Costó tragar. Lo que sentí fue algo así: yeso fresco con sabor a mil billones de semillas de sésamo, espesándose y tomando temperatura en la mucosa bucal.
Cuando vamos al Líder con la Gloria y no al Ekono ni al Erbi —después de llenar el carro con yogurt colún light, leche descremada surlat y un pack de 18 beckers—, la Gloria me dice: ricura, ¿por qué no te regalas algo? Siempre lo hace y cada vez que pasa mi corazón se hincha de colesterol bueno y entonces parto como perro nuevo al pasillo de las salsas raras esperando encontrar la mierda más rara de todas.
Ese día encontré tahini, que es la mierda más rara que se puede encontrar cuando los reponedores andan pajeros. Además estaba barata para ser una salsa rara traída de continentes lejanos y con un sospechoso —y cancerígeno— etiquetado: luca quinientos.
Cuando llegamos a la casa destapé el tahini antes de una becker y lo que vi fue algo así: diarrea de guagua con hepatitis. Me metí una cucharada a la boca y lo que sentí fue algo así: yeso fresco con sabor a mil billones de semillas de sésamo, espesándose y tomando temperatura al contacto con la mucosa bucal. Costó tragar. Cerré el pote y lo metí al refri y lo miré triste y entonces oh!, chispeza: fui al negocio de la otra cuadra, atendido por una pareja de abuelos cisjordanos —que siempre tienen buenas paltas— y algo debían saber de esto.
Yo sabía algunas cosas, muy pocas: el tahini se obtiene de las semillas de sésamo molidas y se usa para condimentar y alivianar el hummus, esa salsa de garbanzos tan buena que los árabes le ponen a todas esas verduras que rellenan con el mismo relleno una y otra vez y no se aburren, repitiéndose el plato una y mil veces, porque en el desierto no debe ser fácil regodearse en ningún sentido de la palabra «regodearse» y por lo mismo son tan agradecidos y violentos, dos cosas que van de la mano cuando tienes tan poco y más encima te lo quieren quitar.
: Señor —le dije al cisjordano—. Me compré un tarro de tahini y no sé qué mierda hacer con él.
: Ah, tajjjini, muy bueno tajjjini. Hacer bien para salud. Engorda poco pero hacer bien para salud. Nosotros usar para hacer jjjjumus (hummus).
: Eso ya lo sé, señor.
: Pero también quedar bueno con mermelada.
: ¡¿Con mermelada?!
: Sí, con mermelada. Yo ser adicto. Allá comer mucho con jjjjarabe de uva que acá no hacen.
: Gracias, señor. Deme dos paltas.
Volví a la casa y mezclé dos cucharadas de mermelada de damasco con una y media de tahini en un pocillo de postre y lo batí unas cuantas veces hasta que tomó textura de queso mascarpone (mentira, nunca he comido) y lo probé y en cinco segundos me zampé todo el pocillo y vi a la Gloria mirándome con esa cara que pone cuando me atrapa en mitad de un atracón y yo ahí, dopado en el descubrimiento que acaba de hacer, con la cabeza en Cisjordania abrazado a una familia de cisjordanos bailando baile cisjordano y tragando pasta de sésamo con mermelada de las jorobas de un camello, conjuro del que me repuse recién una semana después. O sea: lo que me duró el pote de 454 gr. de tahini y tres paquetes de mermelada.
Recomendación: untar en pan. Untar en galletas. Untar en pezones ajenos y propios. Mezclar con yogurt. Y untar.