Candlebox en Lollapalooza.
Nacida en los 90, Candlebox en realidad nos transporta a lo mejor del rock de los años 70. La presentación de esta banda de Seattle, liderara por el legendario Kevin Martin, fue de menos a más, sobre todo cuando en los últimos quince minutos tocaron sus canciones más conocidas.
Dicen las malas lenguas que Candlebox llegó tarde a la movida del grunge. En realidad, su tardanza les hizo bien, porque ha logrado no ser recordada por un solo género, sino por contaminar su música con la influencia de otras tonalidades.
Candlebox abrió su show en Lollapalooza con “Arrow”, uno de sus clásicos, como queriendo entregar de un solo flechazo una de sus más electrizantes piezas. Martin gritaba «hola, Chile», mientras la batería de Dave Krusen crujía descomunalmente siguiendo casi el ritmo de los cientos de seguidores en primera fila saltando. Kevin Martin vestía con sencillez, quizá siendo lo más llamativo los lentes de sol que usó durante prácticamente todo el show.
La presencia y gestualidad de Kevin Martin me recordó a Jeffrey Lebowski, aquel personaje despreocupado de la famosa película Big Lebowski. Su indiferencia, desparpajo, y la actitud de estar viviendo en una época y en una sintonía más relajada o paralela a la de nosotros. Allí se encuentra la paradoja de su música: combinar la fuerza del rock con la aparente calma de su actitud vital. Yo quisiera ser Kevin Martin. Puede que todos hayamos querido serlo mientras demostraba tal energía que no imaginábamos diferencia alguna con sus primeras presentaciones hace veinte años. El secreto de mantenerse joven parece ser no dejar de hacer el buen rock de hace décadas.
En un momento, al cantante le lanzaron una bandera chilena con las letras Candlebox escritas en ella. Puede que ese gesto haya llevado a Kevin Martin a decir que ahora era momento de interpretar una canción de amor. Sonó “Change”, esa pieza que, me contó un amigo chileno una vez, lo hacía querer ser mejor persona y no haber votado por la UDI. Una canción, como sabrán, que en uno de sus versos anuncia que un cambio está por venir. El cambio llegó justo tras la esa canción y no fue lo mejor.
A partir de allí, Candlebox tocó una canción de su nuevo disco, pero no tuvo la respuesta adecuada del público. Tanto así, que cuando Kevin Martin preguntó si querían escuchar una canción nueva, fueron pocos los gritos afirmativos. Imagino que desde su perspectiva solo podía verse un enorme campo vacío, un tornado que nada puro arrastrar, tras la ausencia de la emoción que quizás el cantante esperaba de parte de nosotros. Tanta fue esa falta de recepción, que tras terminar una canción, se dirigió a su banda para indicar que se saltarían «la siguiente» —posiblemente también del nuevo álbum— para así volver a las piezas de sus primeros discos. Fue cuando anunció que volverían a los 90s, y allí Kevin Martin pudo ver un maremoto de gritos, brazos, banderas, humo de cigarrillos, pantaletas en el aire, agua esparcida al agitar una botella y tierra. Eso quería la gente. Sentirse, por un ratico, en una máquina del tiempo que los trasladase a esa época en la cual los espectadores veían los conciertos y no estaban pendientes de actualizar su estado en Facebook diciendo «estoy escuchando a Candlebox en Lollapalooza».
Atraía la mirada la variedad de generaciones en el evento. Desde un señor de unos sesenta años que se movía más (y mejor) que yo que no llego ni a 30, así como también la cantidad de niños pequeños escuchando el concierto. Algunos sobre los hombros de sus padres, otros sentados en la grama, sus gestos eran curiosos: estaban atentos, no se les notaba aburridos o distraídos con algún juguete. Disfrutaban la música, sin importar que no entendieran la letra. Quizá el legado que cualquier padre noventoso desea está en que sus hijos hereden la música de esa época.
El público no solo escuchó los éxitos de esta banda, sino también se animaron a tocar “Hungry like the wolf”, de Duran Duran. Ya es común que las presentaciones de Candlebox estén marcadas por los cover de canciones de otras bandas de rock. Al momento de tocarla, la atmósfera cambió, aquellos que no estaban familiarizados con la música de la banda de Seattle sí parecían conocer este éxito de Duran Duran, ya que se escucha en varias versiones de Guitar Hero. Imagino a más de uno recordando ese instante en el que al jugar ese videojuego se sintieron estrellas de rock. Sin embargo, por más que queramos nunca tendremos el kilometraje y la envestida de Kevin Martin sobre el escenario.
Lo mejor lo dejaron para el final: primero sonó “You”, en el que gran parte de la audiencia cantó, luego un cover de “Alive” de Pearl Jam, que generó una fuerte reacción positiva en el público, gritos a mi lado de «no puedo creerlo», y la gran “Far Behind”, pieza esencial y memorable en la historia musical de los años 90.
Fue una tarde en el que no viajamos al pasado, como podemos creer, sino que presenciamos la vigencia de bandas que iniciaron su historia cuando muchos de los espectadores apenas habían nacido; así como también vislumbramos que las generaciones que nos reemplazarán, están siendo bien educadas musicalmente al asistir a shows de bandas como Candlebox.