Duran Duran deja “mudos” a los millennials

por · Abril de 2017

La banda británica se presentó el domingo en Lollapalooza con un show impecable que hizo vibrar a la generación que los conoció recién ahora. El grupo de Simon Le Bon lanzó un hit tras otro e incluso prescindió de The Reflex.

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La banda británica se presentó el domingo en Lollapalooza con un show impecable que hizo vibrar a la generación que los conoció recién ahora. El grupo de Simon Le Bon lanzó un hit tras otro e incluso prescindió de The Reflex.


I

Para la Navidad del 82, Anita recibió un casete de regalo. La carátula era morada con una ilustración de una mujer estilo art deco y con letras bien grandes decía Rio, Duran Duran. El obsequio fue un gesto especial de la madrina de Anita, que en esa época era su vecina en la Villa Sur, en Pedro Aguirre Cerda. Durante ese verano y varios otros el casete no paró de sonar y Anita, como pudo, se aprendió todos los hits del álbum: “Hungry Like the Wolf”, “Rio” y “Save a Prayer”. Tenía 10 años.

Rodrigo era el vecino de Anita. Tenía siete años y era nieto de la madrina de Anita. A pesar de la evidente diferencia de edad, jugaban tardes completas en el pasaje. Anita no ocultaba su dicha por tener el disco Rio y muchas veces hicieron coreografías al ritmo de Duran Duran, que en esos años habían logrado convertirse en una de las bandas más famosas del planeta, dentro del estilo new romantic en el que los catalogaron. Nunca soñaron con verlos en vivo.

El deleite que a Anita y a Rodrigo les provocaba la agrupación de Birmingham (1978) se profundizó aún más cuando lanzaron el tercer disco, que contenía “The Reflex” y todavía más cuando a mediados de los 80 se estrenó A View to a Kill, filme de James Bond que en Chile tuvo gran promoción porque su banda sonora pertenecía a Duran Duran. Anita y Rodrigo no fueron a verla juntos al cine, pero en sus juegos infantiles sí recrearon el video clip en la Torre Eiffel y los «raros» peinados que usaba la banda de Simon Le Bon.


II

«¿Se tomaron sus cervezas y comieron sus hot dogs? ¿Hay alguien con hambre?», pregunta un entusiasta Simon Le Bon. Y el público del domingo en Lollapalooza responde con un grito atronador, mientras suenan los primeros acordes de “Hungry Like the Wolf”, el segundo tema de la tarde después del arranque con “Wild Boys”. Entonces se desata una fiesta, incluso entre la mayoritaria audiencia millennial que recién el fin de semana descubrió a Duran Duran, el grupo británico que al menos en Chile suele ser observado con cierto prejuicio, pero cuyos hits figuran en la banda sonora de muchos de los padres de estos adolescentes.

La banda suena impecable y a Le Bon lo secundan sus viejos camaradas de la formación original: Nick Rhodes (teclados), John Taylor (bajo), Roger Taylor (batería), además de Dominic Brown (guitarras), en la banda desde 2008. La postal de Duran Duran lanzando un hit tras otro podría ser de otra era, de su mejor época en los 80, pero se escuchan salvajes y frescos. Le Bon, sin ir más lejos, parece un veinteañero saltando con un llamativo jeans blanco y zapatillas verdes.

A “View to a Kill”, con imágenes a lo Bond en las pantallas, es el tercer tema y a esas alturas muchos gritan eufóricos mientras otros bailan en el pasto, entremedio de picnics familiares frente al escenario Itaú. No hay mayor escándalo por el comienzo modo retrovisor de Duran Duran o al menos a la mayoría no le importa. De hecho, de Paper Gods, su última placa de 2015, sólo interpretaron “Pressure Off” y “Last Night in the City”. Aunque no hay riesgo en la puesta en escena, que incluye dos coristas de impecable registro además de un saxofonista, la banda que fundó Rhodes con John Taylor no vive de la nostalgia.


III

Rodrigo, el que alucinaba con el casete de Rio de su amiga Anita, fue la tarde del domingo a Lollapalooza sólo porque tocaba Duran Duran. Cuando dejó el barrio, a fines de los 80, nunca más supo de Anita. Pero cuenta, con cierto orgullo, que fue por ese casete que se interesó en la música hasta convertirse en un melómano, aunque esa descripción, recalca, no le acomoda.

Desde la entrada Rodrigo se emocionó con “Wild Boys” y luego con “Notorius”, del cuarto álbum de estudio, en plena época dorada de la banda. Rodrigo, ya un cuarentón, dice que le encanta Duran Duran no sólo por su onda y sus ritmos bailables, sino que también porque lo retrotrae a su infancia. Por eso es que al festival llevó a sus dos hijas pequeñas y no se hizo mayor problema para bailar con ellas. «You own the money/ You control the witness/ I’llleave you lonely/ Don’t monkey with my business/ You pay the prophets to justify your reasons/ I heard your promise, but I don’t believe it», cantó con visible alegría en el coro de ese éxito radial.

Rodrigo dice que no le avergüenza llevar una polera de Duran Duran. Y coincide en que el grupo solía ser menospreciado, quizás por su rotundo éxito comercial. Este fan, arquitecto de profesión, acota que esta banda es una de las pocas que se puede dar el lujo de no interpretar una canción tan conocida como “The Reflex” (de hecho así fue) y repara en que la música, bailable o no, tiene una capacidad única de actuar como puente entre generaciones. No por nada, varios millennials miraban estupefactos a la banda de Le Bon, de 58 años y con su registro intacto, incluso en los tonos más agudos.

Lo último que alcanza a comentar Rodrigo antes de lanzarse hacia las primeras filas para ver la segunda parte del show más cerca de su banda, es que no muchos se dan cuenta de la gran influencia que tuvo David Bowie en el grupo de los Taylor (que no son hermanos).


IV

El atinado comentario de Rodrigo se palpa poco después, cuando “Planet Earth” se enlaza con “Space Oddity” y por las pantallas aparece una imagen gigante de Bowie. «Cuando éramos niños crecimos escuchando a gente como David Bowie, Roxy Music. Ellos fueron una gran inspiración para nosotros. Y después tuvimos la oportunidad de conocerlos, o de irnos de gira con David Bowie, por ejemplo, en Norteamérica», ha dicho Rhodes.
A continuación Duran Duran lanzó “Ordinary Word”, “I Don’t Want your love”, “(Reach Up for the) Sunrise”, “New Moon on Monday” y “Girls on Film”. El concierto, de poco más de una hora, no decayó nunca pese al sol inclemente de la tarde. Para el final, “Save a Prayer”, que algunos aprovecharon de bailar como un lento de fiesta ochentera y cantar como si el Parque O’Higgins fuera un karaoke gigante y “Rio”, de aquel disco con el que jugaban Anita y Rodrigo.


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Sobre el autor:

Alejandro Tapia (@atapia2013) es editor de Mundo de La Tercera. Ha cubierto los más importantes hitos políticos de América Latina de las últimas dos décadas.

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