El libro del líder de WikiLeaks que revela cómo Google —y sitios como Amazon o Facebook— espía y vigila nuestra información privada y la de nuestros gobiernos para transmitirla a las agencias de inteligencia y seguridad de Estados Unidos.
Todo empezó con una reunión en junio de 2011. El presidente ejecutivo de Google, Eric Schmidt, fue a buscar a Julian Assange para una entrevista que sería parte de un ensayo sobre el futuro de la era digital, lo que terminó en cinco horas de conversación y la publicación de The New Digital Era (Vintage, 2013), un libro que el creador de Wikileaks leyó con las cejas arqueadas. Además de distorsionar sus palabras, según Assange, las tesis de Schmidt eran delirantes y megalomaníacas.
«Me di cuenta de que era muy posible que Eric Schmidt no fuera únicamente un emisario de Google. La delegación que me visitó era una cuarta parte Google y tres cuartas partes representaban al Departamento de política exterior de Estados Unidos», escribe Assange en Cuando Google encontró a Wikileaks (Catalonia), la respuesta del periodista, hacker, programador y fundador de Wikileaks al encuentro con la gente de Google. Su propia lectura de esa conversación. Un contundente ensayo al nivel de las acusaciones del sitio que difundió las siniestras realidades ocultas en las guerras de Iraq y Afganistán, y la diplomacia estadounidense.
Desde su encierro en Inglaterra, bajo arresto domiciliario, Assange revela cómo Google —y sitios como Amazon o Facebook— espía y vigila nuestra información privada y la de nuestros gobiernos para transmitirla a las agencias de inteligencia y seguridad de Estados Unidos.
Como en Sin un lugar donde esconderse (2014), la crónica del caso Edward Snowden escrito por Glenn Greenwald, o la investigación de los periodistas de The Guardian, David Leigh y Luke Harding, Wikileaks y Assange (2011); este libro recoge el espíritu de los nuevos divulgadores de información sensible para las súper potencias y las grandes corporaciones.
Según Assange, ante la dificultad de abogar por la privacidad de las comunicaciones a pesar de las herramientas criptográficas (CriptoPunks), en algún momento la lucha se trasladó a la «transparencia de los poderosos». Un campo donde la tecnología juega a favor dada la dificultad de frenar la difusión de información por medios digitales.
Se trata de recibir información desde informantes anónimos y periodistas censurados, publicar tal información y luego defenderse de los inevitables ataques legales, tecnológicos y políticos, como le ocurre a Wikileaks —según Assange—, una plataforma constantemente arremetida por estados y organizaciones poderosas, pero diseñada para soportarlo.
Hasta el momento Wikileaks ha difundido más de 250 mil cables diplomáticos estadounidenses y medio millón de informes militares clasificados como «secreto de defensa». Algo que no cayó bien en las altas esferas de Washington ni en Mountain View, sede de los cuarteles de la gran G.
«Algunas empresas líderes en tecnologías digitales, como Google —explica Assange—, tienen una relación estrecha, casi estructural con el Departamento de Estado».
Una de las tesis del libro de Assange explica que vivimos una indeseable distopía orwelliana donde las grandes empresas de la información nos vigilan y nos controlan más que los propios Estados. ¿Cómo lo hacen? Cada vez que navegamos en un teléfono inteligente, una tablet o un computador, creamos perfiles a partir de los cuales se pueden predecir nuestros comportamientos ya que vamos dejando un rastro de nosotros mismos y la gente con la que nos relacionamos, un historial de datos que algunos sitios como Google (su servicio de búsqueda, Gmail, Youtube, etc.) almacenan secretamente y lo comparten con las agencias de seguridad estadounidenses. «Google permite a la NSA y al FBI leer los correos electrónicos. Incluso en una aburrida comisaría de policía o en un juzgado, se puede tener acceso a esos correos sin orden judicial», asegura Assange.
«El cráneo conectado a los auriculares / los auriculares conectados al iPhone / el iPhone conectado a Internet / conectado a Google / conectado al gobierno», dice “The Message”, la canción de MIA que funciona como epígrafe del libro y metáfora del alcance de las corporaciones nacidas en Silicon Valley.
Una segunda tesis es que cada vez son menos las diferencias entre el Estado y las grandes empresas. De hecho, uno de los acompañantes de Schmidt a la reunión con Assange, Jared Cohen, fue asesor de Hillary Clinton y Condoleezza Rice antes de recalar en las oficinas de Google.
¿Otro botón? El 10 de septiembre de 2013, Google sirvió como plataforma de la Casa Blanca para conseguir apoyo popular frente a los bombardeos estadounidenses en Siria. ¿Qué hizo la gran G? Proselitismo en favor de la política exterior estadounidense: insertó una línea debajo de su motor de búsqueda —el sitio más popular de todo Internet—, donde John Kerry respondía preguntas sobre Siria.
Cuando Google visitó a Julian Assange se encontró de frente con un tipo dispuesto a dar privacidad a los débiles y transparentar a los poderosos, el mismo personaje que reveló la correspondencia secreta entre el Departamento de Estado de EE.UU. y sus embajadas en todo el mundo, vuelve a agitar eso que llamamos sentido común y también coraje.
Cuando Google encontró a WikiLeaks
Julian Assange (Traducción: Iván Barbeitos)
Catalonia, 2015
235 p. — Ref. $15.000