Bastille: vengan de a uno

por · Marzo de 2015

No son menos que el conjunto capitaneado por Mark Foster, o que The 1975 o Imagine Dragons. Pero a diferencia de los últimos, los Bastille saben dónde está el techo, y cómo y a través de quiénes lo tocarán.

Publicidad
bastille

«Iré a Lollapalooza solo a ver a Bastille (nadie, nunca)», se pudo leer varias veces en Twitter –donde, al final, se puede leer cualquier cosa– desde que liberaron el cartel del festival, hasta días antes del inicio de la fiesta. Porque la realidad del pop comercial o desechable, con o sin pretensiones, con la sola excusa del entretenimiento, aún genera tirria en esos que vieron agonizar por años o décadas a los grandes emblemas de la música contemporánea, con la esperanza de ver girar el reloj al revés y revivir todo eso que generó pasión e idolatría en otra era de la música.

Mientras tanto, el proyecto personal que el vocalista Dan Smith transformó en banda, se cansó de adquirir experiencia en los festivales del Reino Unido como Glastonbury y Reading & Leeds, y llenar otros tantos en sus giras por Norteamérica y Asia.

17:15 en el escenario VTR, y el cuarteto que cierran Kyle Simmons, Will Farquarson y Chris Wood, se aparece en el Parque O’Higgins para desatar el primer gran coro de la sudorosa tarde de domingo en Santiago. Palmas en alto, «palos selfie» al cielo, Elmo en las nubes y los primeros samples de “Bad blood” –canción que da nombre al primer y único álbum, lanzado en 2013, que ostenta la banda–.

Smith nació un 14 de julio, la misma fecha que la Toma de la Bastilla, y aunque está lejos de ser un rebelde –quizás su peinado lo hubiese sido hace unos 30 años–, sí es el símbolo de una revolución. Personal. Trascendente para nadie más. De esa que comienzan los adolescentes cuando quieren crecer sin las responsabilidades que eso trae, cuando descubren la música, cuando quieren diferenciarse y hacerse notar. Esos que tenían 12 años cuando llegó algo lejano llamado Lollapalooza a nuestro país y que hoy son parte fundamental del festival.

“Weight of living, pt. II”, “Thing we lost in the fire”, “Icarus”, son himnos de amores colegiales, de fiestas que se van de las manos y de cigarros que no saben prenderse, menos fumarse. Son esos recuerdos que se transforman en palabras y que frente a los londinenses se traducen en gritos que raspan la garganta y saltos descoordinados que felices agrietarían el asfalto de la explanada del parque.

Al ojo, Bastille tiene la mayor convocatoria hasta ese momento. Gracias a esas canciones «oreja», rápidas y simples, que sin esfuerzo mayor logran captar la atención de los que observan de lejos, golpeados por el sol. Un show efectivo en la entretención y que asume el compromiso de un main stage: envolver la pista llenándola de sonidos frescos, atrapando a devotos y escépticos; dejando muy por debajo la letargia experimental de Alt-J y la irregularidad de los nuevos cortes de Foster the People.

La reciclada eurodance “Of the night” y el súper hit “Pompeii” aparecen en el momento indicado, justo al cierre, para dejar a los fanáticos con el recuerdo de un final inmejorable.

No son menos que el conjunto capitaneado por Mark Foster, o que The 1975 o Imagine Dragons. Pero a diferencia de los últimos saben dónde está el techo, y cómo y a través de quiénes lo tocarán. Porque los londinenses tienen un escudo de fanáticos que vive rápido y olvida fácil, sedientos de ídolos intercambiables, ansiosos de exprimir hasta el último beat, antes que se les vaya la juventud, antes que encuentren otra cosa que corear. Mientras eso no ocurra, allí está Bastille para darles en el gusto.

Fotos: Felipe Avendaño © paniko.cl

Bastille: vengan de a uno

Sobre el autor:

Bastián García

Comentarios