El temblor en las hojas

por · Mayo de 2016

Una lectura de Raíz abierta, el primer libro de Diego Alegría publicado por Pez Espiral.

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El lenguaje es el umbral del silencio
 Brice Parain

 
Todo libro, mientras mayor es su valor literario, particularmente si pertenece al ámbito de la poesía, llevará al lector, quien en verdad reescribe el texto, a innumerables interpretaciones. El ser del libro es fluctuante como el nuestro: está sujeto a la experiencia o a la vivencia; en palabras de Dilthey, a la sensibilidad, al conocimiento de un hipotético lector. Baudelaire en Fuses decía al intentar definir lo bello: «Algo un poco vago, que da curso a la conjetura», eso es lo que voy a intentar a continuación.

Raíz abierta, el primer libro de Diego Alegría, se presenta con un notable diseño minimalista, tanto en su portada como en su conjunto. Fue realizado por el diseñador y director editorial de Pez Espiral, Daniel Madrid, empleando para ello un fragmento de una obra de la artista y arquitecto Maya Lin. Su calidad y belleza me trae a la memoria las palabras de Valéry: «Es un juicio muy precioso y temible ser magníficamente impreso». La edición estuvo en manos del poeta Andrés Urzúa, labor que nos habla de la calidad y lucidez de su trabajo. La contraportada fue escrita por el poeta y académico Kurt Folch, con un conciso y penetrante texto.

El libro se divide en dos secciones de doce poemas cada una, encabezado por un epígrafe de Rilke que finaliza con el término «inefable», que preanuncia el tenor del libro. Previo a la primera parte, el autor escribe: «El poema no debe / dibujar el océano / sino abarcar / su distancia», lo cual nos revela el marco que suscribe el texto y podríamos aventurar que es parte de su poética. En efecto, el poeta nos comunica que su propósito no es «representar» el mar, sino «abarcar su distancia», que para nuestra experiencia es inconmensurable. La significación de este tópico, el mar, es hipotéticamente el propio espíritu, siguiendo a Rancière: «El poema no imita ningún modelo, sino que traza sensiblemente el movimiento de la idea, la idea como el movimiento de su propio surgimiento», refiriéndose a Mallarmé, en su ensayo La política de la sirena.

El poema que encabeza la primera parte, dice: «Las raíces / en el fondo de la tierra // savia // primitiva»; se ocupa fundamentalmente de lo terrestre, empleando la metáfora a partir de signos como: raíz, tierra, savia. El fragmento no se refiere a la copa, al tronco, etcétera, surge de la raíz terrestre originaria. Todo ello revela su índole telúrica, propia de la poesía chilena. Al texto anterior, sigue un poema de características heraclitianas con una bella imagen, en él nos habla de cruzar un río donde desaparece la silueta del otro por la acción de la fugacidad, del cambio. Posteriormente, somos capturados por la imagen del desierto, sin presencia humana, «sin montículo», solo piedras esparcidas, índice de la más extrema soledad. Cada uno de estos brevísimos y leves poemas, fueron realizados en verso libre, con textos minimalistas orlados de silencio, donde, como se puede apreciar, predomina la imagen, la metáfora y lo paradojal; sin duda la poesía es el arte donde la materia es la más tenue.

Esta lectura nos lleva a reflexionar, a detenernos en su significado a medida que avanzamos. En elaboradas imágenes, vamos constatando la naturaleza abisal del texto que termina con el poema: «Separados / caen del risco // la roca // el árbol»; donde el autor enfrenta un devenir que culmina en la caída inexorable: la piedra, lo inerte; el árbol, la vida, al abismo, finalizando con ello la primera parte.

Posteriormente, surge un árbol de naturaleza simbólica, espiritual: «Sin tronco / ni monte / ni cielo», a diferencia de los textos que lo anteceden, donde el árbol se nos revelaba telúrico, terrestre, marcando con ello una diferencia fundamental con la primera parte. Más adelante, luego de un poema de índole existencial, dice: «Las piedras se desnudan // llueve / en el desierto», donde la presencia vivificadora del agua, empleando el tropo de la metáfora, se relaciona con la vida, la cual ostenta el carácter de «agente mediador entre lo informe (gaseoso) y lo formal (líquido)» en palabras de Cirlot. La lluvia como símbolo posee un parentesco con la luz que proviene del cielo.

Entre los poemas de naturaleza existencial que también son parte del libro, destaca uno en particular, en un conjunto muy breve y significativo, dice: «Cada máscara // se ahoga / en el fondo // de uno mismo», donde la máscara surge como imagen de la traición a nuestro propio ser, ahogándose en nuestra interioridad vulnerada. Pero creo que existe otra interpretación, dada la naturaleza del texto, y es que el ser se presenta con distintas apariencias: cada una de estas cambia inevitablemente en el devenir.

Baudelaire, que como todo gran poeta albergaba en él un gran crítico, fue el primero en advertir que debemos observar con detención las palabras que reitera el poeta en su texto, porque estas nos entregan una parte significativa de aquello que quiso decirnos el autor. Por cierto, en Raíz abierta términos como «árbol», «piedra» y «mar», salen a nuestro encuentro frecuentemente, si puedo emplear un vocablo que nos hable de reiteración en un texto de tanta contención y economía verbal.

Es el término «árbol», sin duda, el que posee una mayor presencia simbólica en el libro. Este representa, en su sentido más holgado, la vida del cosmos: «Su densidad, crecimiento, proliferación, generación y regeneración», dice Cirlot. Para Eliade, esto último se traduce como «centro del mundo», por su verticalidad transforma ese centro en eje, pues «el árbol recto conduce una vida subterránea hasta el cielo». En la iconografía cristiana, la cruz está representada innumerables veces como «árbol de la vida». El arbor vitae es un símbolo que surge con gran frecuencia y variedad en el arte de los pueblos orientales, llegando a Occidente a través del Románico.

La piedra se presenta como «un símbolo del ser, de la cohesión», Cirlot agrega: «Las piedras caídas del cielo explican el origen de la vida», lo que conjetura actualmente la ciencia.

El mar considerado como fuente de vida y final de la misma, volver al mar es como «volver a la madre» o morir. Asimismo, simboliza la movilidad perpetua, «el carácter informe de las aguas son los aspectos esenciales, aparte de la grandiosidad». Para Zimmer, es «la ilógica inmensa», símbolo del inconsciente. En Raíz abierta, la palabra «mar» u «océano» aparece cuatro veces, lo mismo ocurre con el término «agua», lo cual no es mera coincidencia, las aguas serían «el fin y principio de todas las cosas».

El libro finaliza con una inversión: las raíces ocupan el lugar de la copa y se «abren al cielo», concluyendo con «árbol // iluminado», terminando así con un giro celeste. Blavatsky en La doctrina secreta de los símbolos, dice sobre este tópico: «En el principio, las raíces del árbol nacían en el cielo y emanaban de la raíz del Ser integral». Esta concepción se encuentra también en los Upanshads. En el Zohar hebreo, también nos encontramos que «el árbol de la vida se extiende desde lo alto hacia abajo y el sol lo ilumina enteramente». En La divina comedia, Dante simboliza el conjunto de las esferas celestes «como la copa de un árbol cuyo origen (raíces) miran hacia arriba (urano)», coincidiendo el proceso simbólico con la «paulatina maduración espiritual del sujeto lírico», como ha dicho el propio poeta de su texto.

Como se puede apreciar, el conjunto de poemas poseen una unidad de propósito conceptual, intuitivo y muy consciente a la vez, en que cada poema y fragmento contribuye a la expresión de un pensamiento simbólico por intermedio de imágenes, metáforas, cumpliendo entre sí y para sí con la misma finalidad en el texto, dada su simetría, entre otras virtudes. Althusser estimaba que el pensamiento puede ser hecho realidad «solo con metáforas», lo cual también ocurre con el habla cotidiana y coloquial, esto último concierne más bien a los lingüistas.

En el curso de estas páginas, hemos mencionado ciertas características heraclitianas en el texto de Alegría, así como la presencia de un soterrado panteísmo. En efecto, entre sus referentes se encuentran los presocráticos, principalmente Heráclito. Considerado por Blanchot como «el primer virtuoso del juego surrealista», su estilo de pensamiento semeja un oráculo. El poeta, como hemos podido apreciar en los poemas citados, emplea frecuentemente la paradoja, la metáfora, los opuestos, etc., todo lo cual lo hermana con el filósofo de Éfeso.

El autor ha trabajado Raíz abierta desde los diciséis hasta los veintiún años, con la pasión del orfebre, ocupándose tanto de la forma como del concepto, sin dejar espacio al predominio del significante o el significado, como ocurre, por ejemplo, en la poesía de Ungaretti, uno de sus poetas favoritos junto a Rilke. Nada más ajeno a su espíritu que improvisar versos de un talante expresivo, sentimental o visceral. Lo único que escapa a este deseo de perfección es el empleo del verso libre y no el uso de la métrica, pues esta última contribuiría a pulir innumerables veces el poema. Pero no nos apresuremos, pues el verso libre es más complejo que el empleo de la métrica y esto se debe a que el poeta que utiliza la primera, tiene que darle un orden, una forma y una musicalidad con medidas dejadas a su arbitrio. Borges recomendaba a los jóvenes poetas que empezaran empleando la métrica.

Todo lo que hemos considerado hasta aquí, nos habla de una tendencia eminentemente clásica: la voluntad de orden, la claridad, la economía de medios, la búsqueda de la imagen y la palabra justa. Albergo la convicción que poseer una tendencia clásica o barroca, es producto de la naturaleza de cada artista.

Una mañana luminosa de verano, mientras desayunaba, me detuve a observar el movimiento sutil de las hojas del limonero del jardín. Reflexioné que podía deberse a una brisa o viento sutil o algún pájaro que saltaba de una rama a otra, o deberse a un vago temblor, es decir, su movimiento se prestaba a diversas interpretaciones. La sutileza de aquel temblor y la levedad, profundidad y ritmo de Raíz abierta, me llevaron a titular este ensayo El temblor en las hojas, porque este primer libro de Diego Alegría, breve y plural, nos habla y nos hablará, produciendo en nosotros aquel «temblor» que observé esa mañana en las hojas de aquel árbol encendido por el sol, ese sol que alguna vez fue un dios.

Raíz abierta

Raíz abierta
Diego Alegría
Pez Espiral, 2015
39 p. — Ref. $5.000

El temblor en las hojas

Sobre el autor:

Víctor Alegría es artista visual, poeta y académico.

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