“Animales domésticos” (Random House Mondadori)
Junto a la escritora nacional revisamos las claves de Animales Domésticos, su más reciente libro, donde un grupo de personajes y sus mascotas comparten algo más que un techo.
Aquí hay algo raro. Raro en el buen sentido de la palabra, porque en estos once cuentos y poco más de 140 páginas, la escritora Alejandra Costamagna pone a prueba nuestro oído. Y lo hace con un conjunto de historias cercanas, mínimas, cuyo volumen a ratos se hace imperceptible, pero una vez que se cierra el libro se vuelve más nítido: el golpeteo sobre nuestras cabezas era incesante, aparentemente amable, aunque cien veces demoledor. Aún así, dan ganas de reabrir uno que otro capítulo de inmediato.Es que Animales Domésticos (Random House Mondadori) tiene mucho de intimidad, de relaciones humanas quebradas, de la vida como un tropezón, tal cual se lee en el relato Imposible salir de la Tierra. Y allí, merodeando alrededor, están las mascotas, los animales y, en especial, los gatos. Estos se vuelven testigos y a la vez protagonistas; son el último refugio de aquellas personas a las que no les llueven, precisamente, las buenas noticias. Tampoco es el Apocalipsis, que quede claro.
Uno de los méritos de este libro está en esa construcción directa, profunda y cotidiana que hace Costamagna de sus historias. No hay demasiada decoración, el panorama está más bien desnudo y, no por eso, necesariamente más oscuro. En algún momento, con otros libros y otros autores, nos acostumbramos a situaciones artificiales y llevadas a un extremo poco creíble, aquí simplemente no tienen cabida.
Lo que sí hay son referencias a Japón y a la templanza de la cultura oriental, también hay engaños, hospitales, gente moribunda y parejas que en la búsqueda de la felicidad parecen ir contra el tránsito. Ya está dicho que aparecen de una u otra forma varios gatos, como el de la portada que corresponde a una fotografía de Claudio Bertoni o tal vez en la inspiración que encontró esta autora en los dos felinos que tiene en casa. Los personajes también tienen algo que aportar a esta discusión, como Luciana en el cuento Patanjali: “Un gato mil veces antes que un hijo”.Lo cierto es que Animales Domésticos recorre aquellos rincones de la vida que no son muy visitados, tal vez por miedo, aburrimiento o porque sencillamente cuesta reconocerlos. Hay que tener buen ojo y una sensibilidad especial, porque tal como resume esta narradora “escribir siempre es escarbar, escarbar, escarbar”. Hoy, por más que pienso, no se me ocurre nadie con esa misma capacidad.
¿Cuánto tiempo trabajaste en estos relatos?
—Los cuentos fueron escritos de manera dispersa durante los últimos tres o cuatro años. Aunque puede que haya algún hilo previo por ahí. El grueso, en todo caso, coincide con un cambio de casa que me permitió desordenar y ordenar algunas imágenes sueltas.
¿Qué elementos vienen desde tu anterior libro, Naturalezas muertas?
—Naturalezas muertas es prima hermana de Animales domésticos y se cruzan en el tiempo de escritura. Quizás tienen en común que ambas tantean los límites de las relaciones humanas y tratan de gente más o menos común y corriente; gente que no tiene grandes propósitos pero persevera; gente que se pasa rollos y que no siempre llega al lugar que quiere llegar.
—Estoy de acuerdo. Yo no los veo como cuentos tristes, oscuros, sin salida. Es la vida misma, no más. Lo decía muy bien Andrea Palet en la presentación del libro: “(….) una aterradora determinación a recordarnos que la vida es así, llena de mierdecitas y problemas en sordina, de situaciones ridículas, de frustración en porciones, de tiempos muertos que no es cierto que estén muertos, de errores imperdonables, y de perros, gatos, pájaros”.
Algo se ha comentado de tu forma de trabajo mayormente nocturna. ¿Pasó el insomnio a ser un tema relevante para el ejercicio de escribir?
—Convivo a patadas con el insomnio, pero convivo. Es un tema relevante en el proceso de escritura, más que en la materialización de lo narrado, creo.
Y en ese sentido, ¿hay algún horario recomendado para leer Animales Domésticos?
—A la hora del taco, a la hora de la cola, a la hora muerta en el Transantiago, a la hora de la once, a la hora de pasear al perro.
// Foto portada: David Ponce.