceaseless Roar es notable. Es una reinvención del rock. Puede revisitarlo desde los años 50 hasta hoy en día, y siempre con estos colores exóticos que él tiene, aludiendo a las sonoridades de Medio Oriente y del norte de África. Todo eso lo logra trasladar a un lenguaje rockero, a través de una banda que tiene una ductilidad, dentro del género, que pocas veces se puede ver en un grupo en vivo. Me parece que lo de St. Vincent es un acierto por completo. Es una figura que también tiene uno de los discos del año, su trabajo homónimo. Ella es muy inventiva y con una capacidad de pasearse por la música de los 80, pero con una nueva lectura. No simplemente agarrando el sintetizador, que estuvo de moda en 1982 y utilizarlo, sino que buscando como elaborar o reelaborar nuevos lenguajes a través de un vocabulario que ya está establecido. También, por cierto, le debe mucho en ese sentido a la asociación que tuvo unos años atrás con David Byrne. Es una gran artista que hay que ver en este minuto. Creo que lo de Kasabian, para la gente que guste del rock británico, es un ajuste de cuentas. Nos dejaron esperando hace unos años y creo que poder verlos ahora es una gran oportunidad. Siempre con una discografía que creo interesante, podrá tener algunos momentos más iluminados, otros más oscuros, pero en general a los discos de Kasabian hay que ponerles atención, y 48:13, el que sacaron este año, es un muy buen disco dentro de su discografía. Ahora, con Jack White, es una incógnita. Tuvimos la chance de verlo en escena el 2005, junto a los White Stripes, pero creo que viene con un disco muy interesante: Lazaretto, el de este año. Y es un artista insoslayable dentro de la cultura del rock de los últimos 15 años. En frío, quizá me habría gustado tenerlo antes acá, un par de ediciones atrás del festival Lollapalooza. Kings of Leon no sé si llegan en un momento muy particular, la sensación que uno tiene con ellos es que están en una especie de sopor. Algo similar a lo de Kasabian, que tienen una discografía amplia y en general muy regular, en términos de que uno siempre puede esperar material consistente, tal vez momentos más oscuros, pero en general siempre tienen buenos discos. En todo caso, yo no tengo un gran recuerdo de cuando tocaron como teloneros de The Strokes, hace varios años, en el Víctor Jara, pero espero que lo puedan saldar en directo. Después, me parece digno de destacar que por fin pueda llegar una banda como Congreso al festival. Lo digo porque en el pasado tuvimos, por ejemplo, a Los Jaivas, y creo que siempre Congreso, de una forma u otra, se ha visto un poco ensombrecido o subvalorado en torno al impacto que puedan tener grupos como Los Jaivas, Illapu o Inti, por ejemplo. Congreso es un muy buen grupo en vivo, son músicos absolutamente virtuosos, tienen repertorio muy amplio y muchas canciones que probablemente la gente no lo tiene claro, pero las tienen grabadas en su memoria. Así que va a ser un ajuste de cuentas: se va a cancelar una deuda que teníamos como país con un artista. Jorge González me parece que siempre va a ser interesante y hay que estar atentos a lo que él pueda decir, respecto a si sale a colación o no esta vuelta de carnero: recordemos que hace unos años le tiraba dardos al festival, sin embargo, ahora lo tenemos como parte del espectáculo. Y González, qué se puede decir, simplemente arrastra un legado detrás suyo. Eso es lo que hay, una obra vasta y con muchas ramificaciones, y mucha influencia dentro en la música y la cultura popular chilena. Una figura como él, de alguna u otra manera, tiene algo de leyenda. Eso es lo que me atrevería a destacar de un festival que, en general, creo que debió tener otro nombre de mayor peso. Hay números que están repetidos, que ya habían venido, pero supongo que es parte de una lógica: en la medida que avanzan los años, siempre van a haber artistas que inevitablemente veamos repetidos. No hay tantos artistas nuevos ni de tanta calidad como para que estén permanentemente mostrando puras novedades, y por cierto, parte de la gracia de los festivales es poder repetirse el plato.