Bad Religion en Lollapalooza.
UNO. «Hay personas que están diseñadas para cuestionar y esa gente es punk», dijo hace unos años Greg Graffin, el cantante fundador de Bad Religion, la banda con más trayectoria del último Lollapalooza, que está a punto de empezar a tocar.
«Los habíamos echado de menos», grita Graffin en algún momento del domingo, que arranca rabioso con “Fuck you” y un pequeño pogo que recordó esa postal de Bad Brains en el último día de Lollapalooza 2013, con H. R. enfundado en un adidas verde y perdido en las nubes:
DOS. En 2013, después de lanzar True North, Bad Religion publicó un disco breve de canciones navideñas siguiendo la tradición de bandas contemporáneas como NOFX y The Vandals. Como era de esperar, los puristas/fanáticos se tomaron la noticia con la misma rabia de cuando aparecieron las tarjetas de crédito con la cara de los Sex Pistols.
La verdad es que no eran malas canciones, al parecer, el disgusto estaba en que la banda hiciera un disco pensado en las ventas en una época de compras.
De todos esos prejuicios con el punk, no mucho ha cambiado a la fecha. Los días posteriores al anuncio del cartel oficial se dejaron leer tímidos comentarios de lo extraño que resultaba ver a una banda como Bad Religion en un festival como Lollapalooza.
En lo medular, sí hubo algunos cambios y momentos de piloto automático: Brooks Wackerman dejó el sillín de la batería y Jamie Miller, de Snot y Orgy, debutó en Santiago de Chile en un show calcado a lo hecho en Buenos Aires y São Paulo: veinticuatro canciones —las mismas, en el mismo orden— en una hora exacta de concierto.
TRES. De todas las bandas punk de California del Sur, una tierra fértil que dio desde NOFX hasta Green Day, Bad Religion es la más antigua y una de las menos exitosas. Con el crossbuster de fondo, ese crucifijo tachado que los hizo reconocibles en una ciudad como Los Ángeles, saturada de grupos que se armaban y desarmaban de la noche a la mañana, el proyecto del cantante Greg Graffin se sostiene por más de tres décadas a punta de un sello particular: melodía, rapidez y armonías vocales, a manos de gente convencida que creció viendo a Black Flag y Circle Jerks.
CUATRO. De alguna forma Bad Religion se convirtieron en una especie de bichos raros en un mercado capitalizado por artistas de estadios. Críticos del trato de las discográficas, decidieron crear su propio sello, Epitaph Records, levantando un imperio alternativo que se potenció hasta convertirse en una sólida compañía manejada por músicos/empresarios, entre ellos el guitarrista y fundador de la banda, Mr. Brett Gurewitz.
CINCO. De vuelta en el concierto, muy poca gente canta las canciones en la explanada. En realidad, hay una curiosidad respetuosa, que se condice con la edad promedio y se interrumpe violentamente en el pasaje de “Punk rock song” y “You”: dos de los momentos más coreados en Bad Religion.
SEIS. Hay dos puntos de inflexión en la historia de la banda. Primero, cuando a partir del urgente Stranger Than Fiction, de 1994, Bad Religion firma para la major Atlantic Records y pierden a su guitarrista, Mr. Brett, quien se fuga hacia dos sitios improbables: las drogas y el sello Epitaph. A su vez, el sello de Mr. Brett consigue un éxito inesperado: Smash, de The Offspring, ese disco que tenía, entre otros hits, “Come out and play” y “Self esteem”.
En adelante todo gira inesperadamente: Epitaph edita a grupos como Rancid, Pennywise y NOFX, y la responsabilidad compositiva de Bad Religion recae en manos de Greg Graffin, quien guía el timón con rumbo irregular al menos hasta 2001, cuando Mr. Brett reaparece en los escenarios luego de una estadía en rehabilitación.
Algo ocurre un poco antes. Graffin, el cantante, que además es doctor en Ciencias Biológicas (se especializa en evolución), mantenía el sitio badreligion.com donde publicaba ensayos sobre la banda y la militancia punk, cuando de pronto No control, un disco de 1989 donde venía “You”, vuelve a sonar gracias a un videojuego llamado Tony Hawk’s Pro Skater 2.
Es a contar de esa mezcla de mundos cuando un montón de gente llega hasta la música de Bad Religion en el año 2000. Y la banda responde con dos tremendos discos: The process of belief (2002) y The Empire strikes first (2004). De esos trabajos sale un cuarto de las canciones que hacen en Lollapalooza: entre otras, “Sinister rouge”, “Los Angeles is burning”, “Can’t stop it”, “Prove it”, “Sorrow” y “Supersonic”.
SIETE. Casi al final de la presentación hacen “Generator”, en esa versión a destiempo que adoptaron en vivo, con la voz intacta de un cantante que es un privilegio dentro de la historia del rock. Si hay un ejemplo de resistencia y cuestionamiento ese es Greg Griffin. A propósito, cuando le preguntaron hace una década por el éxito de bandas como Green Day o Blink-182, Griffin ni se alteró. «Nuestra música tiene muchos elementos en las letras, muchos significados, hay que prestar atención», dijo él.