En Milagro en Haití, la última novela de Rafael Gumucio, todo ocurre en una habitación, en la cabeza de una chilena que se somete a una compleja cirugía estética. Allí, a pesar de ocupar otro cuerpo y territorio, parece descifrar a todo un país.
En Milagro en Haití, la última novela de Rafael Gumucio, todo ocurre en una habitación, en la cabeza de Carmen Prado: una chilena que se somete a una compleja cirugía estética, entre el lujo desconocido de Puerto Príncipe, la capital haitiana, que es una ciudad rodeada de hogueras y transportes destartalados, en medio del país más empobrecido del continente y probablemente del mundo.
Después de Mi abuela, Marta Rivas González, Gumucio vuelve a habitar la piel de una mujer mayor, en una trama con aires garciamarqueanos que susurra el desarraigo de cierta chilenidad acomodada. «No sirvo para ser mamá y no sirvo para ser esposa, eso es todo (…) Me educaron al revés, me prepararon para reinar, no para vivir», confiesa Prado, la protagonista de esta historia rodeada de fantasmas y alucinaciones.
En esa aparente ingravidez, cuando Prado piensa que está hablando o caminando, vemos el efecto de la escritura desaliñada de Gumucio para develar a una mujer paralizada y soñando, al cuidado de una cocinera que interrumpe sus monólogos y convulsiona su carácter. Es que el sedentarismo que conlleva la operación y su compleja recuperación, desborda su memoria y la funde con la imaginación, alcanzando el delirio mental que se va mezclando con la fe y un aura mesiánica que impregna el final de la historia.
Gumucio, que también es conocido por manejar con tacto los tiempos del ridículo, ha dicho que Haití le trajo la misma imagen que retuvo de Chile, luego del exilio a París en los ochentas, cuando tenía catorce años: el grito del subdesarrollo.
Es ahí, en esa isla donde la gente va a perderse para que no la encuentren, cuando el autor desentierra la cara feroz de la desigualdad.
En una habitación de Puerto Príncipe, en un país fabricado a la medida de sus problemas, Gumucio encontró la violencia necesaria para contaminarse de Stendhal y José Donoso, mezclar las pasiones de toda una vida con el clima moral de una época, a las sonrisas tan blancas con los aguaceros tropicales, y a un personaje tan incorrecto como profundamente contradictorio.
«Gumucio triunfa donde Pablo Huneeus falla porque, en vez de teorizar la identidad, exhibe sus contradicciones, limitaciones, vaguedades y vicios», escribió Álvaro Bisama de Memorias prematuras (1999), uno de los primeros libros de Gumucio donde la historia de Chile se pega, como ropa mojada, a la memoria del escritor. Algo muy parecido hay acá. Es que a pesar de ocupar otro cuerpo y territorio, Milagro en Haití descifra en ese personaje incorrecto y tan contradictorio a todo un país.
Milagro en Haití
Rafael Gumucio
Literatura Random House, 2015
238 p. — Ref. $12.000