Entre animaciones mínimas y su voz inconfundible, los realizadores del documental “La ordinaria-extraordinaria vida de José González”, Mikel Cee Karlsson y Fredrik Egerstrand, nos muestran pedazos del silencioso y dulce paso del sueco-argentino a través de la esfera musical. A lo largo de 75 minutos lo vemos comiendo cereales con leche, cortándose las uñas, pintándose […]
Entre animaciones mínimas y su voz inconfundible, los realizadores del documental “La ordinaria-extraordinaria vida de José González”, Mikel Cee Karlsson y Fredrik Egerstrand, nos muestran pedazos del silencioso y dulce paso del sueco-argentino a través de la esfera musical.
A lo largo de 75 minutos lo vemos comiendo cereales con leche, cortándose las uñas, pintándose las uñas, dando entrevistas en un humilde tono. Pero más que todo el resto, es José González consigo mismo y con nosotros.
El documental se pasea entre sesiones en vivo de sus canciones, en las cuales jamás se ve al público. Sí a él viajando por el mundo (quedándose dormido en un avión), además de mostrarlo en su estudio de grabación. Se acompaña, a veces, de una animación de la historia de sus padres, mientras él evoluciona como músico nómade.
Es una frecuencia suave en la que se viaja a través de la película. José se presenta tímido, pero divertido para los espectadores. Uno ríe cuando una chica entra a su camarín intentando impresionarlo y él, encogido de hombros, mirándola, se sirve algo, sin entender a dónde van los comentarios de ella.
Aporta el documental, en conocer los procesos creativos de González que él relata de a poco. Cuenta que hacer canciones le parece un proceso lentísimo, y que por lo general, aborda temas que se le van cruzando azarosos por su cabeza. También reflexiona que quizás vivir cantando canciones melancólicas lo vuelven un personaje melancólico, pero ríe tímido como si perteneciera a una constante tragi-comedia, que más que trágica, es nostálgica.
Casi como un pasajero del mundo, anónimo, su guitarra y voz particular se comunican con el mundo como todo lo que él mismo no comunica. Quizás la extensión del mundo lo pone mudo a veces, pero es también el interés por esta extensión del universo, que lo hace musicalizar sus reflexiones. Ordinaria y extraordinaria a la vez, la vida de José González, como pasajero en tránsito.