Ni un láser alienígena, ni un mineral que no aparece en la tabla periódica: el amor es el arma más destructiva y efectiva en Batman v Superman, el verdadero big bang de DC Comics.
Seguramente lo han escuchado alguna vez. El truco para hacer creíbles a los superhéroes es humanizarlos. Por eso sabemos cómo eran en su niñez y cuándo y cómo dejaron de vivir con sus padres. Siguiendo un consejo maternal, Clark Kent aprende a ocultar sus poderes en Man of Steel, donde ve morir a su padre terrícola. En una secuencia archiconocida, cuando en sus ojos no habitaba todavía el escepticismo, los papás de Bruce Wayne son asesinados al inicio de Batman v Superman. Esas dos imágenes fundan la moral de los superhéroes, como un momento bisagra en sus vidas.
Quizá hartos de que sean dioses o metahumanos, de que estén tan cómodos con su doble personalidad, los hicieron perder sus espejos de aceptación y buscar en el futuro. «Mi único legado es haber vivido más que mi padre», dice un introspectivo Bruce Wayne bañado en la luz de sus pantallas, mientras Clark Kent se esfuerza por mantener una relación con una periodista ganadora del Pulitzer. Por eso Batman v Superman es una película romántica. El amor —y no un láser alienígena, ni un mineral que no aparece en la tabla periódica— termina por ser el arma más destructiva y efectiva. Piensen en esto cuando se despeguen de sus butacas, entre medio de los aplausos, al final de la película. Si Man of Steel abre con un doble parto —el del alienígena Kal-El y el del universo extendido de DC Comics—, Batman v Superman cierra con una carta de amor de alguien que, aparentemente, no podrá abrir más su correo.
La historia, a grandes rasgos, está ambientada en Metrópolis, toma la posta de Man of Steel y sienta las bases de La Liga de la Justicia. Alguien descubre que Fulano puede moverse como la luz y viajar en el tiempo, que Mengano ataca desde las profundidades del océano y que Zutana no se despeina frente a un enemigo tan exagerado como Doomsday. Entonces Batman quiere imponer sus ideas fijas por sobre las de Superman y ambos superhéroes son enfrentados a decisiones vitales, amorosas y nada de sencillas, hasta que en algún punto, a la manera de Hubble, expanden el universo, como un big bang de DC Comics. Todo eso, junto, a la vez, te revienta la cabeza.
Entre medio, hay dos horas y media de retazos de varias historietas y lo que parece ser dos películas en una, las que chocan y se golpean como sus protagonistas, complicando la hoja de ruta como en una obra de Lynch, aunque uno vuelve a encontrarse en las escenas de acción, cuando el relato sorprende a la altura de la escena del Capitolio o en el clímax de una batalla que promedia varios minutos, y en el escaso humor que saca una sonrisa en el diálogo entre Batman y la mamá de Superman. Diremos que Batman v Superman vale la pena, pero deja con ganas. Que opera sobre el placer infantil de ver a tantos superhéroes al mismo tiempo, a pesar de que en ciento cincuenta minutos no se logra, es imposible, que te encariñes de una manera tan profunda con cada personaje. Y que está por encima de Man of Steel (lectura ingenua pero cierta), lo que lleva a mirar con buenos ojos el futuro.