Ginzburg llamó el «pozo» a la «melancolía» en la que se sumergen las mujeres producto de siglos de esclavitud y sometimientos. Esa emocionalidad es el hilo conductor que da vida a sus cuentos publicados en Chile por Lumen.
Comencé mi jornada de hoy tomando un Uber para llegar pronto a mi trabajo. Tras abrir la puerta del auto, lo primero que hizo el conductor fue mirarme de manera inquietante y preguntar si acaso no estaba en búsqueda de “un hombre empresario que trabaje en Uber”.
Un hecho que para muchos puede ser considerado un comentario desafortunado o una mala talla, para nosotras, es el portazo inicial que te recuerda que eres mujer, estás en la calle y debes estar alerta.
Al reconocer mi molestia, el conductor pidió disculpas de una manera bastante común en estos casos, “perdón si no te gustó mi chiste”. Mala forma de disfrazar una actitud machista, porque lo que para él puede ser una estrella menos en la calificación de su servicio, para mí se transformó en frustración, una mezcla de rabia acumulada por todas las agresiones vividas y la tristeza de su recuerdo.
A esa sensación Natalia Ginzburg la llamó el «pozo», la «melancolía» en la que se sumergen las mujeres producto de siglos de esclavitud y sometimientos. Esa emocionalidad es el hilo conductor que da vida a los ocho cuentos de A propósito de las mujeres, libro publicado en Chile por el sello Lumen.
Pero, ¿qué tienen en común esas protagonistas construidas por una escritora que nació hace más de cien años en Italia? Muchísimo, porque “Lo pequeño, lo cotidiano, lo familiar” fueron los temas que inspiraron la literatura de Natalia Ginzburg y representa el universo desconocido que se teje entre las paredes de la intimidad, hoy más que nunca, las mujeres exigimos sacarlo a la calle, porque lo personal también es político.
Mujeres con sombrero y sin sombrero, jóvenes y viejas, maquilladas o con la cara recién lavada. Ellas, tan solas o con demasiada gente a su alrededor; con hijos que hacen preguntas molestas o amantes que llegan, te usan, saludan y se van.
En estos cuentos hablan, lloran, caminan las mujeres de Ginzburg y, abrazándolas todas, en el texto que abre las puertas de este hermoso libro: «Las mujeres tienen la mala costumbre de caer en un pozo de vez en cuando, de dejarse embargar por una terrible melancolía, ahogarse en ella y bracear para mantenerse a flote: ese es su verdadero problema… Las mujeres lo que tienen que hacer es defenderse con uñas y dientes de su malsana costumbre de caer, porque un ser libre no cae casi nunca en el pozo ni piensa siempre en sí mismo, sino que se ocupa de todas las cosas importantes y serias que hay en el mundo y solo se ocupa de sí mismo para esforzarse por ser cada día más libre. La primera que debe aprender a actuar así soy yo…».