Es en la complejidad, detrás del juicio concreto de un acto, en donde se encuentran las respuestas. Yo puedo contar anécdotas, pero su lectura está detrás de la anécdota, más allá o más acá de ella.
1.
El feminismo no es una teoría. La existencia de la teoría feminista es una cosa, sin embargo, su carácter teórico tiene su raíz en la experiencia, como la tienen todas las teorías.
2.
Mi padre en la mesa, a la hora del almuerzo dice «¿acaso no es válido también defender los derechos de los hombres?». Me había dicho esa frase muchas veces, y repetí como siempre que claro que lo es, que el feminismo también aboga por la defensa de los derechos de los hombres, aunque ni ellos se den cuenta.
Yo misma tardé varios años en comprender esa idea. Es difícil observar una posición de privilegio desde el punto de vista de costo y no beneficio.
3.
No hay punto en la historia de la humanidad en la cual haya sido legislada dentro de los reglamentos sociales básicos (sean cuales sean los que ocupe cada cultura) la violencia contra el hombre solo por su género. Tenemos «raza», religión, posición social, tendencia sexual (anotar más sobre esto después), afinidad política, destreza, adaptación social, salud (mental y física), pero en todas esas también entran las mujeres, detrás de ellos, siempre detrás. Quizás esa es la información que basta para entender por qué no hay un «día del hombre».
4.
Un día venía un tipo en bici frente a mí. Lo vi mirarme fijo mientras avanzaba y cuando estaba al lado mío dijo como en un arranque de nervios «¡LINDA!» así, como desesperado de decirlo antes de que se le acabara el tiempo. Me dio mucha risa y me di media vuelta y le grité «¡Gracias!». No hubo nada violento en su forma de decirlo.
Otro día fui a una reunión de negociaciones. Como tenía calor, cuando llegué me saqué la chaqueta. La mujer que estaba sentada al lado mío me dijo «¿acaso no tienes frío?» y el tipo que estaba sentado frente a nosotras dijo «deja que se vista como quiera, si tiene frío que se quede sin chaqueta, está bien así». Dejé pasar un par de segundos y me volví a poner la chaqueta argumentando que ya se me había quitado el calor. Claro que ese hombre era del tipo que exigía explicaciones.
5.
No voy a juzgar nunca a una mujer que defiende el machismo. Si entendemos el instinto como parte de un proceso evolutivo —en el cual, por ejemplo, los marcadores del peligro quedan inscritos dentro del código genético como respuestas de miedo frente a ciertos estímulos, que luego de un tiempo se convierten en costumbres— no es tan descabellado pensar que las mujeres que apoyan el machismo, y que se lo enseñan a sus hijas como reglas de comportamiento social, son el último eslabón de una larga cadena evolutiva. Si en tiempos anteriores desobedecer esas reglas implicaba castigos físicos y sociales (y los sociales son castigos que aún se mantienen) es evidente que una madre, con el fin de proteger a su hija, va a enseñarle estas reglas para que no sea castigada. Más aún, si aún tenemos miedo, es por algo.
6.
Alguna vez mi profesor de filosofía en el colegio después de escucharme discutir con un compañero me dijo «me agrada tu forma, piensas como hombre».
Alguna vez me bajaron una nota por incluir una temática femenina, y no miento, tampoco hubo miedo ni vergüenza en el profesor por admitirlo.
Alguna vez me quitaron un trabajo, del cual ya había avanzado la mitad, por no querer darle la pasada a mi jefe.
Alguna vez en la micro me agarraron una teta.
Más de alguna vez, si es que no todas menos una, me he enamorado de hombres que de una u otra forma son machistas. No los culpo, no lo saben.
Alguna vez escuché a algún hombre decir que le gustaban más las feministas porque eran más fáciles y menos problemáticas.
Una vez, un tipo me habló mientras esperábamos buses en el terminal de Pajaritos. Yo tenía 20, él tenía 40. Después de conversar me dijo que era inteligente y que me iba a costar mucho encontrar pareja. Me pasó una tarjeta y me dijo que lo llamara si alguna vez me cansaba de buscar. A mí me sonó como una condena. Se llamaba Raúl. Boté su número apenas me subí al bus, pero todavía recuerdo todo con mucho detalle.
7.
Tener que reafirmar en la anotación 2 que no estoy mintiendo, es una característica básica de aquellos que defienden una lucha que no está del todo reconocida.
8.
Cuando me pregunto por qué es tan raro que los hombres sean bisexuales, la respuesta que encuentro en mi cabeza, es casi siempre que debe ser porque la asociación a la sexualidad de hombres con hombres está muchísimo más estigmatizada que la de las mujeres con las mujeres. Supongo que tiene que ver con la asociación a lo femenino y su identidad social. La homosexualidad masculina se asocia a una emulación de lo femenino, por lo tanto, un hombre homosexual pierde su posición de privilegio social. La mujer en cambio, no pierde posición de privilegio sea cual sea su orientación sexual (no tiene posición de privilegio), es más, se asocia al lesbianismo y la bisexualidad femenina a una mayor satisfacción sexual masculina, como si el hombre dijera «oh bien, más para mí» (razón por la cual me repele la idea de hacer un trío con otra mujer y un hombre). Es decir, la mujer por no tener una posición de privilegio social tiene mayor posibilidad de movilidad sexual sin perder su identidad social, mientras que el hombre, por su posición de privilegio, no tiene derecho al lujo de la movilidad sexual.
9.
Es tan poco lo que he leído sobre feminismo y teorías de género que es vergonzoso.
10.
De todas las veces en que dije que quería hacer un magíster de estudios de género, en ninguna hubo recepción. La frase común: ¿Para qué?
11.
Pasa que todo el mundo tiene en la cabeza que el feminismo es algo en contra de los hombres. Como si se resumiera a eso y a cosas muy concretas, como la violencia contra la mujer. Pero tampoco se conocen muy bien los límites de cuándo es violencia de género y cuando es violencia no más. Y supongo que en ese sentido una pregunta eje podría ser: ¿me pasaría esto si fuera hombre? o al revés, ¿me pasaría esto si fuera mujer? Pero aun así es un poco más complejo que eso. Digamos, se puede responder fácilmente un sí o un no, pero entender lo que implica en la formación de una persona esa seguidilla de pequeños y grandes estímulos asociados al machismo, es ahí en donde está el detalle del que se tiene que hacer cargo la reflexión. De eso y de entender también lo que implica que además esté naturalizado, que ande por ahí como gusanito entre las más pequeñas palabras y gestos. Todo esto, significaría, en el fondo, entender la diferencia entre un tipo que me grita linda y un tipo que apela a mi libertad para violentarme desde su posición de privilegio. Esa complejidad en la trama es la que determina los criterios posteriores. O sea, cuestionar, por ejemplo, por qué las mismas mujeres transmiten el machismo si ya existe una especie de conciencia colectiva que conoce sus peligros. Pero la idea sería, no cuestionarlo como una forma de invalidar el movimiento, sino que como una forma de comprenderlo. En donde haya una respuesta que se escuche y que se transforme en otro escalón más de soporte en la discusión.
Es en esa complejidad, detrás del juicio concreto de un acto, en donde se encuentran las respuestas. Yo puedo contar anécdotas, pero su lectura está detrás de la anécdota, más allá o más acá de ella. Eso es quizás lo que da rabia al mirar las campañas contra la violencia femenina. Son campañas concretas, que estigmatizan actos en vez de comprenderlos. La ridiculez del término feminazi, como si fuera algo en este mundo tan estático de quedarse ahí quieto para siempre, siendo feminazi por ahora y para siempre —feminazi si es que es algo, es un estado primario de la comprensión—. Ridiculez de llamarle a todo piropo machismo y creerle a todo feminista público y declarado que sabe de lo que habla. Ridiculez de cambiar los pronombres o de partir un discurso con un «Todas y todos» cuando esos todos no pueden todavía ser. Así: ser. Como y cuando quieran.
12.
Hay este barro negro en la discusión teórica del feminismo que no permite abandonar todavía el estigma, ni del machismo ni del feminismo. Nadie sabe para quién trabaja.
13.
Barro negro de asociación política: el feminismo y su asociación a partidos políticos liberales. No se es feminista como estandarte o como bandera, la necesidad del feminismo existía antes de la creación de cualquier patria o partido político actual.
14.
Alguna vez vi a un hombre mirar una serie y enumerar todos los momentos en los que salía una talla homofóbica o machista. Él dijo que alguien debiera escribir un artículo sobre eso. Yo solo pude pensar en esa cadena histórica que nos trajo al momento en donde él, tan solo 10 años después de la creación de la serie, podía sentarse a enumerar con propiedad esas cosas, sin miedo. Esa larga cadena de eventos que lo tenían sentado ahí, al lado mío, cuestionando en paz. Me preguntó si yo lo haría, le respondí que tal vez.