Virus sin disfraz

por · Agosto de 2015

El menor de los Moura acaba de escribir Virus (Planeta), una memoria de la banda contada en primera persona, y que a través de quince capítulos se centra en la interna del proyecto, uno abiertamente hedonista, transgresor y emblema del rock trasandino.

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Aparecidos en plena resistencia contracultural bajo la dictadura argentina, cuando Virus debutó en enero de 1980, Marcelo Moura tenía veinte años. El tecladista de la banda durante los seis discos que alcanzó a cantar su hermano y líder, Federico Moura, fue un testigo privilegiado de la interna del proyecto, uno abiertamente hedonista, transgresor y emblema del rock trasandino.

Ahora, el menor de los Moura acaba de escribir Virus (Planeta), una memoria de la banda contada en primera persona y que a través de quince capítulos se centra en los recuerdos dolorosos de Jorge, el hermano militante secuestrado por la dictadura y desaparecido desde entonces, y la figura omnipresente de Federico, muerto de sida en 1988: «Un ícono —escribe Marcelo—, una figura representativa del rompecabezas que admite cada vez mayor amplitud a las miles de alternativas, las nuevas tendencias, las novedades, los cambios y los progresos».

Atravesados por la Guerra de las Malvinas y una agenda de presentaciones nutrida desde el boca a boca, Virus significó la reivindicación de la juventud en democracia. Quizá por eso funcionaron en Chile, su primera escala fuera de Argentina: «Al igual que en nuestro país —escribe Moura—, también en Chile estaban hartos de la oscuridad, del absurdo rigor, la violencia, y nuestra música apareció como un aire renovador que venía a refrescar la chatura, la opresión y la tristeza de tantos años desgraciados, en los que la alegría era pecaminosa, y la diversión algo prohibido y superficial».

Valioso en el uso del archivo familiar de fotografías y anécdotas de la banda («Llegamos a la conclusión de que habremos hecho cerca de dos mil quinientos viajes en avión (…) es muy probable que hayamos dado dos o tres veces la vuelta al mundo»), Virus también se hace cargo de la estética que los hizo reconocibles no solo en Argentina. «Bandas gloriosas como Queen, Duran Duran, Devo, Stray Cats, Roxy Music o B-52, por nombrar solo algunas —escribe Moura—, nos daban claras señales de que la excelencia abarcaba una totalidad de aspectos que no se circunscribían únicamente al plano musical. Podían integrarse la moda, el make-up, las nuevas tecnologías, diseños de imagen y puestas en escena más elaboradas sin que eso afectara la calidad artística y sonora de un buen músico (…) Cyril Blaise, un francés discípulo de Jean Louis David, tal vez el estilista más importante del mundo en ese entonces, tenía una peluquería de primer nivel y también laburaba haciendo producciones de moda. Bastó un segundo para que entendiera la onda del grupo y al igual que todos los demás que se iban integrando al equipo, era amante de la transgresión. Nos sugirió unos peinados absolutamente jugados para el momento. ¿Qué mejor? Fue el creador de ‘los raros peinados nuevos’.»

A la altura de “Vestuario, peinado y puesta en escena”, el tecladista que se sobrepuso a la muerte de Federico ocupando su lugar como cantante, da luces del trabajo de la banda en una época de mucha improvisación, pero tal vez sea “Letras y mensajes ocultos” el capítulo más rico en cuanto a la obra de Virus, un nombre que paradójicamente los hizo conocer el cielo y el infierno.

Acá seleccionamos cuatro canciones y momentos imprescindibles en la historia de Virus, que aparecen en el libro —recién editado en Chile— narrados por Marcelo Moura:

—En el primer disco, Wadu-wadu, se cuentan historias que tienen que ver con la época en la que vivíamos. Nuestra idea era salir de la tristeza reinante. El clima pesimista que transmitían las canciones que todos cantaban nos provocaba una gran depresión y contra ella luchábamos. “Densa realidad” es un ejemplo de lo que era nuestra ciudad por entonces, y de la transformación que pretendíamos transmitir o contagiar a través de nuestra música.

 

—En una ocasión, renovando un contrato, uno de los directivos de la compañía le dijo a Federico: «Vos sabés la atracción que provocás en las chicas, te pedimos por favor que ocultes tu condición de gay». A él se le transformó la cara y luego respondió: «Usted ocúpese de su trabajo, que me ocupo del mío». Después de firmar ese contrato, Fede se fue a su casa y compuso “Sin disfraz”, un tema que reivindicaba su inclinación sexual con frases como «En taxi voy Hotel Savoy y bailamos», además de otras sutilezas.

 

—”Una luna de miel en la mano” tiene la curiosidad de haber sido compuesta dentro de un avión, en el vuelo de regreso de un viaje a los Estados Unidos. Habíamos ido allí a mezclar, y ya de vuelta, todavía nos faltaba una canción. Fue entonces que trabajamos sobre ese tema, que paradójicamente se convirtió en el tema más vendido en la historia del grupo. Curiosamente, el título está tomado del Ulises de James Joyce: “Everyman his own wife or a honeymoon in the hand” es una suerte de obra teatral escrita por Buck Mulligan en la novela. La letra aborda el tema de la masturbación, con el mensaje de sacarse los fantasmas y los tabúes que pudieron existir en otras épocas en torno al placer íntimo.

 

—Federico planificó sin descanso y minuciosamente hasta que su cuerpo físico le dio permiso y quiso dejarle un mensaje a sus seguidores. No burdo, sino delicadamente sutil, como era él. “Encuentro en el río musical” fue la canción.

 

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Virus
Marcelo Moura
Planeta, 2015
174 p. — Ref. $18.000

Virus sin disfraz

Sobre el autor:

Felipe Ojeda (@paniko).

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