Ese tipo de chica

por · Enero de 2015

En su primer libro, No soy ese tipo de chica, Lena Dunham ajusta cuentas con un mundo demasiado estrecho para ella: el de las chicas ensayando ser mujeres. Un espejo de la primera temporada de su exitosa serie Girls.

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La inmensa maquinaria publicitaria intenta convencernos que Lena Dunham es el actual referente generacional. Una figura inflada por tres millones de billetes verdes (pagados como adelanto de su primer libro), cameos en películas mumblecore y una cuarta temporada de su propia serie por las pantallas de HBO, con Judd Apatow como productor ejecutivo.

Ah.

Bueno.

No soy ese tipo de chica (2014) son sus memorias prematuras, prácticamente vendidas desde Girls (2012), donde su personaje Hannah Horvath se pasa dos temporadas ansiando publicarlas.

Y, se sabe, si una historia funciona en el televisor también vale para otros soportes.

(Un paréntesis.

De entrada, es casi imposible obviar Girls —la serie— para hablar de No soy ese tipo de chica —el libro.

Así que antes de adentrarme en sus páginas, decidí repetirme las tres primeras temporadas y ver la película donde Dunham actúa con su familia, Tiny furniture (2010), más algunos de sus pequeños relatos a través de Twitter.

También sus portadas y perfiles en Vogue, Interview y Elle. Su comentada participación en los Emmy. Y ese video que la muestra en una pileta de su universidad en bikini, tratando de lavarse los dientes, hasta que los de seguridad la sacan.

En todos esos frentes salpicados de autorreferencia, desnudez y humor negro femenino —ninguno comparable a la tremenda primera temporada de Girls—, su personaje va tensionando lo que es y lo que quiere ser. Una chica que no es el arquetipo con curvas de la televisión, criada en Nueva York como hija de artistas progres, y que trabaja duro por ser independiente.)

Si el mundo real es pasarlo mal

No debe ser fácil ir de chica confundida y un poco perdedora cuando fuera de cámara todos te dicen que lo estás haciendo bien.

Dunham, que está en lo más alto de su carrera, ese punto tan arriba en que basta un descuido para caer aparatosamente, se equilibra gracias a los ingredientes inseparables de su meteórica obra: la chica atípica y autorreferente que lo cuenta todo, casi siempre con ingenio, y personajes memorables y demasiado reales.

En el universo Dunham, sus protagonistas tienen un póster de Sex and the city, pero solo comparten el escenario: la Nueva York golpeada por la última crisis económica.

No sueñan con casarse ni viven en relación a una serie de limitantes, como si una mujer se construyera desde los consejos de médicos, revistas femeninas, psicólogos, libros, películas y horóscopos. Se trata de chicas hiperrealistas que sufren por amor, la cesantía o el desapego familiar. Ese punto donde la voz de Dunham llega más adentro que la intimidad misma, narrando —desde la desesperación— la calma que anticipa la tormenta.

La voz

Hay un momento clave en los primeros capítulos de Girls.

Para conseguir que sigan pagando su estilo de vida, la veinteañera Hannah Horvath convence a sus padres de que será nada menos que la voz de su generación:

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En el libro, a veces ruidoso por la traducción tan ibérica, Dunham convierte las desventuras de una veinteañera en historias que tocan la sensibilidad de su generación.

Ha intentado seguir una dieta pero no funciona: «Los pantalones nunca me quedan bien a menos que vaya a la sección futura mamá». Es sociable aunque no encaja entre sus amigas: «Un agradable grupo de chicas cuyas pasiones —la repostería, secar flores, organización comunitaria— no me matan».

Todavía no cumple treinta (tiene 28 años) y ya ha colonizado el cine y la televisión de calidad. Y es más: la autora se sabe capaz de llevar a las góndolas de best-seller los mismos tópicos de Girls, que son los capítulos de su libro:

Amor y sexo: «Él estaba nervioso y en un gesto a la igualdad de género, ninguno de los dos acabó».

Cuerpo: «Nunca gateé, solo rodaba, una señal temprana de que iba a ser reticente a casi cualquier ejercicio y cualquier postura sexual que no me permita relajar la espalda».

Amistad: «Cosas que he aprendido que no se deben decir a las amigas: ‘estás gorda, pero de una manera distinta a nosotras’. ‘Lo he buscado en Google y la palabra violación aparece tras su nombre con el autocompletar’. ‘Pero es diferente, porque yo sí tengo padre’».

Trabajo: «Para mí, dormir equivale a morir».

(Y algunos descartes de los otros capítulos que aparecen bajo el nombre de) Panorama general: terapias, reflexiones sobre la muerte y una guía para fugarse.

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Ese tipo de chicas

A veces la parodia oculta un retrato urgente. A ratos, y ruidosamente, la autorreferencia tropieza con la verborrea. A veces, por qué no, la cáscara tiene algo del concentrado. No soy ese tipo de chica une todos esos elementos para dar forma a una crónica autoflagelante sobre los procesos que vive Lena Dunham para convertirse en mujer.

Aquí la autora, que toca solapadamente el tema de la maduración, parece ajustar cuentas y burlarse de un mundo demasiado estrecho para ella. El de las chicas ensayando ser mujeres. Los primeros apuntes de alguien que abandona la comodidad y los estereotipos del hogar familiar, para pagar sus propias cuentas.

boyleSi varias décadas atrás La amortajada (1938) de María Luisa Bombal denunció una sociedad que miraba a su protagonista (Ana María) como un artefacto, No soy ese tipo de chica es parte de una generación de escritoras sub-30 que transgreden esos arquetipos femeninos del siglo XX.

Son chicas jóvenes, extremadamente analíticas, que hacen de sus biografías una burla consciente del rol femenino en la cultura occidental. Ya sea en Nueva York, Santiago o Baltimore, este libro está conectado con Joven & alocada (Plaza Janés), de Camila Gutiérrez, y Antología de entradas inéditas del blog de un empleado mexicano de Panda Express (Dakota Editora), de Megan Boyle. Con sus destellos y sombras, la trilogía retrata los sinsabores de esos mundos, tan estrechos y anacrónicos, donde sus protagonistas son arrastradas simplemente por ser chicas.

(Ese tipo de chicas)

Cuando era joven y nazi, como a los cuatro o cinco años, pensaba que Büchi —candidato a presidente y amante del yogur— era una hermosura, que la rubiedad era una virtud moral, que las familias de cinco hijos eran la perfección y que yo, pelo claro, ojos azules, era la belleza de este mundo. En tres palabras: era muy feliz. En nueve (ai, tuve que contarlas con los dedos): lo único que existía en el universo era yo. (Joven & alocada, p. 11)

Me dieron una charla por masturbarme en público en varias oportunidades, especie de conferencia entre padres y maestros. De verdad no pensé que alguien supiera lo que yo estaba haciendo. (6 años) (Antología de entradas inéditas del blog de un empleado mexicano de Panda Express, p. 79)

Tengo veinte años y me odio a mí misma. Mi pelo, mi cara, la curva de mi barriga. La forma en que mi voz sale vacilante, y mis poemas sensibleros. La forma en la que mis padres me hablan, en un registro ligeramente superior al que usan con mi hermana, como si fuera una funcionaria que se ha vuelto loca y, si me presionaran demasiado, fuese a hacer saltar por los aires a los rehenes que tengo atados en el sótano. (No soy ese tipo de chica, p. 229)

gutierrezLas tres, también, avanzan desde un mundo infantil polarizado hasta la adolescencia cuestionadora. Tienen la habilidad y la honestidad de contarlo todo, y al mismo tiempo, de reírse y activar una memoria generacional con sus historias. Narradas sin ningún pudor. Abriendo la intimidad de sus propias familias, cuando es necesario, exponiendo incluso sus mentes y vaginas.

Como ocurre en Girls, en el libro aparecen la primera menstruación de la autora y sus enfermedades de transmisión sexual, entre otros eventos (incluyendo una supuesta violación). Alterando su lenguaje dependiendo del caso: narrativo, descriptivo, reflexivo, dialogado. Perdiendo la división entre narrador, protagonista y autor, con referencias cultas y pop, y algunos trucos para rellenar páginas: desde listas estilo buzzfeed a e-mails comentados como si fueran una traducción anotada.

Si en la serie Lena Dunham es becaria de la editorial neoyorquina que publica a Tao Lin y algunas escenas están musicalizadas por MGMT, Sleigh Bells o Scissor Sisters; en el libro, los relatos son episódicos, breves y llenos de ilustraciones para distraídos, a cargo de Joana Avillez.

Si toda la literatura está conectada con el tiempo en que fue escrita, este formato parece perfecto para una generación MTV con déficit de atención, tan sensible y deseosa de hiperrealidad, como de humor instantáneo y honesto.

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No soy ese tipo de chica
Lena Dunham (Traducción de Noemí Cuevas y Vicky Charques)
Espasa, 2014
296 p. — Ref. $11.000

Ese tipo de chica

Sobre el autor:

Felipe Ojeda (@paniko).

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