La danza de la realidad, el primer filme en 23 años de Alejandro Jodorowsky, se estrena el próximo 5 de junio.
Basada en su libro autobiográfico, La danza de la realidad fue una película gestada en secreto, que no recibió ningún dinero del Estado chileno y que, a partir de su aplaudido estreno en Cannes, parece destinada a una larga carrera en los cines del mundo.
El primer filme en 23 años del director Alejandro Jodorowsky, se estrena el próximo 5 de junio en el Centro Arte Alameda (Metro Baquedano). El periodista René Naranjo conversó con el cineasta y psicomago para Radio Bío-Bío.
«Este filme es una curación para mí»
El sábado 18 de mayo del año pasado fue el día de Alejandro Jodorowsky en el Festival de Cannes. Tras 23 años sin estrenar un largometraje (el último había sido El ladrón del arcoiris, presentado en Venecia 1990), el cineasta y escritor regresó a esa remota Tocopilla donde nació hace 84 años y realizó un filme autobiográfico, en que los recuerdos de un padre estricto hasta el sadismo y una madre con poderes sanadores se funden en un torbellino de imágenes heterogéneas que no excluyen lo mágico ni un fuerte sentido social.
Presentada en la Quincena de Realizadores de Cannes, La Danza de la Realidad recibió entusiastas y casi unánimes elogios de la crítica mundial. El diario inglés The Guardian la calificó de «brillante» y el francés Le Monde habló de «excepcional». Tanto en la función de prensa como en la gala de la película, el público respondió con ovaciones, y ya se augura que la película tendrá una amplia distribución internacional.
En una elegante suite del Hotel Martínez, el autor de El Topo y Santa Sangre contó cómo gestó este filme, en el más absoluto sigilo, y cómo fue que el Estado chileno no aportó ni un peso.
—Todo el trabajo de esta película fue muy secreto. Sin making of, sin entrevistas, sin contar nada, ni siquiera a los productores, que solo vieron el material que traje desde Chile. Entonces, esta mañana yo no tenía la menor idea de cómo podía reaccionar la gente ante la película, porque yo no filmo para un grupo de personas a las que yo les conozco los gustos y ya sé lo que les puedo vender. Yo creo mi propio público, no voy a buscar uno que existe. Y cuando vi cómo reaccionó la gente en la función de prensa casi lloré, porque era tan fuerte la reacción positiva, que me hizo ver que no me había equivocado.
—Esperabas que el Estado chileno aportara fondos a la producción, y eso no ocurrió.
—Yo creí que el Fondart nos iba a dar esos 400 mil dólares y no nos dio nada. Nos hicieron firmar papeles con tinterillos, justificando no sé qué cosas, y papeles y papeles, para nada. Entonces a mí me dio una furia espantosa pero no dije nada porque había ya encontrado capital francés y mexicano. Cuando llegó la película a Cannes, me empezaron a decir «la industria chilena… Hay tres películas chilenas en Cannes». Mentira, porque no me dieron nada. Esta es una película de 4 millones de dólares, y dos de esos millones los puso (el productor francés) Michel Seydoux, 25% es mexicana, 12.5% es de Xavier Guerrero (productor chileno) y el otro 12.5% es mío. Yo quería que mi película fuera chilena, y si me hubieran dado esos 400 mil dólares se podría decir que es una película mitad chilena y mitad francesa.
—Usaste el crowdfunding en esta película. ¿Cómo fue esa experiencia?
—En Twitter estoy llegando a los 800 mil seguidores, y pensé que si cada uno me daba un dólar, estaría perfecto. Además, supongo que la gente está cansada, que quiere ver películas de otro estilo, y pedí. Y recibí 40 mil dólares. Fueron 900 personas las que aportaron esa cantidad. Pero cuando conseguimos a los productores, este dinero estaba de más, por lo que yo decidí devolverlos. Los devolvimos peso por peso, y como tú puedes ver al final del filme, aparecen todos los nombres de quienes dieron dinero. Y tener los 40 mi dólares en el bolsillo nos dio la fuerza moral para ir a buscar más dinero.
Chile es un país de padre ausente.
—¿Fue La Danza de la Realidad la película que más te costó realizar?
—Fue la que más me costó decidirme a hacer. Me faltaba un loco como Xavier Guerrero (productor chileno que lo motivó a desarrollar este proyecto) que me dijo «la puede hacer por 100 mil dólares. Y vamos a tener 400 mil dólares de Fondart, y la vamos a hacer». Y me lancé. Pero se necesita al loco. Cuando hice Fando y Lis, llegó un loco que me dijo «100 mil dólares, consigue 10 amigos que te pasen 10 mil dólares y la hacemos», y me lancé. En el camino te vas dando cuenta que no es eso, que es carísimo. Cualquier cosa que tuve que borrar en La Danza de la Realidad, una manchita, eran 5 mi dólares. Tú no sabes lo caro que son los efectos especiales. Por ejemplo, Brontis tenia una en el brazo una falsa llaga que se despegaba. Yo decía «que es película, que no importa que se vea falso», pero a él no le gustó, y lo arreglamos.
—El filme expone una intensa relación padre-hijo, en la que hay rasgos de crueldad. ¿Cómo fue la relación con tu hijo Brontis durante la filmación?
—Ahora ustedes nos ven hablando aquí a mí y a Brontis, y eso debe ser raro para ustedes, porque Chile es un país de padre ausente. Por eso sale Ibáñez, por eso sale Pinochet, un personaje que ocupa ese lugar del padre ausente. Si los hombres fueran distintos y no abandonaran a las mujeres por una más joven, y las dejaran con los niños… Yo en Chile vi reuniones de madres, así con los niños, y no hay ni un hombre. Son grupos de mujeres a las que se les fue el marido. Eso provoca cosas. Hay un problema fuerte con el padre en Chile. Yo agradezco al cielo que me haya tocado una familia como la que tuve, porque me hizo consciente, y yo le quise dar a mis hijos todo lo que no me dieron a mí. Con todos mis errores. Yo era ombliguista, veía mi ombligo como el centro del mundo y cuando di el paso del Yo al Tú al Nosotros, agradecí lo que me había pasado, porque era un sufrimiento muy grande vivir en el Yo, en el Ego. Entonces me dije: «Hay que hacer arte para sanar, hay que hacer arte para los otros, pero no mal». Porque el arte que se hace hoy en el cine se usa para crear compradores, es una venta de productos. Yo pienso que mi relación con Brontis es estupenda. Mira, en cada obra que hacemos, nos peleamos una sola vez. En La Danza de la Realidad tuvimos una escena muy fuerte en la tortura. Él sufría estaba muy nervioso, porque estar colgado, con las manos ahí, duele. Yo ya lo había torturado mucho, y tuvimos una negociación. Una sola pelea en una película no es nada.
—¿Cómo se expresa la psicomagia en La Danza de la Realidad?
—Yo la uso en detalles, como cuando la madre (Pamela Flores) le dice al niño que escupa en la piedra y le envía esta volando hacia el padre; cuando el niño dice que teme a la noche y la mamá lo pinta de negro para que supere ese miedo; Brontis entierra a Don Aquiles, su maestro, y antes intercambian sus trajes y luego, no sé por qué, le pinta sus bigotes, como si en ese acto enterrara a su viejo Yo. Son actos de psicomagia. El mismo hecho de que Brontis interprete a mi padre me acerca mucho a mi hijo.
—En la película, Jaime Jodorowsky (el padre) dice en un momento que no se siente ni chileno, ni ruso, que no tienen nacionalidad.
—Para mi padre, esa sensación de no tener nacionalidad fue un sufrimiento tremendo. Él quería ser chileno, y en su carnet del Partido Comunista se llamaba Juan Araucano. Pero nunca lo aceptaron. Me decía: «apenas hay un problema me dicen judío de mierda, expatriado, judío errante». A mí también me lo dijeron en Chile. Cuando llegamos a Santiago, mi padre me puso en el Liceo de Aplicación, ahí estudiaban todos los hijos de nazi. Recuerda que durante la Segunda Guerra, la gente en Chile estaba 50% a favor de Hitler y 50% a favor de los aliados.
—La escena de la pelea con los nazis en la película parece un acto muy sentido de sanación, de depuración del protagonista.
—Pero son como nenes, porque el tanque que traen es falso, es pintado, es de cartón, y la pelea que tienen es imaginaria, no es real, porque los nazis chilenos son como niñitos jugando a ser nazis, y así los mataron en el Seguro Obrero. Yo quería usar en la película la marcha preferida de Pinochet y no me dejaron, está prohibido usarla, no me dieron los derechos. Entonces puse en la escena una marcha de circo. Me quedó mejor.
Mi papá siempre quería ir a matar a Ibáñez, pero nunca fue.
—¿De donde surgió la idea de que una cantante de ópera interpretara a Sara, la madre?
—Mi mamá quería cantar ópera y mi padre le quitó la vocación a palos. La apaleó y ya no fue cantante de ópera. Entonces yo la realizo en la película. Y realizo a mi padre, lo hago que se encuentre, que descubra su humanidad. Y realizo al niño, que fui yo, que une a su papá y su mamá, que se odiaron a muerte. El filme es una curación para mí también.
—El general Ibáñez es una presencia constante en el filme, y Jaime Jodorowsky se obsesiona con la idea de asesinarlo.
—Yo no conocía mucho de la vida de Ibáñez, y el propietario del caballo, Andrés Cox, su mamá era amiga de la esposa del hijo de Ibáñez. Me presentaron al hijo de Ibáñez, yo comí con él, y me prestó la silla de Ibáñez para el caballo. Yo inventé lo del caballo, pero el hijo me mostró una foto donde su padre está en un caballo blanco, que era su preferido y que se le murió de una enfermedad e Ibáñez lloró mucho. O sea, yo inventé algo que existió. ¿Increíble, no?
—¿Y tu padre viajó a Santiago a tratar de matar al general Ibáñez?
—Mi papá siempre quería ir a matar a Ibáñez, pero nunca fue.
La danza de la realidad
Director: Alejandro Jodorowsky
Reparto: Brontis Jodorowsky, Pamela Flores.
Chile, México, Francia. 2013
Aparecido en Radio Bío-Bio.