Maniobras de evasión, de Pedro Mairal, es un libro intenso, emotivo y caliente, compuesto por una serie de relatos, entre el diario personal y la crónica, escritos con el lenguaje que usa la gente para tirar, insultarse o reírse.
Pedro Mairal es un escritor notable. Tiene varios libros donde el humor se muestra como una herramienta para llamar la atención, aunque en realidad, lo que está ahí, detrás de esos textos amables, es la mirada del poeta en la narrativa, una escritura oxigenada por el vértigo de Internet y los blogs, que utiliza el registro de la realidad inmediata como materia prima, anotando los asuntos del erotismo y la periferia de la experiencia literaria: qué contar, cuándo terminar, cómo saltar a otro tema y volver de improviso sin que den ganas de poner el marcapáginas. Todavía hay más. Como alejado del superyó literario, Maniobras de evasión (publicado este año por Ediciones UDP) es un libro intenso, emotivo y caliente, compuesto por una serie de relatos, entre el diario personal y la crónica, que aclaran esa idea de que el humor le quita seriedad a un autor, cuando en realidad hay más inteligencia en hacer reír que en mostrar, por ejemplo, el drama humano. Decía que la información genética de Mairal es la poesía y eso se nota en la decisión de ser menos lírico y más coloquial. Su lenguaje, como dijo en una entrevista, es el que usa la gente para tirar, insultarse o reírse («Pizzería en Almagro, L. pide un vaso con agua y, después de dos años de cajitas de Prime, se toma en mi cara la pastilla para coger sin forro con su nuevo novio»). De ahí que sus temas aparecen con naturalidad y soltura: habla de lo que recuerda, de lo que verá, de lo que se cruza en el segundo en que está escribiendo. Entonces la poesía opera como una forma de mirar. Está ahí el padre separado (“La entrega”, “Apago el motor”), el columnista-observador con una guerra en sus entrañas (“Conducta en los cócteles”, “El viaje dentro del viaje”, “Enero en Buenos Aires”), los trajines del amor (“Las cosas cuando terminan”, “Para Hilde”, “Qué pena me da tu caso”) y la amistad (“Mudanzas al Paraguay”), la infancia filtrada por el sentido común adulto (“Campamento en Maschwitz”, “Su vulva aterciopelada”, “Tocar a Gimena”) y la experiencia de un escritor en conflicto (“El sobrino de Bioy”, “Quiero escribir pero me sale espuma”, “La poesía del hombre invisible”, “Es ahora”). Entonces aparece otro asunto que lleva a los paréntesis: Mairal titula muy bien, esto es, no juega a hacer haiku ni otras leseras, sino que, al contrario, su norte es la fluidez y la constante transformación: «No volvería atrás nunca. Está bien que el tiempo se coma todo. No soporto la repetición, la falta de cambio, el estancamiento invariable de la vida. Me gusta que todo se transforme, se rompa, se gaste. El río que durando se destruye, del que habla Neruda», escribe sobre el final. A esa altura, tal vez el texto que mejor explica la escritura de Mairal es “Un mail”, donde el autor le escribe a Hernán Casciari, del blog Orsai, una especie de apología al correo y su escritura no contaminada: «Los mails son un refugio al que no llega la radiación literaria. La gente escribe mails con toda naturalidad, cuenta con gracia las cosas, y después las quiere poner en un cuento o una novela y las arruina, con palabras como rostro pensativo, allí, luz cansina. Esa es la radiación literaria, que va mutando en tics de la época: lo que cada generación considera Literatura con mayúscula. Eso me gustó de los blogs en su momento, se olvidaban de esa mayúscula. La gente contaba su vida cotidiana sin pretensión literaria, sin darse cuenta de que estaba escribiendo bien». Ese es el manifiesto de Mairal, un escritor inteligente, perceptivo y atento a los detalles con una obra para seguir y poner atención (en Chile, además de Maniobras de evasión, se pueden encontrar El subrayador y El año del desierto).
Maniobras de evasión
Pedro Mairal (edición y selección de Leila Guerriero)
Ediciones UDP, 2015
168 p. — Ref. $13.000