Desde Saturday night wrist que esta banda entró en un limbo de doble filo: Deftones tan cerca de romperse para siempre como de, al mismo tiempo, publicar el disco perfecto.
En la era del plástico las cosas parecen destinadas a desecharse y no estar hechas para durar. Las cosas —las personas, las obsesiones, las ideas, los objetos, los afectos— se usan y se descartan. La novedad abre paso a la siguiente novedad. Pero hay unos cuantos que arriesgan y persisten. Entre esos menos esta banda, que desde Saturday night wrist entró en un limbo de doble filo: Deftones tan cerca de romperse para siempre como de, al mismo tiempo, publicar el disco perfecto.
«¿Dónde te ves en 10 ó 20 años?», pregunta una periodista de Pinkpop a Chino Moreno. Es 1998 y el cantante y guitarrista dejó atrás las uñas pintadas y los dreadlocks decolorados para pararse los pelos y subirse a una tabla. El registro captura tal vez la mejor etapa de la banda de Sacramento: después de publicar Around the fur y antes de encerrarse a grabar White pony, sus dos discos más importantes.
Aparecidos a comienzos los 90, en una escena dominada por Red Hot Chili Peppers y Rage Against the Machine, el quinteto se coló en MTV en días de headbangers en los conciertos y los primeros registros de la etiqueta aggro metal.
«No sé si voy a estar en esta banda o en otra, pero definitivamente estaré haciendo algo que tenga que ver con música. El amor de mi vida es la música. Tanto así la amo que siempre voy a estar haciendo algo que tenga que ver con ella, aunque eso sea trabajar en una tienda de discos. La música me inspira para vivir. Entonces haré música para siempre, hasta el día de mi muerte», responde Moreno en el reportaje, hace diecisiete años, trazando un mapa de ruta: si alguna vez el plástico se asoció a la producción en serie de cultura, también debería serlo para las formas efímeras.
Ahora suenan “Diamond eyes” y “Rocket skates” en un descampado en medio de Cerrillos. Ahora es el festival Santiago Gets Louder, un pequeño Lollapalooza de poleras negras, a veinte años de Adrenaline, el comienzo de todo, porque Deftones sigue sacando discos y tocando en vivo como muestra de que no hay plástico en los materiales de su música.
Ahora van 15 minutos de concierto y la tarde rojiza vibra con un pasaje de canciones del Around the fur, donde los gritos agresivos de la mayoría de las bandas producidas por Terry Date se mezclan con las melodías tan oscuras.
En Deftones, las letras —como los discos— pasaron del desencanto al hermetismo, con Stephen Carpenter desatado y Chino Moreno gritando muy alto. Pero hay una marca de estilo cuando el vocalista canta relajado y suave en “Be quiet and drive (far away)”. Qué es lo que hace a “Be quiet and drive (far away)” una canción perfecta es algo difícil de precisar. Podría decirse algo muy técnico y quedaría muy frío. Podría afirmarse que se trata de una banda que vimos crecer y sobrevivir a los asuntos que suelen desordenar las tramas —como el capítulo llamado Chi Cheng—, pero ni tanto. Podría ser el tedio: las letras como la solución líquida en que la música revela estados de ánimo. La imagen de una frase como «Te vestí en sus ropas». O, mejor, “Be quiet and drive (far away)” como una versión concentrada y espesa de un disco de insospechadas influencias hasta nuestros días: el Loveless, de My Bloody Valentine.