Los escritores y sus ciudades

Aquí viven leones es un libro de lectores apasionados que intenta contagiar ese entusiasmo por las grandes figuras literarias.

«Aquí viven leones» es una frase tomada de los mapas antiguos. Así los romanos nombraron a las zonas inexploradas, donde no sabían lo que había: lugares lejanos, derechamente desconocidos o que no se atrevieron a visitar durante la expansión de su imperio. Ese mismo nombre fue el escogido por la pareja formada por Fernando Savater y Sara Torres para reflexionar sobre ocho grandes figuras literarias y sus espacios. Se trata de Aquí viven leones (Debate), ocho capítulos que exploran los paisajes y habitaciones donde nacieron, vivieron y murieron Gustave Flaubert, William Shakespeare y Alfonso Reyes, los objetos que tocaron escritores como Agatha Christie, Ramón del Valle-Inclán o Stefan Zweig, y las ciudades que inmortalizaron Edgar Allan Poe y Giacomo Leopardi.

Cada autor encierra un enigma distinto y un poderoso hechizo sobre la sensibilidad e imaginación de los lectores. Así ocurre por ejemplo con el inventor de lo humano, como exageró el crítico Harald Bloom sobre Shakespeare, un escritor fundacional que retrató con maestría los embelecos del amor, el atropello de la ambición y la melancolía de la risa. «Entre sus papeles preferidos como actor secundario —nunca fue en los escenarios protagonista de sus obras—, figuraba el del espectro del padre de Hamlet, que en el primer acto de la tragedia se le aparece a su hijo y desencadena la acción dramática. Así es William Shakespeare en la historia de la literatura: una aparición fantasmal de cuyo paso efectivo por este mundo sabemos poco, salvo que lo cambió para siempre», escriben Savater y Torres en Aquí viven leones, donde complementan cada búsqueda con pequeñas viñetas sobre una obra de cada autor y fotografías de sus universos: casas, escuelas, monumentos, criptas, rastros y materiales de sus existencias.

En el fondo, detrás del decorado y las formas de una guía turística, Aquí viven leones busca descifrar el pensamiento de cada escritor para complementar la lectura de sus obras y, por supuesto, para volver sobre ellas. Con resultados dispares, se trata de un libro de lectores apasionados que intenta contagiar ese entusiasmo por la Baltimore que oscureció la escritura de Poe, el Torquay señorial y balneario de Christie o el flanco literario de una Normandía cubierta de huellas ilustres como la de Flaubert.