La ciudad detrás del espejismo

por · Junio de 2016

Presentación de la novela Charapo, de Pablo Sheng.

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Vivo en el centro. A veces paso por Plaza de Armas porque hay una librería cerca de ahí donde compro papel. El paisaje es otro, uno que en los últimos cinco años se ha transformado de forma sorprendente. Como suele ser el caso en el Cono Sur, la diversidad cultural en Chile ha sido históricamente mínima. Aclaro. Hay diversidad pero es interna, de culturas internas, algunas más visibles, algunas ancladas en el poder, algunas desplazadas por la historia, otras marginadas, invisibilizadas o reducidas a una caricatura. Esto es algo que claramente no se ha reconciliado dentro de la identidad interna del país. En el centro veo algo distinto, diversidad in-disimulable, paso y escucho hablar en creole, personas trabajando o almorzando que han llegado de Haití, de Venezuela, de Colombia. Lo que antes se identificaba como la inmigración peruana y boliviana ahora se ha diversificado de forma aún más radical. Paso por estas cuadras y esto me alegra, pero no como novedad, ni en la onda «qué lindo y divertido, gente linda que habla de otra forma y se ven diferentes», eso no. Esa primera reacción es típica dentro de una cultura que no está acostumbrada a la diversidad racial, el «mira qué lindo» como si fuesen juguetes o curiosidades de carnaval. Esa reacción me hace temer porque no se demora en transformarse en xenofobia, son los primeros indicios de un racismo latente. El «qué lindo» se vuelve «bueno pero ya basta, suficiente ya, esto es Chile, ellos no son nosotros». Incluso, los que se juran abiertos de mente e instruidos critican el racismo de los gringos y de los europeos de lejos, refugiados en un discurso poscolonial de libro y de sala de clases. Las terminologías (o sea palabras como poscolonial) a veces son problemáticas y me incomodan porque a esta altura ya delatan una impostura autogratificante (sea académica o de pose literaria) y se vuelven gestos de apropiación que toman VIDAS REALES y pretenden decirles quiénes son y dónde se ubican en el mundo, cuando en verdad no entienden estas vidas más allá de la abstracción reduccionista. Lamentablemente no hay una solución clara a este paradigma, ocurre y va a ocurrir. No hay corrección política en la asimilación, la tensión constante entre mantener identidades y absorber identidades, que a su vez arriesga borrar lo nuevo, o quizá ojalá crear algo distinto y más tolerante. Me da esperanza ver rostros nuevos, escuchar otras formas de hablar, ver otras razas, otras formas de vida. Pero me aterra que nuestro ojo se acostumbre a asociar esa diversidad solamente a vacantes que en la mente colectiva del chileno representen un rol subsirviente en la sociedad nacional. Quisiera que no fuéramos tan predecibles.

Es por lo previo que me alegra mucho que exista una novela como Charapo. Es una novela de tremenda empatía que nos coloca en el mundo de un inmigrante peruano. Esto en sí quizá no suene como algo tan novedoso, pero lo valiosos de la novela de Pablo Sheng reside justamente en la forma en que lo hace. En ningún momento la novela es un panfleto, no nos predica, no intenta crear un héroe-víctima, no es un tratado sobre la marginalidad ni cae en la trampa facilista de la novela política y didáctica. Hacer esto sería otra forma de paternalismo, reducir al otro a una caricatura victimizada. Hace casi lo contrario. El protagonista sí sufre, y sí se encuentra con discriminación, y es humillado y todo eso, pero no es un héroe, a veces es odioso, a veces participa de las mismas conductas detestables que otros apuntan hacia él, y a veces hace sufrir, y con frecuencia es indiferente hacia el sufrimiento de los otros. Es humano, es verosímil, no es un trofeo poscolonial manipulable con el fin de enseñarnos una lección. Esta es la belleza del libro porque en ese sentido nos respeta como lectores, porque sabe que no somos tontos, y nos muestra un pedazo de vida que es tan real que es inevitable habitar ese lugar, experimentar aunque sea por un rato esa vida, entender el día a día en una ciudad que muchas veces intenta destruirte. No puedo no pensar en Charapo cuando paso por Plaza de Armas, ver todo lo que me rodea, saber que hay vidas enteras tras cada individuo, no son vidas perfectas ni vidas completamente miserables, ni héroes ni villanos, son vidas que merecen ser algo más que una etiqueta o un simple conjunto de personas citadas para alimentar dogmas ideológicos. Charapo es una novela que entiende eso y contagia empatía y conciencia. En tiempos como estos, de xenofobia, en días de Trump y de Brexit, esta es una novela necesaria y tremendamente humana.

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Charapo
Pablo D. Sheng
Cuneta, 2016
110 p. — Ref. $7.000

La ciudad detrás del espejismo

Sobre el autor:

Mike Wilson es autor de las novelas Zombie (2009), Leñador (2013) y el ensayo Wittgenstein y el sentido tácito de las cosas (2014), entre otras publicaciones.

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