Cuando se trata de poesía: sobre Manual para un destino desencantado, de Anne Boyer

por · Enero de 2024

Durante años la poeta Anne Boyer escribió breves ensayos que hablan de la resistencia, de la enfermedad, de las revueltas, del capitalismo y de la pobreza. Pero ¿es ensayo o poesía, es estética o crítica?, señala el reseñista de Manual para un destino desencantado (Roneo), pues es difícil decir qué podría distinguir sus ensayos de sus versos.

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Por Alexander Diones. Traducción de Patricio Tapia

A pesar de todos los pronósticos tecnocráticos en sentido contrario, el resurgimiento de la política de izquierda en el Medio Oeste estadounidense ha sugerido que la sabiduría convencional sobre la geografía electoral de Estados Unidos —la costa azul (demócrata) flanqueando el centro rojo (republicano)— es finalmente una cosa del pasado. Sin embargo, el problema del pasado es su inercia, del mismo modo que el problema del futuro es su tendencia a dejar atrás al presente; con la industria y las instituciones tan diezmadas como están, cualquier nueva sensación de esperanza que pueda haber encuentra su equivalente en una sensación igualmente fuerte de deterioro.

De manera que es un logro particular de la colección de ensayos de la poeta Anne Boyer, de Kansas City, Manual para un destino desencantado, plantear cuestiones de esperanza en términos de esa ruina, como cuestiones de personas que no tienen nada en qué confiar más que en las demás y en sus propios deseos. Lo que distingue a Boyer de escritores como ella no es solamente que su trabajo conserva un filo político, negándose a remodelar esas frustraciones en propiamente literatura. También es que el género mismo siempre está en cuestión cuando se trata de sus escritos: ¿es ensayo o poesía, es estética o crítica? ¿Cómo puede la escritura resistir su propia pasividad como objeto consumible? Como cuestión de economía cultural, es el clásico lamento del artista por la mercantilización de su arte, pero Boyer prefiere plantear la forma política de la pregunta: ¿cómo se escribe de buena fe cuando las palabras mismas son una condición de empobrecimiento?

Estas preguntas Boyer ya las plantea en su colección Prendas contra las mujeres (2015; traducción Triana, 2020) que aseguró su actual estatura en los círculos literarios. “No escribir es escribir”, explica allí Boyer, y son las exigencias de la producción textual las que prueban la imposibilidad de una escritura que no siempre esté parcialmente ligada al cuerpo frustrado y desfigurado por la vida y el trabajo. Los ensayos de su última colección, Manual para un destino desencantado, parecen converger en torno a esa cópula inversa: escribir no es escribir. Si hay un argumento a encontrar en esta colección es el primer ensayo, “No”, que lo plantea: “La negación, que a veces es solo un tipo de poesía, no tiene por qué ser limitada a la poesía; y poner el mundo de cabeza, que suele ser un tipo de poesía, no tiene por qué limitarse a las palabras”.

Lo que es sorprendente de Manual para un destino desencantado es cuán estrechamente se acerca este libro de ensayos a la voz que ella ya ha establecido en su poesía. Es difícil decir qué podría distinguir sus ensayos de sus versos. Los primeros, a menudo libres de ritmo y métrica, a menudo se desbordan en párrafos en verso que no son tan diferentes de párrafos de prosa inusualmente bien elaborados, excepto por la conciencia de leerlos en el libro de una poeta consumada. Si se trata de ensayos, uno tiene la sensación de que la definición de Boyer de ensayo es simplemente poesía derramada en la página, un exceso de palabras que solamente pueden contener los márgenes de la página. Cómo las palabras se derraman sobre el mundo y, a la inversa, cómo el mundo rodea la palabra, lo que Prendas contra las mujeres representa como un límite a la posibilidad de escribir, es lo que aquí explica su capacidad de abrirse el uno a las otras. “No”, de nuevo: “En un ‘no’ pronunciado según la enorme lógica del rechazo a un orden mundial hay mucho espacio para el significado”. ¿Por qué? Algo tiene que ver con las palabras y su economía política: “son baratas, comunes, portátiles y generosas…”.

Con todo lo que se habla de la disyunción entre palabra y significado, entre texto y escritura, es fácil desviar los escritos de Boyer hacia una tradición de crítica filosófica que insiste en el núcleo duro de la dialéctica negativa, o en la imposibilidad aporética de una práctica de escritura adecuada para los males del mundo. Esas son palabras caras, y ver a un crítico profesional realizar ese valor agregado en tiempo real es un espectáculo digno de contemplar. Pero en lo que respecta a las palabras, lo que es característico en las de ella —baratas, comunes, portátiles y generosas— es resistirse a ser reducidas a la expresión de conceptos filosóficos. Se tiene la sensación de que las referencias al canon filosófico deberían pasarse por alto en lugar de ser excavadas para extraer datos conceptuales. Aquí hay más que el simple gesto crítico. Por eso es más emocionante leerla como artista encubierta, como en el ensayo “Formulario para un nuevo sentimiento”, que se describe como una manera de volver a contar un texto situacionista, pero que se remonta más atrás para abarcar una historia de la planificación social que comienza con el socialista utópico Charles Fourier (de quien ella no puede no estar al tanto, como lo demuestran sus citas en otros lugares). Estos momentos son emocionantes porque sirven como evidencia directa de una poética que no somete a embargo sus propias premisas. Esas citas son necesarias solamente en lo negativo, como puntos de partida, para registrar que esto nuevo que ella nos ha dado no es del todo nuevo, que tiene una historia, y sin embargo que esa historia se queda aquí en casi nada porque no determina nada sobre nuestra lectura del texto.

A pesar de todas las bravatas de Boyer y las constantes citas del pensamiento marxista, ni sus ensayos ni su poesía deben leerse como comentarios sobre esa tradición. Ella no tiene nada que aportar allí. Lo digo como un cumplido, teniendo en cuenta lo que George Scialabba dijo una vez: “No estoy seguro de que Occupy —o la ciudadanía estadounidense en su conjunto, si alguna vez se moviliza para reafirmar su soberanía— realmente necesite a Marx”. Nada es más agotador que las constantes objeciones sobre los modos de producción y las determinaciones de la conciencia de clase, por no hablar de los protocolos de la crítica ideológica. Hay que dejar las prescripciones del último siglo y medio donde pertenecen; existe una forma diferente de plantear la cuestión social. Las preguntas de Boyer se refieren menos a los medios de producción que a los medios de intercambio: el intercambio de mercancías, sin duda, pero por lo mismo también el intercambio de pensamiento y, por lo tanto, la posibilidad de que la poesía exprese algo más que su agotamiento formal bajo la lógica del mercado. De ahí el rechazo, que equivale a una vindicación política, a justificar sus principios de composición. Consideremos cómo presenta al movimiento Occupy local en “Kansas City” (el primero) de Manual para un destino desencantado:

“Cuando le pregunto a unas personas: ‘¿Por qué?’, una dice que es Dios y otra dice que es Buda y otra dice que es la gran fuerza femenina de la tierra y otra dice que es Ron Paul y otra dice que es la razón humana y otra dice que son los ladrones avaros y la mierda y unos tipos hablan de ir a Parque Zuccotti y otros van a hablar con los sindicatos y una persona me dice que fue el gas lacrimógeno lanzado a las jóvenes y otra persona me dice que es para que los padres puedan pasar más tiempo con sus hijos”.

Lo que tenemos aquí no es ni una explicación de estas razones ni un recuento de la afinidad de ellas. Las razones de estas personas son parciales, no partidistas, y es solamente la amplitud jadeante de la oración de Boyer lo que les permite mantenerse unidas. No hay forma de agotar las respuestas que se podrían dar aquí, no hay forma de terminar la oración, porque no hay razón para no agregar otra respuesta.

Momentos como este son el motivo por el que Anne Boyer debería ser considerada propiamente una poeta estadounidense: no porque capture una esencia nacional, sino porque captura una esencia democrática. No hay una experiencia compartida de pertenencia, solamente los propios deseos e indignaciones comunes de las personas, colgados ligeramente a lo largo de la medida de una línea. Para tomar prestada la fórmula apropiadamente ambivalente de la teórica Bonnie Honig, esos momentos son representativos de una democracia en mal estado. ¿Está arruinada la democracia misma? ¿O continúa como una actividad en medio de las ruinas? Si es cierto que cuando las cosas se pongan feas, realmente no necesitaremos a Marx, es porque tendremos escritoras como Boyer que, trabajando en un mundo que necesita reparación, podrían darle un susto a un soberano dormido.

Artículo aparecido en “Cleveland Review of Books” 19-10-2018. Se traduce con autorización de su autor.

Cuando se trata de poesía: sobre Manual para un destino desencantado, de Anne Boyer

Sobre el autor:

PANIKO.cl (@paniko)

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