Bastaron 85 páginas para que Quiltras transformara a Arelis Uribe en una de las promesas de la nueva narrativa nacional.
Bastaron 85 páginas para que Quiltras transformara a Arelis Uribe en una de las jóvenes promesas de la nueva narrativa nacional. El conjunto de cuentos, publicado en noviembre de 2016 por la editorial independiente Los Libros de La Mujer Rota y que ya cuenta con una segunda edición, está construido a partir de un discurso crítico y busca hablar desde la periferia, darle voz a los encuentros y desencuentros de aquellas voces que fueron olvidadas. Sus protagonistas -solo mujeres- no se definen a partir de los hombres y hacen, realmente, lo que quieren de sus vidas. Reivindican a la mujer e instalan temas que muchas veces son desplazados, como la sexualidad, el acoso y la segregación social.
El libro debut de Arelis Uribe no es el único espacio donde la periodista de la USACH ha desarrollado su crítica, principalmente feminista. Además, es columnista de Noesnalaferia, El Dínamo, The Clinic y sitios más pop como Es Mi Fiesta. Entró al mundo literario recién en 2014, cuando comenzó a tomar talleres con Juan Pablo Meneses, María José Viera-Gallo y Hermes El Sabio, momento en el que empezó a experimentar con la ficción. Participó de algunos concursos –como el Concurso Cuentos Paula, en que fue finalista el año 2014–, pero no se decidió a escribir un libro hasta que Meneses la impulsó a hacerlo. El día en que celebraron que Paulina Flores, autora de Qué Vergüenza y tallerista junto a Arelis, iba a publicar su libro, Meneses le hizo ver que era el momento de hacerlo. «Yo no te estoy obligando, pero te estoy obligando», le dijo el escritor ese día.
Luego de ese encuentro, Arelis comenzó a escribir y buscar un lugar para publicar. Envío emails a diez editoriales –entre ellas Montacerdos y Das Kapital–, pero en la mayoría le dijeron que el plan del año estaba cerrado o que no estaban recibiendo manuscritos. Esperó y en los primeros días de enero del 2016 se topó en Twitter con una convocatoria de Los Libros de La Mujer Rota. Les envió un par de cuentos y justo en el día de su cumpleaños la contactaron. «En esas mismas semanas me acuerdo que escribí el cuento de Santiago en 100 palabras. Fue un tiempo en que pasaron muchas cosas. Fue un año muy bonito profesionalmente», recuerda Arelis, quien además el año pasado ganó el primer lugar del concurso con su microcuento “Lionel”. Actualmente prepara sus próximos dos libros: uno de columnas que trabajará junto a Claudia Apablaza, su editora en Los Libros de La Mujer Rota, y uno de ensayos, publicado por Editorial Planeta en 2018.
—Comienzas Quiltras con un extracto de la canción “Mi amor no se compra” de Supernova, «Yo no hablo inglés; vivo en un barrio que no es burgués». ¿Qué significa para ti?
—Nunca tuve el disco. Lo escuché de grande y descubrí esa canción y me gustaba. Es divertido encontrar en una canción pop un concepto como burgués. Creo que es igual de divertido o curioso que estar leyendo teoría de la comunicación, como Zizek, y que de repente cite a Batman. Encuentro bacán esos cruces entre la teoría y el pop, la alta cultura y la cultura popular. Cuando escribí el cuento “Quiltras” ese era el epígrafe y después, cuando todas estas ideas de historia tomaron forma en el libro, me di cuenta que ese era el mejor epígrafe para el libro, porque son historias de chicas que no hablan inglés y que viven en barrios pobres.
—¿Te sientes pop? ¿Arelis Uribe es pop?
—Me siento pop como también me siento muchas otras cosas, pero obvio que el pop varía dependiendo de quien tenga ese consumo cultural. Yo creo que estamos todos atravesados por la cultura popular, pero a mí me gustan las mezclas. Soy súper activista de algunos temas y esos temas inevitablemente los cruzo con el pop. Todo ese consumo cultural forma parte de mi identidad, y lo voy mezclando, imbricando.
—Los elementos pop también son un poco nostálgicos. ¿Cómo usas esas referencias y por qué aportarlas a la literatura?
—Creo que están ahí porque la mayoría de los cuentos están escritos en pasado. Lo que hice al escribir fue pensar en historias que se las estaba contando a una amiga. Por ejemplo, en el primer cuento, Ciudad Desconocida, me senté y dije, «voy a pensar que le estoy escribiendo esta historia a la Pía», que es una de mis mejores amigas. Yo no sé cómo escribo, pero trato de escribir como hablo y cuando uno está en una conversación hace chistes, hace comparaciones con la película que vio el día anterior.
—¿Qué es lo que te mueve a escribir literatura?
—Es que siento que el periodismo también es literatura. Leila Guerriero dice que el periodismo bien hecho es una forma de arte y yo creo que la crónica periodística es una forma de arte. Hay muchos columnistas que son escritores también. Contardo escribe siempre, yo también escribo muchas columnas. Bisama, la Camila Gutiérrez. Este año es finalista del premio periodismo de excelencia con una columna en la que cuenta que se hizo un aborto y tú la lees y está escrita bellísimamente. La literatura va más allá de los cuentos de ficción. De hecho, yo me siento más periodista que escritora. Cuando escribo cuentos siento que estoy escribiendo reportajes en los que miento mucho y creo que he terminado haciendo, sin que yo quiera, algunas de mis columnas con un componente literario. Entonces, ¿por qué escribo? Porque muchas veces es una necesidad. Se me ocurre una idea, que puede ser una columna, una nota para un medio, una idea de entrevista y, a veces, también puede ser una idea de historia. Por eso hago literatura, porque me dan ganas de transmitir cosas a través de esa escritura de relato.
—Las protagonistas de Quiltras hablan desde una marginalidad. ¿Te sientes cómoda escribiendo desde ese lugar?
—Mezclé crónica y cuento en escenarios reales, los que junté con historias de ficción. Mi colegio era como el que se ve en “Quiltras”, cuando fui a Bolivia esas son las cosas que me llamaron la atención y la USACH que aparece en los cuentos es la USACH en la que estudié yo. Entonces, me siento cómoda escribiendo de los lugares que conozco. Es bonito escribir lo que uno sabe.
—Es muy particular eso porque los siete cuentos permiten identificarse con las historias. ¿Te identificas con alguna?
—Creo que soy súper “Quiltras” porque es uno de los primeros cuentos que escribí. Es ficción, pero es muy mi colegio. Las protagonistas son unos personajes bastante borrosos y desdibujados de quien fui yo y mi mejor amiga en el colegio.
—¿Sientes que los cuentos tienen un antagonista común?
—Puede ser enfrentarse a la adultez. Creo que es un cambio que a todas las personas nos pasa. Cuando salimos del colegio o de la universidad, es como enfrentarse al mundo real. Al final, estay solo en el mundo. Aunque tengay a tu familia y amigos, te das cuenta que estay contigo mismo. Eso es un poco ser adulto, que te tienes solo a ti. No sé si es el antagonista, el gran fantasma, el gran monstruo o la carga más pesada de los personajes del libro.
—¿Es un libro que habla sobre feminismo?
—Cuando empecé a escribir Quiltras tenía conmigo todos los talleres literarios que había hecho. Tenía conmigo mi propia historia y el lugar de donde vengo, y también han estado conmigo mis lecturas feministas. Tenía la incomodidad de haberme formado literariamente y haber leído solo historias que ocurrían de Plaza Italia para arriba. El libro está protagonizado solo por chicas, que tienen rollos totalmente independientes que no tienen que ver con su relación con los hombres, que no se definen por ser la hija de, la polola de, la amante de, y en ese sentido creo que sí es un libro feminista. Una amiga, la María José, que es directora de estudios de la OCAC, me decía eso mismo: «Obvio que es un libro feminista porque en esta sociedad y en el mito religioso y en la forma en que se constituyen la relaciones económicas en la empresas, las mujeres siempre son complementos de los hombres». Y en Quiltras no. En Quiltras las otredad es lo masculino y en el fondo devela un mundo que existe. Viene a mostrar que mucha gente vive así.
—¿Quieres seguir escribiendo desde esa voz?
—Me hablan mucho del libro, pero se les olvida “Lionel”, que es un cuento que se trata sobre un chico. Sí, en Quiltras escribí historias de chicas, pero también escribí “Lionel”, un cuento que se trata de un adolescente de la Araucanía. No es que yo tenga sensibilidad solo con las mujeres. Me dan esa sensibilidad muchas cosas y él me generó esa sensibilidad porque era joven, súper talentoso, pero era extremadamente pobre y está extremadamente olvidado.
—El año pasado en una entrevista dijiste que «ser quiltra es no saber de dónde vienes». ¿Te sientes quiltra?
—Muchas veces sí. Cuando vivía en Gran Avenida tenía solo amigos que vivían en Gran Avenida, porque Chile es súper segregado. Pero cuando salí de ahí y me encontré con gente que venía de otras comunas y que había estudiado en colegios privados, o en colegios públicos pero emblemáticos, descubrí mucha diversidad. Y obviamente me siento quiltra cuando recuerdo cómo era mi infancia. Por ejemplo, ahora vivo en Providencia pero hace poco fui a una entrevista en Isabel La Católica, un barrio al que casi nunca tengo la necesidad de ir y miraba esas casas. ¿Sabes lo que sentía? Creo que cuando uno tiene conciencia de clases o la despierta, siente lo mismo que cuando te enteray que te están poniendo el gorro. Y si voy a San Bernardo a ver a mi mamá y veo cómo viven jóvenes de mi edad, me siento súper privilegiada, pero también sé de dónde vengo. Yo soy una excepción. Eso también me recuerda que soy súper quiltra. Que todo esto es prestado.
—¿Qué recurso o estrategia utilizas para decir lo que quieres decir?
—Tratar de escribir como hablo. Creo que se entrega el mensaje de la manera más clara posible.
—¿Te corriges constantemente?
—Me gusta el artificio de que cuando lees sientes que alguien te está conversando, pero ese artificio esta súper cuidado. Me cuido de no repetir palabras. Soy muy pegada con el tamaño de los párrafos, no uso párrafos muy largos. En general son muy homogéneos. Uso frases cortas. Todo eso está así muy medido. Hay mucha pega detrás de eso. Juan Pablo Meneses tiene una frase, que «cuando hubo un buen trabajo, no se nota que hubo trabajo». Me gusta que no se noten las costuras. Me esfuerzo mucho en que no se note lo que le estoy haciendo a un texto cuando estoy escribiendo.
—¿Te sientes más lectora o escritora?
—Más lectora. Me gusta mucho leer. Escribir me causa dolor físico y leer me causa mucho placer. Es que es un trabajo. Sentarse, ponerse los audífonos, pensar. Si yo trabajara tallando madera, probablemente, después de un rato, me dolerían las manos. Después de escribir mucho duelen las muñecas, la cabeza. Quedo agotada. No quiero leer, quiero ver tele o me quiero evadir.
—En este momento de tu vida, ¿qué libro recomendarías?
—Camila Gutiérrez, me encanta la voz que tiene, me encantaría escribir así de suelta, pero también leo a Juan Cristóbal Peña o la Alejandra Matus, que tienen una escritura un poco más clásica. No puedo creer los buenos periodistas que son, cómo investigan, cómo arman las historias. Leo mucha novela gráfica. Me da un enamoramiento permanente. Estaba leyendo a la Julieta Kirkwood y ahora estoy leyendo a la Lena Dunham, Not That Kind of Girl, o como cuando leí el libro de la Tina Fey, Bossypants. No sé si estoy tan de acuerdo con sus posturas políticas, pero es inteligente, escribe bien y es chistosa. La Gabriela Wiener es maravillosa. Solo puedo decir elogios. Me encanta como escribe. Ella decía «nunca he podido escribir desde un lugar discreto u opinar desde un lugar discreto». Me gustó mucho esa frase porque me pasa y por eso creo que me cuesta tanto la columna de opinión. Se nota mucho lo que leo, las cosas que mezclo, las conversaciones que tengo. Nunca he podido opinar desde un lugar discreto.
—Eso recuerda a lo que pasó con Cristóbal Briceño.
—Sí, es que sentía que había que hacer una aclaración política ahí, y no me aguanté y lo hice. Podría haber sido distinto, pero ya está hecho.
—Estás trabajando en dos nuevos libros.
—Uno es una antología de columnas que vamos a sacar con Los Libros de La Mujer Rota a mitad de año. Se lo pasé a un amigo editor para que me leyera y me ayudara con los títulos.
—¿Va a tener el mismo formato de Quiltras? ¿Chico y de pocas páginas?
—Soy muy Quimantú. De bolsillo. De tiro corto. Probablemente va a ser igual de flaquito. Y cuando termine la edición de eso, que va a ser marzo-abril, voy a trabajar en un libro de ensayos que quería escribir. Se me acercó Planeta para preguntarme en qué estaba y les dije que tenía esta idea de libro. Voy a estar todo un año trabajando en eso y espero, sino me atraso o me muero o me enfermo gravemente, que se publique a fines de 2018, sino más adelante, el año que viene.