La introducción es la última novela de Fogwill, un día en la vida de un hombre que decide sumergirse en una piscina temperada para evadir cualquier pensamiento.
La contratapa de La introducción dice que Rodolfo Fogwill trabajó su última novela hasta poco antes de morir en 2010. Lo cierto es que ya no habrá nuevos libros del escritor argentino y, a partir de ahora, el tiempo, los lectores y los críticos podrán medirse con el peso de su obra completa: la producción de un polemista lúcido que se alimenta de anécdotas, intransigente aún con las propias contradicciones; un escritor en dominio de sus facultades narrativas, el maestro de la elipsis, como lo definió alguna vez Jorge Luis Borges.
En su último novela, Fogwill se limita a narrar lo que hacen, piensan, quieren y padecen sus personajes, principalmente un hombre que viaja a unas termas para dedicarse a su rutina de ejercicios de relajación y natación, «para eludir cualquier pensamiento».
Allí el hombre observa e imagina, atravesado por una serie de metáforas sobre la física.
Allí los seres humanos aparecen como cápsulas lanzadas al espacio, orbitando entre discursos y marcas de clase, con el protagonista mirando las nucas de las personas que viajan con él en el transporte público:
Más allá del aire pasan las señales de una civilización que lleva medio siglo escupiendo al cielo sus restos industriales. Satélites, tanques de combustible desechados, plataformas, esquirlas de máquinas hechas para viajar que estallaron y partes de máquinas hechas para estallar y que también estallaron dejando una estela de fragmentos que seguirá repitiendo eternamente la misma trayectoria.
Ya no hay cavernas. Ahora la noche terminó y siempre habrá una luz exterior encendida, cien señales de cable estarán disponibles para reproducir sus relatos en los televisores, los termostatos siguen vigilando el registro de un cambio para poner en marcha calefactores y refrigeradores, hasta en la noche más oscura habrá millones de hombres trabajando y en todo instante del mundo las estadísticas de sus horas de rutina y de sueño se siguen compilando y uno duerme en la noche parcial.
La mirada sociológica, de pronto, en alguna voltereta de la forma, se vuelve introspectiva. Alcanzando el control del ritmo cardíaco, la resistencia de los músculos y el contacto con el agua de la piscina tan tibia.
La introducción es un largo ensayo camuflado al interior de la novela. Hacia el final, por ejemplo, plantea una serie de ideas sobre el amor. «El amor —escribe Fogwill— también podía ser un largo viaje por el tiempo destinado a coleccionar recuerdos de recuerdos»:
Nunca se sabe qué es el amor. Las librerías y las bibliotecas están llenas de manuales y tratados sobre el amor, y es tanto el amor de los autores y compiladores a su propia obra que en ellos se puede aprender mucho sobre los motivos de su escritura y nada sobre el amor.
Como en distintos pasajes de la obra de Fogwill, el tema de La introducción, un día en la vida de ese hombre que se sumerge, es la forma. Los giros de una historia sobre sí misma. Una explicación posible sobre los asuntos que ocurren en el interior del cerebro, en el interior de los cuerpos, en esos cuerpos oxidados en su relación con el mundo y en su relación con otros cuerpos.
El narrador de Fogwill llena toda una novela pensando en aquello en lo que, recomienda, no habría que pensar. Ahí, de manera inconfundible, asoma la convicción de que escribir es pensar, como un continuum entre el lenguaje y el pensamiento.
«Se escribe en palabras y las palabras, una vez ordenadas, explican (cuando prima la lógica de los conceptos o el orden de la causalidad), narran (cuando prima la continuidad temporal) y describen (cuando prima la contigüidad espacial). Escribir es pensar y escribir bien es dosificar artísticamente esos tres modos discursivos», dijo el propio Fogwill en una hoja suelta de sus inéditos.
En esta novela breve —una especie de despedida del autor de Los Pichiciegos—, el protagonista se sumerge en el agua caliente no para pensar ni ser pensado: por el contrario, quiere sustraerse. Pero no lo consigue y todo el tiempo emite juicios categóricos sobre el mundo y las personas alrededor, tal vez como una manera de inculcar la conciencia de un autor siempre atento a las cornisas sueltas.
La introducción
Fogwill
Alfaguara, 2016
128 p. — Ref. $12.000