Neil Davidson: «Prefiero una postura irresponsable»

por · Mayo de 2017

El pasado 24 de marzo fue el lanzamiento de la segunda compilación de crónicas del escritor británico, Usted está muy mal. Un libro que se destaca por ser ágil, honesto y mordaz.

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Llegó a Chile en el 2001 junto a su pareja, Natalia. Ella es chilena y la conoció en Inglaterra, su país natal y lugar en que el Neil comenzó a incursionar en la escritura. Estudió Literatura francesa e italiana en la Universidad de Durham y así comenzó sus primeros trabajos en traducción. Por lo que recuerda, siempre quiso ser escritor, pero le costaba mucho y nunca terminaba sus textos. «El escritor es una persona que le cuesta más escribir que a las demás», dice Neil citando a Thomas Mann. Y la tarea todavía es difícil, pero cada vez menos. Actualmente escribe una columna semanal en Las Últimas Noticias, lugar en el que comenzó a trabajar luego de su paso por El Mercurio y El Metropolitano. Al desaparecido diario llegó gracias al escritor Roberto Merino, gran amigo de su pareja. De hecho, él fue quien que los fue a buscar al aeropuerto la primera vez que Neil pisó Chile. «Él era el que tenía el auto», cuenta entre risas. Por esos años Merino era editor de Diagonal, suplemento cultural del diario y le pidió a Neil que escribiera sobre la llegada del milenio, eso cuando aún vivía en Inglaterra. Luego, le pidió un texto semanal y al llegar Neil a Chile siguieron en contacto. Compartieron grupos de amigos y también su pasión por las letras. «Yo quería ser escritor y era una oportunidad impagable. Que te inviten a hacer una columna semanal, en un medio nacional, es increíble», comenta Neil.

Luego de años de escribir columnas en distintos medios apareció Matías Rivas, editor de Ediciones UDP, y le ofreció escribir un libro sobre Chile, el tema que quisiera hablar del país. El libro no dio frutos, hasta que apareció Camila Valenzuela, estudiante de magíster en la Universidad Diego Portales, quien le ofreció hacer una compilación de su trabajo. El libro que se llamaba en un inició Chile visto por un inglés, pasó a titularse The chilean way y se transformó en su debut, fue publicado por la editorial Los Libros Que Leo en el año 2010. Sin embargo, Neil le quedó debiendo un libro a Matías Rivas. Así nació El ceño radiante. Vida y poesía de Gerard Manley Hopkins, biografía publicada en 2015 por Ediciones UDP, que se destaca por combinar la vida del poeta inglés victoriano con la interpretación de sus cartas y poemas y la traducción de algunos de sus trabajos más destacados. Este año, fue nuevamente el turno de la crónica, esta vez en manos de Andrea Palet y la editorial Libros del Laurel. Usted está muy mal es el segundo libro compilatorio de Neil Davidson. Una mezcla de crítica y conversaciones cotidianas. Historias que nos acercan a su vida en Inglaterra y en Chile, momentos con los que perfectamente nos podemos identificar. En Usted está muy mal, Neil habla de la familia, de actualidad, el lenguaje, de bullying, la educación e idiosincrasia chilena. Los temas son diversos y los podemos encontrar hasta en la peor sobremesa, pero Neil tiene un mérito. Los rescata con agudeza y transparencia, algo que se agradece en un género tan antojadizo como la crónica.

Actualmente, Neil Davidson escribe sus columnas en Las Últimas Noticias y participa como traductor comercial en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Sin embargo, no ha dejado de lado sus aspiraciones narrativas. Se encuentra trabajando en su primera novela, la que será en inglés y que está construida en base a notorias influencias orwellianas. «Es difícil encontrar el tiempo para escribir, así que mi idea ahora es tomarme unos meses sabáticos y comenzar a avanzar», comenta.


—¿Te sientes escritor?

—Sabía que iba a ser escritor. De ahí, sentir que uno es escritor es más complicado, sobre todo cuando te ganas la vida de otra forma. Al principio fue muy duro porque escribir desde cero, hacer una columna semanal libre, es difícil. Empecé a escribir tres días antes. De ahí se me fue acelerando un poco más el proceso. Dos días, un día. Hasta hace poco, empezaba a escribir en la noche anterior. Ahora me levanto el jueves y el plazo de entrega es a las doce y la hago el mismo día.

—¿En qué diferencias la escritura de una crónica de otras escrituras?

—Al principio uno escribe esperando eso que se te va a imponer de forma inevitable y, después, te das cuenta que no necesariamente sucede y tienes que agarrar cualquier cosa y convertirlo en tema. Lo que tiene de bueno la columna es la compresión. Ver cuánto uno puede meter en esas quinientas palabras. Mis padres eran escritores y mi papá me dio tres consejos. Uno era que cualquier temática, por muy extensa que fuera, se puede comprimir y comprimir sin límites, hasta cinco palabras.

—¿Te sirvió ese consejo?

—Muchísimo y lo he comprobado. Guerra y Paz se puede escribir en cinco palabras si uno diera con esas cinco palabras. Tengo muy presente la ecuación de Einstein (E=mc2). Si vez la foto, está el pizarrón lleno de fórmulas y termina con eso, que contiene todo.

—¿Crees que la literatura es matemática?

—No se debe a una fórmula, pero creo que sí, que se puede comprimir cualquier tema, sin pérdida de complejidad.

—Las crónicas tienen mucho de autobiográfico. ¿Te sientes cómodo hablando de ti?

—No, pero en ese proceso inicial de lucha por escribir algo di con ese recurso, que no me viene fácil ni natural. Si dices algo que ha pasado o que sientes de forma honesta, eso siempre produce un efecto. Si fallan todas las mentiras, siempre tienes la verdad.

—¿Mientes mucho en tus textos?

—Considero que un escritor no sabe mentir. Hay verdades que están más allá de los hechos. Uno puede usar datos biográficos, alterarlos, mezclarlos de otra forma, en pos de una verdad nueva.

—¿Tienes algún cronista predilecto?

—Tengo una especie de ritual que consiste en leer la última columna de Merino, en Las Últimas Noticias, y ahí paso a escribir sobre otras cosas nada que ver, pero me abre algo.

—¿Y algún otro escritor?

—Creo que mis inspiraciones son más bien inglesas. De hecho, me he ido dando cuenta que estoy entre dos polos. George Orwell y el Charles Lamb, dos tipos muy distintos. Orwell, que es muy lógico y horriblemente objetivo, y Lamb, que es como volado.

—¿Te sientes cómodo escribiendo desde una lengua que no es la materna?

—Me costó mucho al principio. Soy traductor y maniático. Cuando me baja la duda de si un modismo funciona, me meto en Google y busco muchos ejemplos del lenguaje en uso. Me doy mi trabajo. Creo que mi formación como traductor me prepara para eso, pero me gusta escribir en español por una característica que tiene, que es una cuestión clásica. Por ejemplo, hay una frase de Merino que me quedó en la memoria. Él habla de «la mueca que desfigura el rostro del que exige justicia». Eso en inglés no lo puedes decir. Te empuja hacia lo concreto, lo específico.



Crónicas del inglés

—¿Has pensado aventurarte y traducir alguno de tus libros?

—He intentado traducir columnas mías al inglés y la verdad encuentro que no funciona. Quizás es difícil traducirse a uno mismo. Están escritos desde una cabeza castellana y me cuesta. Todos mis amigos y familiares me preguntan cómo son mis columnas. Hay un ensayo más largo, sobre mi abuelo y ese lo traduje. Más bien lo adapté porque mi mamá vio el libro y sabe francés así que lo leyó con diccionario, entonces se dio cuenta del cuento sobre mi abuelo. Me parecía justo que ella tuviera la oportunidad de leerlo porque es su papá.

—Esa crónica –Breve historia del olvido– parece ser más personal que las otras, como si te dedicaras a contar la historia de tu familia. De hecho, es la más extensa de Usted está muy mal.

—Lo que pasó fue que en distintos momentos del año escribí cuatro o cinco columnas hablando de mis abuelos y decidí juntarlas. Columnas que no tenía sentido republicarlas porque era una sola narrativa, así que mejor hacer un solo ensayo.

—Cuentas en un artículo de la Revista Dossier que te costó mucho escribir The chilean way. ¿Cómo fue ese proceso?

—Intenté hacerlo y no pude. Armar una especie de arco narrativo sobre Chile me superó y creo que simplemente no encontré la forma. No encontré la estructura narrativa. Yo creo que habría tenido que hacer un viaje por Chile que no hice y no pude hacer porque tenía hijos chicos y no era factible que yo me largara. Me gustaría hacerlo ahora que están más grandes. Y, de hecho, creo que mucha gente compró el The chilean way pensando que iba a ser ese extranjero viajando por Chile.

—¿Trabajaste en el proceso de selección de las crónicas de Usted está muy mal?

—Hice algunas peticiones. Ella (Andrea Palet) quiso incluir muchas del The chilean way. Según ella, ya nadie se acordaba y según yo, está a la venta, en línea. Entonces, fue una lucha en la que yo le iba sacando crónicas y ella iba metiendo otras. En mi familia somos lo contrario de precoces. Maduración muy lenta. Física y mental. Encuentro que algunas columnas que escribía a los 35 años son escritos juveniles que ahora me dan mucha vergüenza, y algunas de esas cosas aparecen en The chilean way.

—¿Te lo han comentado?

—No. De hecho, esas son las columnas que más gustan.

—Debe ser porque son más frescas.

—Y porque, quizás, en ellas uno muestra más de sí. Es curioso eso.

—En el proceso de revisión de textos, ¿se los pasas a Natalia para que los mire?

—Al principio sí y durante años se los pasaba para que los revisara, pero ya no. Tengo mi editor en el diario y si hago algo notoriamente malo me lo corrige, pero a él no le molesta que, de repente, tenga un toque inglés.

—En un par de crónicas logras captar muy bien al chileno.

—Es más fácil para un extranjero. Yo nunca tuve una vida de expatriado con vida social de expatriado. Llegué y me inserté de inmediato en el círculo de la Natalia, que conocía muchos escritores y artistas. Siempre salíamos, íbamos a restaurantes con sus amigos y de ahí vienen esas observaciones.

—¿Te sientes cómodo entre chilenos?

—Nunca sentí a los chilenos como extraños. Me da risa. Si yo voy a Francia siento que estoy mal, porque los franceses son tan extranjeros. Cruzo el mundo y llego a Chile y son muy poco extranjeros.

—En Hola gatito cuentas que tu reputación era de “una persona austera, no muy fácil de leer, con esa frialdad que se les conoce a los ingleses” ¿Te sentiste alguna vez de esa forma?

—Más bien estaba rescatando la imagen chilena de los ingleses, pero soy un poco así. No soy muy demostrativo. Tengo poca gestualidad. La gente también mira con extrañeza que los ingleses sean así. Después ven a los hooligans y, claro, Inglaterra es un país dividido en clase social.

—¿Por qué escoger el cuento Usted está muy mal para titular el libro?

—Fue la Andrea. Es un título llamativo, violento. Provoca curiosidad, esa es la idea. Yo no considero que esa crónica sea el núcleo del libro ni nada así.

—Lo educacional es un tema que tocas varias veces en tu último libro. ¿Qué te parece la educación en Chile?

—No soy experto. Mis hijos están en un colegio bastante decente, particular. Y por lo que sé y lo que me cuenta la Natalia, que da clases en la Andrés Bello, la educación chilena siendo, probablemente, la mejor de Latinoamérica, es como el orto. El Estado agarra a los niños y los obliga ir al colegio por doce años, ocho horas diarias, y salen y no saben leer. Es tan ridículo, que yo creo que en Japón cometerían harakiri. Si ves que va a la universidad y se endeuda estudiando, envejeciendo estudiando y aprendiendo cosas que debería haber aprendido a los catorce años, es una cuestión absurda.

—¿Te interesa la política?

—Mucho, pero a nivel de las ideas. De la política chilena, de las personalidades, manejo bastante poco. Soy escritor, prefiero una postura irresponsable, que no puedan vincularme con ningún partido. Primero porque soy extranjero y siento que no me corresponde. Si sacara la ciudadanía chilena, quizás ahí sentiría que tengo ese derecho. Yo observo, no participo, esa es la postura que siempre me acomoda. Crítico, hablo mal y no aporto.


Neil y la poesía

—Matías Rivas te pidió que escribieras sobre Gerard Manley Hopkins porque sabía que ese poeta te gustaba mucho. ¿Qué diferencia a Hopkins del resto de los poetas ingleses?

—A mí no me gustaba la poesía, a pesar de que estudié literatura. Secretamente no me gustaba, hasta que tuve veintitrés y leí a Hopkins por primera vez. Fue fulminante. Leí ese poema largo El naufragio del Deutschland. Fue la energía, la violencia de su poesía.

—¿Sigues leyendo poesía?

—Hopkins me abrió la puerta y me empezaron a gustar otros autores. Una gran variedad. Desde Homero a Armando Uribe, que me gusta mucho.

—En uno de los últimos textos de Usted está muy mal no se nota mucho cariño a Huidobro o Neruda.

—Neruda me carga. Lo encuentro un fraude. No veo en absoluto su encanto. Me parece falso, todo lo que hace. Encuentro que todo lo que hace es retórica vacía. Mientras más me entero sobre él, más me carga. Fui a su casa en Valparaíso, la Sebastiana, para odiarlo más. Encuentro que todo lo que hace y dice es cursi. Tiene un sillón súper cómodo, de cuero, y lo llamaba La Nube.

—Conoces más de él que de muchos otros poetas chilenos, solo porque te molesta.

—Sí, es muy injusto. Debería desinflarme de esto y conocer a otros autores. La Mistral es muy buena y de Huidobro he leído poco. Lo que leí fueron sus últimos poemas, que no me gustaron mucho, pero no he leído su obra canónica. Es una gran irresponsabilidad hacer esto.


Camino a la primera novela

—Estás escribiendo una novela en inglés. ¿De qué trata?

—Está ambientada en un futuro más o menos cercano, porque me parece que estamos viviendo cambios interesantes, más bien siniestros. Por ejemplo, no en mucho tiempo más van a inventar algo para que todos vivamos para siempre, y va a ser una encrucijada, un cacho horrible, porque tomar ese remedio sería espantoso y también no tomarlo. Nos va a presentar una decisión tremenda. Ese tipo de cosas.

—Entonces, estás trabajando sobre una distopía.

—Más bien un futuro de lo que veo que viene. Se producen todos esos cambios científicos y enfrentado a ellos está el ser humano, que sigue siendo el mismo de siempre: indeciso, inepto, voluntarista.


Neil Davidson: «Prefiero una postura irresponsable»

Sobre el autor:

Valentina Gilabert

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