Arctic Monkeys: una puta ráfaga, dice Copano
“Dios nos esta meando. La puta madre” -gritábamos en el taxi, en medio de la lluvia que nos atrasaba. Buenos Aires y su carretera gigante menemista camino a Ezeiza nos había traicionado en un taco de kilómetros. Estaba en un taxi manejado por un gorila falopero con Farías y los dos ganadores de un concurso organizado por DG y la Rock&Pop. Siempre desprecié la competencia por quién sabía más de música que hay dentro de una radio. Como que ya cachaba que Wikipedia iba a anular esos debates rápidamente. Y lo gracioso era que yo, que la verdad no pescaba mucho y sí no más disfrutaba de hacer radio y comentar de todo más que de saber sobre el último disco de esa banda que nunca vas a escuchar; estaba ahí detrás de la cordillera, para ver el show de Arctic Monkeys por el destino. Al final, como dicen hay pan para el que no tiene dientes.
Igual ya me ha pasado: vi a Beirut en el show de Jimmy Fallon este año y a MGMT en Mar del Plata. ¿Qué es lo bueno de ver recitales afuera? La ausencia de caras de culo. Es lo único que al final me asusta de ver rock en Chile: todos creen que son más inteligentes por estar con actitud de anoréxica asfixiada lo cual no es cierto.
El show que ví de los monos fue en el mítico Luna Park. El show es una puta rafága: venían con el segundo disco, una oleada de adolescentes dementes coreando y los papás mirando como esos nenillos se habían transformado en la última fuente de humedad de las ex fans de Five. Los AM son una banda de un sonido demoledor, rápido, de fiesta. Un pogo gigante. Luces, canciones, lo prometido y ya está. Fríos, ingleses, mecánicos pero estilo. Árticos. Fucking monos articos. ¿qué te voy a decir? Llegan a Lollapalooza muchachos: no los dejemos con ganas de fiesta. Bailemos un rato. No seamos pelotudos.