La cabeza de Blur y Gorillaz mostró su disco solista Everyday Robots en un Teatro Caupolicán repleto.
Se había cumplido la media hora y todo parecía un mal chiste. El tipo tras la barra de contención recibía desde el escenario un martillo que parecía de juguete y comenzaba a dar clavadas sobre ella. Antes, se le había pedido a través del micrófono a toda la concurrencia de la cancha que se alejara para poder arreglar el desperfecto. Antes, Damon Albarn —sin Gorillaz ni Blur, pero sí con una destacable banda a la medida: The Heavy Seas— había detenido el concierto tras tres canciones de su repertorio, incluyendo el b-side, extrañísimo en vivo, “Spitting out the Demons” de Gorillaz. El percance —que si bien se resolvió por la seguridad de todos, podría haberse perfectamente prevenido— dura unos inauditos 30 minutos. 30 minutos de espera asfixiante, perdidos entre el silencio y las ansias.
Albarn nos visita con su nuevo trabajo, esta vez en faceta solista: Everyday Robots, un disco de una intimidad brutal, en donde en clave trip hop el músico nos entrega canciones de una belleza única. Con esto en mente, más el plus de un repaso más bien exclusivo del repertorio de sus otros proyectos, el show prometía ser tan cercano como una cena. Pero ahora, estalla la fiesta, porque para el regreso al escenario, dispara una triada de Gorillaz que inicia con “Tomorrow comes today”, el tripeado primer sencillo en la historia de la banda animada y la gente despierta al baile, intentando olvidar el vergonzoso exabrupto.
En el escenario, Albarn lo pasa bien, es de alguna forma divertido y cercano, conversa, tira tallas. Sabe que estamos acá por él y quizá por eso, también, un par de canciones adelante, cuando viene el segundo percance de la noche —se va la iluminación durante tres canciones— no hace nada más que bromear al respecto.
—Morrissey ya se habría largado emputecido —comenta un asistente.
Pero Albarn, no. Él continúa su show, repasa algunos temas de ese proyecto dream team que lo unió a músicos de The Clash y The Verve entre otros conocido como The Good, the Bad and the Queen y nos da un gustito e invita a uno de los tantos músicos africanos que lo acompañan en esta gira para interpretar “Dam(n)”, de esa joyita del 2012 que bautizó Rocketjuice and the Moon, en donde compartió créditos con Flea de Red Hot Chili Peppers y Tony Allen, baterista de Fela Kuti, y el rap se toma el lugar, plagando de un groove muy particular.
Para el cierre, “Out of time” y “All your life”, de Blur, en versiones —cómo no— íntimas, que ha sido la tónica del concierto. El concierto ha ido en ascenso, pese a todos los imprevistos técnicos. Y recordamos que Damon Albarn es un rescatista, que se ha dejado agripar por la música del mundo, particularmente de raíz africana, pero también de la propia tradición inglesa, haciendo fácil su posición en un sitial emblemático de la música contemporánea, pero además, este concierto nos recuerda que estamos frente a un experimentador, quizá por eso la selección de su repaso, un repertorio más bien para cercanos a la obra del compositor.
En el bis, algo de Blur, “Clint Eastwood” de Gorillaz –punto álgido de la jornada– y para el cierre, un nuevo repaso de su disco solista. Con la relocalizada “Mr. Tembo”, tema de raíz africana, dedicada a una cría huérfana de elefante, cuyo coro «injili, injili», convertido en un «en Chile, en Chile», dando paso a un coro africano para cerrar con una gospeliana “Heavy seas of love”, dejando pegada su lírica en la cabeza de los asistentes que se retiran tarareando la última pieza.
Una hora y media de concierto, un repaso selecto del repertorio del inglés, y una multiétnica banda —mutantes entre lo negro y lo blanco—, la melodía y los ruiditos de efectos varios, hacen del show algo maravilloso. A 20 años de la embestida del brit pop, uno no puede dejar de reconocer lo bien que lo ha hecho Damon Albarn y sus pares, en un territorio tan efectista en cuanto a canciones pop se trata, el rubio ha optado por surfear entre charts y esconderse en una pieza intermitentemente, recordamos entonces que Albarn hace canciones y las adereza como el chef más excéntrico que conocemos en la tradición pop inglesa.