El documental de Guillermo Cahn mezcla entrevistas, declamaciones y puestas en escena de Parra y su visión de mundo, en la época de Sermones y prédicas del Cristo de Elqui y Pinochet.
—Y AHORA CON USTEDES
Nuestro Señor Jesucristo en persona
que después de 1977 años de religioso silencio
ha accedido gentilmente
a concurrir a nuestro programa gigante de Semana Santa
para hacer las delicias de grandes y chicos
con sus ocurrencias sabias y oportunas
N.S.J. no necesita presentación
es conocido en el mundo entero
baste recordar su gloriosa muerte en la cruz
seguida de una resurrección no menos
…………………………………………….. espectacular:
un aplauso para N.S.J.
El viejo entra despacio. Seguro de sí mismo. Lento. La imagen en blanco y negro lo muestra de traje. Sostiene unas hojas, camina sin mirar al actor Jaime Vedell, el presentador, y solo se detiene frente al micrófono. Ahí lee:
Cuando los españoles llegaron a Chile
se encontraron con la sorpresa
de que aquí no había oro ni plata
nieve y trumao sí: trumao y nieve
nada que valiera la pena
los alimentos eran escasos
y continúan siéndolo dirán ustedes
es lo que yo quería subrayar
el pueblo chileno tiene hambre
sé que por pronunciar esta frase
puedo ir a parar a Pisagua
pero el incorruptible Cristo de Elqui no puede tener
otra razón de ser que la verdad
el general Ibáñez me perdone
en Chile no se respetan los derechos humanos
aquí no existe libertad de prensa
aquí mandan los multimillonarios
el gallinero está a cargo del zorro
claro que yo les voy a pedir que me digan
en qué país se respetan los derechos humanos.
Nuestro Señor Jesucristo es Nicanor Parra, de camisa blanca y anteojos de grueso marco negro. Tiene 62 años y el pelo alborotado. La escena fue filmada en el verano de 1997. Santiago está bajo la dictadura de Pinochet. Hace horas se corrió la voz de un acto cultural en este espacio abierto, donde hace solo días unos desconocidos quemaron la carpa de la compañía de teatro La Feria. Ahí se mostraba la obra Hojas de Parra, con textos del antipoeta. Aunque nadie sabe qué va a pasar, hoy se espera que el poeta responda.
En el lugar hay sillas, murmullos incómodos y figuras como el escritor Enrique Lihn y el filósofo Juan de Dios Larraín. También está Guillermo Cahn, cineasta que espera filmar el acontecimiento.
Solo unos días después de revisar críticamente el material, Cahn, que en ese momento tiene 31 años, queda prendado de la figura de Parra. Y decide seguirlo para filmar un documental que explique su visión de mundo y su poesía.
Así nace Cachureo (1977), el documental de 25 minutos que combina declamaciones del poeta con entrevistas, puestas en escena, como la de “Canción para pasar el sombrero”, y pasajes a cargo de los actores Rodolfo Bravo, Anita Klesky, Roberto Navarrete y Mauricio Pesutic, personificando poemas como “Puta la huevá, compadre” y “Conversación galante”.
Hay textos de lo que serán los Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui, pero Parra también improvisa.
Cuando Cahn le pregunta por el té que se tomó en la Casa Blanca con Patricia Nixon, la primera dama de Estados Unidos, lo que le significó el rechazo absoluto de la izquierda, Parra toma una tiza y escribe en un pizarrón al tiempo que lee en voz alta:
Por una taza de té
Me echaron un buen café
GG
Parece que la KG
Otro momento importante del documental muestra a Parra tomando distancia del surrealismo, el modernismo y el creacionismo:
—Me pareció que todo venía mal desde el Renacimiento. La poesía o la literatura que se venía haciendo a partir de ese momento se podía clasificar de cuello y corbata, o de poesía cortesana. Y me di cuenta de que retrocediendo un poco más, se llegaba a la poesía medieval. Y aquí había algo importante. En el medioevo encontraba algo que me llamaba la atención y que me satisfacía, que era una poesía de feria, una poesía inmediata, directa, una poesía, digámoslo inmediatamente, popular. Que estaba operando dentro de un ámbito protoplasmático plausible. Entonces, me quedé pegado como mosca en la miel. Me puse a escarbar y rápidamente me di cuenta de que este producto, este plancton, existía no tan solo en la Edad Media, sino que aquí a un metro de mi propia nariz. Y vi naturalmente, de una manera ingenua dirán ustedes, pero eso fue lo que ocurrió, que nuestro mundo cultural está constituido por dos líneas de fuerza: una cultura académica u oficial y una subcultura que en realidad es la cultura propiamente tal, la gran cultura, que es la cultura popular, la poesía popular, la vida popular en último término, que apareció ante mis ojos en ese momento como una vida mucho más auténtica, como una vida mucho más real que la vida que hacía yo, por ejemplo, en el Instituto Pedagógico o que hacíamos en los bares de la época o en las revistas literarias de la época. Descubrí entonces este marco de referencia, esta fuente de energía espiritual que nunca abandoné y nunca olvidé en mi formación poética. Desde luego me pareció que había un problema lingüístico, un problema de lenguaje que estaba resuelto en la poesía popular. El poeta no habla un lenguaje o un idioma de su propiedad ni una jerga en particular, sino que habla el lenguaje de la tribu.