Dime Camila, ¿podrás responderme alguna vez?
He buscado, Camila, tu biografía en Wikipedia para saber algo de ti, para entender, pero por sobre todo, para descubrir si mis intuiciones y fantasías concuerdan en algo con la verdad, con tu historia, con el pasado de tu vida.
La fotografía que allí aparece, y perdóname por este arranque de honestidad, Camila, es una imagen aterradora. El rostro de los seres humanos es un compendio de toda clase de emociones, sentimientos y vivencias, expresados allí, en la cara, en el instante en el cual el fotógrafo capta los gestos. Intento encontrar, entonces, en tus facciones y características algo que me explique por qué, de dónde nacen, cuándo aparecen tus certezas ideológicas, tu fascinación por la dictadura y por la figura de Pinochet, tu identificación con el fascismo.
Te voy a confesar algo: en mí también ejercen un poderoso influjo el fascismo y la extrema derecha. No en términos de militancia, por supuesto, pero sí me interesa ese centro negro de locura, maldad y convicciones absolutas, Camila. En mi biblioteca poseo algunos libros referentes al tema: nazismo esotérico; los diarios de Goebbels; una contundente historia del ascenso del Tercer Reich, de Michael Burleigh; Mi hermano Jaime, de Rosario Guzmán Errázuriz; y entre varios más, un siniestro volumen titulado El espíritu del fascismo, adquirido en la última versión de la Feria del Libro Usado de la Universidad Mayor. Me acerco a estos textos como los científicos de la Unión Soviética intentaban meter mano en el desastre de Chernóbil: con horror, con asco, pero inevitablemente, Camila. Muchos de estos libros los utilizo como referencia para las cosas que escribo, pero también los leo para desentrañar el origen de las voluntades que se entregan a la militancia de derechas. Personas que eligen este camino que es sin regreso. Como tú, Camila. Por ejemplo, cuando elogias y consideras necesaria la muerte de seres humanos, Camila, cuando públicamente exiges la pena de muerte y condenas el aborto (incluso en una niña de doce años que ha sido víctima de violación); todo esto es un camino sin retorno, un tránsito del cual no podrás arrepentirte, porque hay una acción moral y física que realizaste y de la cual ha quedado constancia. Entonces, si consideramos tus actos y tus palabras, no nos puede sorprender que rompas las imágenes con cifras de fallecidos, detenidos y torturados por las fuerzas militares y policiales durante las protestas contra el gobierno de Sebastián Piñera. No se trataba simplemente de papeles impresos, sino de información significativa y compleja, Camila.
Me llega, a través de whatsapp, una fotografía donde apareces en el frontis de una casa junto a una mujer de contextura gruesa y pelo corto, de cincuenta años aproximados; al lado, un muchacho y una chica adolescentes; y luego tú, con una copa en la mano de lo que parece ser espumante, abrazada por un hombre de jeans y camisa. La casa es de ladrillo, pareada, separada por una reja de metal de la vivienda vecina. Es de noche y parecen estar celebrando algo. ¿Año Nuevo? ¿Tu egreso de la universidad? Esa casa, ¿dónde está? ¿En una villa? La información que aparece en internet dice que naciste en la Región de Los Lagos, y luego te fuiste a Casablanca, en la Quinta Región. En el caudal de datos y rumores que producen las redes sociales, se dice que esa fotografía no te gusta, que quieres esconderla. ¿Por qué, Camila? Entro a Twitter y se han viralizado otras fotografías de similar factura. Apareces en un sencillo restorán, con un polerón Adidas, mirando directo a la cámara, y en tu rostro una sonrisa que, intuyo, es genuina. Es un rostro distinto al de la imagen de Wikipedia. No existe esa suerte de peso que observo ahora. ¿A qué me refiero con peso, Camila? Es algo que se me ha ocurrido entre ayer y hoy, al revisar obsesivamente las noticias referentes a ti, y sobre todo al reproducir una y otra vez el video en el congreso, cuando rompes esa hoja impresa y botas los trozos, asqueada, como si te limpiaras las manos. Las facciones de tu rostro, ahora y a diferencia de las imágenes del pasado, parecen aplastadas. Como si un peso invisible pero persistente y contundente ejerciera presión sobre ti, provocando incluso que tus ojos se alejen entre sí, situándose casi en las sienes. ¿Ese peso es el fascismo, Camila? ¿El peso que observo a partir de tu furibunda y muchas veces desinformada militancia de extrema derecha es el precio que tuviste que pagar para abandonar tu pasado? Estoy lleno de inquietudes con respecto a ti, porque veo en tu camino la misma senda que quieren transitar tantas personas en nuestro país. Creo que preguntándote y escarbando en tus motivaciones voy a poder encontrar alguna respuesta. Dime, Camila, por favor, ¿qué sucedió para que esa muchacha con las uñas pintadas de rojo furioso, sentada en el restorán y con una servilleta con la inscripción “Bariloche”, transmutara en esta criatura que dice admirar a Pinochet, que no es capaz de vislumbrar que, al romper la información del horror que hemos padecido estos días, cambia el trayecto de su fortuna para siempre e irremediablemente? ¿Siempre fuiste así o algo te hizo cambiar? Yo creo que no, que antes eras distinta, aunque la semilla del mal y la locura debe haber estado allí, silenciosa pero latente. Son solo conjeturas, Camila. Son preguntas que surgen de alguien que lleva mucho tiempo interesándose en la oscuridad.
Dime Camila, ¿podrás responderme alguna vez?
Se despide;
Simón Soto