Como figura gravitante de la contracultura, Dylan siempre se mostró incómodo ante las adulaciones. Así puede explicarse su distancia con los medios y su poca tolerancia a dar entrevistas.
Como figura gravitante de la contracultura, Dylan siempre se mostró incómodo ante las adulaciones. Así puede explicarse su distancia con los medios y su poca tolerancia a dar entrevistas.
En más de cincuenta años de carrera, son contadas las veces en que el nuevo Premio Nobel de Literatura 2016 habló frente a una grabadora.
En 2006, el periodista Jonathan Cott de Rolling Stone compiló 31 de esas conversaciones con distintos medios en Bob Dylan: the essential interviews. Lo siguiente es una selección con algunos fragmentos de sus respuestas.
The New Yorker, 1964
«(Los padres) quieren que sus hijos los satisfagan, que no los avergüencen, para poder estar orgullosos de ellos. Quieren que sean lo que ellos quieren que sean. Así que empecé a huir con 10 años. Pero siempre me pillaban y me mandaban para casa. Cuando tenía 13, andaba viajando con una feria ambulante por el norte de Minnesota y por las Dakotas, y me volvieron a pillar. Lo intentaba una y otra vez, y cuando tuve 18 años, me liberé para siempre. Seguía huyendo cuando llegué a Nueva York. Que tengas libertad de movimientos no quiere decir que seas libre. Por fin, llegué tan lejos que acabé desvinculado de todos y de todo. Fue entonces cuando decidí que no tenía sentido correr tan lejos y tan de prisa, si ya no quedaba nadie. Era falso. Era huir por huir. De modo que paré. Ya no tengo sitio del que escapar. No tengo que estar en ningún lugar en el que no quiera. Pero yo no soy en absoluto un ejemplo para ningún chico que quiera irse por ahí. Quiero decir que no me gustaría que ningún chico se fuera de casa por el hecho de que yo lo hice, y por la cantidad de cosas por las que pasé. Cada cual tiene que hallar su propia manera de ser libre».
Los Angeles Free Press, 1965
«La palabra poesía no puedo definirla, ni siquiera trataría de hacerlo. Hubo un tiempo en que pensaba que Robert Frost era poesía; en otras ocasiones he pensado que Allen Ginsberg era poesía; algunas veces pensé que Francois Villon era poesía… Pero la poesía no está realmente relegada a la página impresa. No me voy a rebanar la cabeza con el tema. Las letras de las canciones… Lo que pasa es que quizá resulten más extrañas que en la mayoría de las canciones. A mí me sale fácil escribir canciones».
Positively Tie Dream, 1965
«Los grandes cuadros no deberían estar en los museos. ¿Has estado alguna vez en un museo? Son cementerios. Los cuadros deberían estar en los restaurantes, en las tiendas de baratijas, en las gasolineras, en los lavabos públicos. Las grandes pinturas deberían estar allí donde va la gente. Y eso solo pasa en la radio y en los discos, allí es donde va la gente. Los grandes cuadros no puedes verlos. Al final, pagas medio millón y cuelgas uno en tu casa y hay un invitado que lo ve. Eso no es arte. Es una vergüenza, un crimen. La música es lo único que sintoniza con lo que sucede. No viene en forma de libro, no está sobre el escenario. Todo este arte del que hablan no existe. Se queda en el estante. No le alegra la vida a nadie. Imagina la cantidad de gente que se sentiría estupendamente si pudiera contemplar un Picasso en el restaurante donde almuerza cada día».
Playboy, 1966
«‘Protesta’ no es mi palabra, nunca he pensado sobre mí en esos términos. Me parece que esa palabra se inventó para gente sometida a una operación quirúrgica. Es una palabra de parque de atracciones. A una persona que esté bien de la cabeza le vendría hipo con solo pronunciarla. Y diría que la palabra ‘mensaje’ suena a hernia. Es como ‘delicioso’ o ‘maravilloso’. La canción-mensaje, como todo el mundo sabe, es una lata. Solo se la toman en serio los directores de periódicos universitarios y los menores de 14 años que no tienen pareja».
Playboy, 1978
«La hierba era omnipresente en los clubes. Siempre había en los clubes de jazz y folk. Había hierba y los músicos solían disponer de ella en aquel entonces. También en las cafeterías de Minneapolis. Así es como la conocí, estoy seguro. No recuerdo cuándo ni dónde (…) Ser músico significa —dependiendo de lo lejos que llegues— sondear en las profundidades de donde te encuentras. Y la mayoría de los músicos intentaría cualquier cosa para alcanzar esas profundidades, porque interpretar música es algo inmediato, a diferencia de pintar un lienzo, que es algo calculado. Tu espíritu vuela cuando interpretas música. Así, con la música, tiendes a mirar más y más al fondo de ti mismo para hallarla. Esa es la razón, creo, por la que la hierba circulaba en aquellos clubes».
Playboy, 1978
«Rilke, Chejov. Chejov es mi escritor favorito. Me gusta Henry Miller. Creo que es el mayor escritor americano vivo (…) Lo conocí hace años. Jugué al ping-pong con él.
Para crear música rock uno tenía que estar contra el sistema, ser un forajido».
Rolling Stone, 2001
«Las cosas tienen que cambiar. Y una de las cosas que tienen que cambiar es el mundo interior de las personas».
Los Angeles Times, 2004
«Para mí Woody Guthrie lo significaba todo. Las canciones de Woody eran acerca de todo a la vez. Eran sobre ricos y pobres y negros y blancos, los altibajos de la vida, las contradicciones entre lo que se enseñaba en la escuela y lo que de verdad sucedía. En sus canciones decía todo lo que yo sentía pero no sabía cómo decir».
Los Angeles Times, 2004
«Cuando me metí en el rock and roll, ni siquiera pensé que pudiera tener otra opción ni más alternativas. Me mostró donde estaba mi futuro, del mismo modo en que algunas personas saben que serán médicos o abogados o torpederos de los Yankees de Nueva York».
“Sus letras mezclan cierto sermoneo coloquial folk de Woody Guthrie con una pizca de imaginería demoníaca de Rimbaud y algo de crítica social propia de Yevtushenko. Tanto si son versos libres o rimados como si su humor resulta sombrío, aguerrido, satírico o fantasioso, las letras y melodías del señor Dylan centeallean con el brillo del poeta inspirado”, escribió Bob Shleton en The New York Times, en 1963.
Bob Dylan: the essential interviews
Jonathan Cott
Wenner, 2006
464 p. — Ref. $18.000