Encontrábamos que La sociedad de los poetas muertos era “engrupida”. Abandonamos lo que había significado en nuestras vidas, como se botan los poemas que uno trata de escribir a los dieciocho, porque son cursis, porque tienen demasiado corazón.
En junio de 1988 me puse a pololear con la Lulita. Nuestro romance se basó principalmente en que ella era fanática de Peter Weir (fundamentalmente por Testigo en peligro) y yo era fanático de David Lynch (fundamentalmente por El Hombre Elefante). Duramos un año y medio en que ninguna nueva película de ninguno de ellos llegó al cine. Cuando a mediados de 1990 salió en Chile La sociedad de los poetas muertos de Weir, corrí —ya sin la Lulita— al cine a verla, un poco por la nostalgia y por el recuerdo. La película me voló la cabeza en media docena de niveles. Tenía 20 años y era todavía un adolescente que quería dedicarse a las letras. Fue una de las dos películas que tuve grabadas en VHS en esos años (la otra era Volver al futuro). La vi unas cincuenta veces, y el personaje de Mr. Keating me parecía admirable.
Todo se fue a la mierda después. Descubrí que la verdadera gran película de Lynch era Eraserhead y que la verdadera obra maestra de Weir era Picnic en Hanging Rock. Williams dio bote de papel en papel repitiendo los manierismos del profesor de colegio privado yanqui que lo habían hecho famoso.
Y todos nos volvimos más cínicos, descreídos.
Encontrábamos que Dead poets society era “engrupida”, que los verdaderos intelectuales de las letras no eran tan obvios y con emociones tan a flor de piel. Y abandonamos lo que la cinta había significado en nuestras vidas, como se botan los poemas que uno trata de escribir a los dieciocho, porque son cursis, porque tienen demasiado corazón.
Quizá esté bien así. La poesía no era lo que Keating predicaba quizá, pero no hay que olvidar que esos personajes tenían más pasión que toda nuestra época cínica que cree sabérselas todas, algo de lo que muchos de los ahora desencantados de Keating somos en alguna medida responsables.
Adios, Capitán.